Escribe Pablo Mieres
Contra el país de las dos mitades
La campaña electoral ha comenzado y se vislumbra una preocupante tendencia a acentuar o consolidar la idea de un país dividido en dos mitades. Hace ya muchos años, más de una década, que se ha instalado en nuestro país la lógica de las dos mitades.
09.02.2009 08:50
O se está con el Frente Amplio, hoy en el gobierno, o se está con los partidos tradicionales, más particularmente con el Partido Nacional que amenaza en convertirse el representante exclusivo de la otra mitad.
Desde mediados de los noventa en adelante, el país ha asistido a una creciente división en dos mitades que “embreta” y achica las oportunidades de desarrollo de nuestro país. Una mitad gobierna y la otra “pone el palo en la rueda” para tratar de sustituirla en la siguiente elección; de este modo los gobiernos logran mayorías endebles y escasas que afectan las posibilidades de tejer entendimientos de larga duración y ciertos consensos básicos que resultan imprescindibles para que el país avance en forma consistente, sin depender de los vaivenes electorales cada cinco año.
El país de las dos mitades es un país que no logra acumular, es un país que parece empezar de nuevo después de cada elección. Es un país que, cuando acomete cambios significativos no puede tener la certeza de que serán duraderos o sólidos, porque están “prendidos con alfileres”, en la medida que fueron apoyados y aprobados por apenas un “cincuenta y poco” por ciento del sistema político.
Así gobernó el Dr. Jorge Batlle en el período anterior, con el apoyo de su partido, que representaba un tercio del país, más el Partido Nacional que apenas superaba el 20%. El gobierno de Batlle se sustentó en un escaso 55% que muchas veces estuvo comprometido en la medida que algún sector del Partido Nacional retaceaba o condicionaba su apoyo.
Así ha gobernado el Dr. Tabaré Vázquez durante este período de gobierno, con el apoyo de su partido que obtuvo en las urnas una mayoría absoluta que se ha traducido en el respaldo del 52% del Parlamento. Sobre esta base tan exigua, el Frente Amplio impulsó reformas que, para ser duraderas deberían haber requerido de un apoyo mucho más amplio.
Pero cada mitad se preocupa por consolidarse e imponerse a la otra; y si la otra pierde se encargará de actuar de manera de evitar que el triunfador pueda llevar adelante exitosamente su gestión. Así no hay país que avance.
Es por eso que resulta imprescindible mantener una opción independiente en el Uruguay de hoy. Es por eso que hemos decidido mantener tozudamente un cauce político alternativo que evite alinearse con alguna de las dos mitades. Por eso hemos marcado distancias con ambas mitades, porque estamos convencidos de que el mejor favor que le podemos hacer al país es evitar que la lógica de las dos mitades siga imperando en nuestra vida política nacional.
Obviamente, sería más sencillo y más oportunista sumarse a una de las dos mitades y contar con la comodidad de integrar un polo mayoritario. Pero estamos convencidos de que sería una forma de renunciar a un esfuerzo por cambiar la política que nuestro país necesita imperiosamente.
El primer paso, obviamente, es evitar alinearnos como un eslabón más de esa lógica perversa. El segundo paso es contribuir a que el que gane, sea quien sea, no se refugie en la búsqueda de una mayoría estrecha buscando acuerdos de “la mitad más uno” sino que logre entendimientos mayores capaces de sintonizar con “mayorías amplias”, para que las soluciones que se adopten tengan respaldo contundente y garantías de continuidad.
Hay una certeza que hoy parece instalada en el escenario nacional, aunque a algunos no les guste, ella consiste en que el que resulte elegido Presidente a fines de este año, lo será en segunda vuelta y, por lo tanto, no tendrá mayoría automática en las Cámaras. Nosotros trabajaremos intensamente para convencer a la ciudadanía de que las mayorías absolutas son perversas para el buen funcionamiento de nuestro sistema político y que es, por tanto, muy positivo no otorgar mandatos mayoritarios.
