Casi todos se toman un merecido descanso, mientras que los otros trabajan como galeotes para cubrir el presupuesto de buena parte del año. El resto, más lejano, sigue apegado inexorablemente a los ciclos naturales de las plantas, los árboles y los animales. Pero la leyenda de que todo se paraliza hasta la llegada del mítico último ciclista sigue siendo la bandera flameante del sentido medio nacional. Más falso que billete de 35 pesos.
Hay también maestros que atienden a muchos niños, los llevan a conocer el mar, a jugar y a seguir comiendo entre amigos. Los profesores no, algunos toman exámenes en febrero.
Hay cosas que cambian y otras son permanentes, inmutables. Las cifras, por ejemplo. Los datos sobre hurtos, rapiñas y asesinatos nos siguen desde las pantallas y los diarios, con su crónica roja ¿o negra? y sus porcentajes. Siempre en discusión, cuando aumentan o cuando bajan.
Lo que no es nuevo, el ministro del Interior vive en el ojo de la tormenta. Con un pequeño cambio: en este verano fue su propia fuerza política la que lo reclamó para sentarse en el augusto senado y desató diversas furias y reacciones. Con algo hay que entretenerse. Aunque es en medio de las calmas chichas que se miden mejor los marineros y sobre todos los capitanes y capitanas.
Además, el ministro tuvo la osadía de atender sus nanas en el hospital policial, donde lo hacen todos sus subalternos, pero en el pequeño balcón esa era una afrenta imperdonable. En otros países sería visto como un mérito, un gesto de igualdad, aquí con todo se hace un fueguito en el tórrido y cambiante verano austral. Me había olvidado, el balconcito mira al sur.
Muchos en esta nueva edición del cuento veraniego esperan con el aliento espeso de las grandes borracheras liberales que el 20 de enero asuma nada menos que el gran timonel del norte y desate todas las furias que prometió en su campaña. Otros más confiados esperan que el sistema lo contenga, algunos se atreven a vaticinar que el sistema incluyó, en algunos momentos, nada menos que la brusca interrupción del mandato, a como dé lugar.
La conferencia de prensa previa, rodeado de un mar de banderas con franjas y estrellas, daría perfectamente para una pésima telenovela de la chabacanería y la burrez, pero cuando se tiene el pulgar registrado para hacer desaparecer el mundo varias veces, hasta los burros deben ser escuchados atentamente. Y dejo constancia de que sé perfectamente que los burros no tienen pulgar ni huellas digitales...
Enero es el mes de los hermanos, primos y parientes lejanos. De todos lados vienen con su plata y expectativas veraniegas. Los porcentajes nos invaden y se emiten cada 8 días, se espera que en el futuro se difundan diariamente, como una especie de Inumet de turistas. Hoy el número de ingresos por los pasos de frontera fue mayor al 15 % de hace un año y 0,8 % del día anterior. ¡Euforia celeste!
Hablando de clima, este es el mes donde los orientales del balcón sureño miramos por televisión con más devoción a la luna, a la puesta del sol, a los vendavales que nos tienen a mal traer y que aquí ni siquiera tenemos la delicadeza de ponerles un nombre como hacen en los países especializados. Algunos comenzamos a sospechar que el cambio climático realmente existe y se nos viene encima. El gran timonel del norte se mofa del cambio climático.
En el balconcito hay cosas perpetuas, inmutables, una de ellas, siempre vinculada a la política más profunda, es el fútbol, los pases y las cámaras de reconocimiento facial y ahora se han incorporado los pedidos de asambleas para la asociación de proletarios de la globa. Ah, y los goles de Suárez.
El balcón sigue siendo el mayor cultor del planeta de la cobertura informativa del fútbol sin mostrar una pelota ni un pie, nuestros periodistas deportivos se ven obligados a televisar el balompié con la palabra y en enero eso se hace eterno. Impagable, infaltable. Y sin ninguna posible explicación estadística o proporcional seguimos estando entre los 10 mejores del mundo entre 212 países integrantes de la mayor organización fiestera internacional: la FIFA. Y seguimos teniendo todos los años 3.400.000 habitantes. No se logra explicar.
En nuestras costas debería estar empujando-remolcando el Ky Chororo, un proyecto náutico que cada día es un fracaso más inexplicable (¿o no?). Ahora está parado en el dique Mauá para que le reparen el timón. ¿Será tan débil? ¿Se romperá solo?
En el balcón faltaba algo volador, demasiadas cosas terrestres y marinas, y es así que este año tenemos tres nuevos helicópteros policiales vigilando la costa y el verano azul y un avión multiuso presidencial casi de museo. Ganaremos un nuevo récord, mientras Argentina renueva su flota aérea presidencial con una aeronave de 55 millones de dólares nosotros compramos el avión presidencial más antiguo del planeta y pagamos solo un millón de dólares. Se entiende, Argentina tiene una inflación en el año 2016 del 41 % y nosotros del 8,1 %...Venezuela seguramente comprará una nave espacial, ¡Tiene una inflación en el año de 420 %...!
Para animarnos o desolarnos el verano, las televisoras nos bombardean con las imágenes de Europa cubierta por metros de nieve y fúnebres estadísticas de muertos por hipotermia o con los horrores de las guerras y atentados que nos sepultan con la dosis infaltable de horror de todos los colores.
Para no olvidarnos que la política sigue siendo una de las claves de nuestra propia existencia y aunque haya descendido varios peldaños, todavía le queda mucho para jugar en el balconcito. Y en este enero esperamos asados, veladas diversas donde a fuego muy lento, a veces imperceptible, se cocinan las lejanas elecciones y se ejecutan las danzas tribales propiciatorias de las candidaturas. El otro gran deporte nacional.
Y los días pasan y se acerca el fin de las vacaciones y el inicio para otros. Es el ciclo de los cuentos de la vida.
Y colorín colorado (sin implicancias partidarias), este cuento recién comienza y nos quedan muchos episodios por contarnos.
P. D.: No pude cumplir la promesa de alivio a mis lectores durante 30 días. Sepan disculpar la impaciencia.
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