El que resulte electo Presidente será electo en noviembre y deberá concentrar sus esfuerzos, antes de asumir el gobierno, en acordar y negociar con los demás para poder gobernar. Nosotros trabajaremos para que dichos acuerdos no sean puntuales o apenas suficientes, sino para que el Uruguay comience un nuevo período político caracterizado por entendimientos amplios que dejen definitivamente atrás la época de las dos mitades.
Desde mediados de los noventa en adelante, el país ha asistido a una creciente división en dos mitades que “embreta” y achica las oportunidades de desarrollo de nuestro país. Una mitad gobierna y la otra “pone el palo en la rueda” para tratar de sustituirla en la siguiente elección; de este modo los gobiernos logran mayorías endebles y escasas que afectan las posibilidades de tejer entendimientos de larga duración y ciertos consensos básicos que resultan imprescindibles para que el país avance en forma consistente, sin depender de los vaivenes electorales cada cinco año.
El país de las dos mitades es un país que no logra acumular, es un país que parece empezar de nuevo después de cada elección. Es un país que, cuando acomete cambios significativos no puede tener la certeza de que serán duraderos o sólidos, porque están “prendidos con alfileres”, en la medida que fueron apoyados y aprobados por apenas un “cincuenta y poco” por ciento del sistema político.
Así gobernó el Dr. Jorge Batlle en el período anterior, con el apoyo de su partido, que representaba un tercio del país, más el Partido Nacional que apenas superaba el 20%. El gobierno de Batlle se sustentó en un escaso 55% que muchas veces estuvo comprometido en la medida que algún sector del Partido Nacional retaceaba o condicionaba su apoyo.
Así ha gobernado el Dr. Tabaré Vázquez durante este período de gobierno, con el apoyo de su partido que obtuvo en las urnas una mayoría absoluta que se ha traducido en el respaldo del 52% del Parlamento. Sobre esta base tan exigua, el Frente Amplio impulsó reformas que, para ser duraderas deberían haber requerido de un apoyo mucho más amplio.
Pero cada mitad se preocupa por consolidarse e imponerse a la otra; y si la otra pierde se encargará de actuar de manera de evitar que el triunfador pueda llevar adelante exitosamente su gestión. Así no hay país que avance.
Es por eso que resulta imprescindible mantener una opción independiente en el Uruguay de hoy. Es por eso que hemos decidido mantener tozudamente un cauce político alternativo que evite alinearse con alguna de las dos mitades. Por eso hemos marcado distancias con ambas mitades, porque estamos convencidos de que el mejor favor que le podemos hacer al país es evitar que la lógica de las dos mitades siga imperando en nuestra vida política nacional.
Obviamente, sería más sencillo y más oportunista sumarse a una de las dos mitades y contar con la comodidad de integrar un polo mayoritario. Pero estamos convencidos de que sería una forma de renunciar a un esfuerzo por cambiar la política que nuestro país necesita imperiosamente.
El primer paso, obviamente, es evitar alinearnos como un eslabón más de esa lógica perversa. El segundo paso es contribuir a que el que gane, sea quien sea, no se refugie en la búsqueda de una mayoría estrecha buscando acuerdos de “la mitad más uno” sino que logre entendimientos mayores capaces de sintonizar con “mayorías amplias”, para que las soluciones que se adopten tengan respaldo contundente y garantías de continuidad.
Hay una certeza que hoy parece instalada en el escenario nacional, aunque a algunos no les guste, ella consiste en que el que resulte elegido Presidente a fines de este año, lo será en segunda vuelta y, por lo tanto, no tendrá mayoría automática en las Cámaras. Nosotros trabajaremos intensamente para convencer a la ciudadanía de que las mayorías absolutas son perversas para el buen funcionamiento de nuestro sistema político y que es, por tanto, muy positivo no otorgar mandatos mayoritarios.
El que resulte electo Presidente será electo en noviembre y deberá concentrar sus esfuerzos, antes de asumir el gobierno, en acordar y negociar con los demás para poder gobernar. Nosotros trabajaremos para que dichos acuerdos no sean puntuales o apenas suficientes, sino para que el Uruguay comience un nuevo período político caracterizado por entendimientos amplios que dejen definitivamente atrás la época de las dos mitades.
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