Por Esteban Valenti (*)
El jueves participé en una reunión social, junto con unas 30 personas en la zona de Capurro, que pasó al estrellato, ocupando la primera página de El País y toda una página de su información política. Luego, otros medios electrónicos y gráficos levantaron esa información. El viernes posterior a esa reunión me llamaron varios periodistas. Bien por ellos y mal por el informante. Yo no consideré que fuera de estilo informar de ese tipo de reuniones, donde cada uno va con su propia representación y responsabilidad.
En esa reunión se habló principalmente de temas políticos, de la situación y las perspectivas de la izquierda, de candidatos, de fórmulas y de fútbol; se contaron anécdotas de todo tipo, al estilo tradicional de un encuentro a finales de enero y cuando todavía no nos agobian las tareas y la mayoría estamos de regreso de las vacaciones. Había compañeras y compañeros de los más variados sectores, de opiniones surtidas sobre todos los temas, algunos están en el gobierno, otros no. Confieso, todos los que yo conocía en esa reunión eran frenteamplistas.
La invitación para la reunión fue al menos una semana antes de las declaraciones de Vázquez sobre la reelección. Elemental: no tenemos ninguna capacidad de movilización como para juntar en 24 horas una tribu de esa amplitud. Más de 30 personas.
Cuántos fueron invitados, cuántos fueron y cuántos desertaron, no tengo la menor idea. Hubo diversas ruedas, conversaciones varias y como la mayoría era de mi generación y sus alrededores - aunque había algunos jóvenes - el tema dominante fue la política. Y si me aprietan sobre cuál fue la única opinión unánime, al menos con los que yo hablé, era la preocupación por la posibilidad de que vuelvan los de siempre, los de antes a gobernar y a restaurar. Sobre los otros temas, cada paisano aportó su visión personal o la de su grupo, o la de su familia o tribu.
Creo que era generalizada la opinión de que con cualquier candidato no ganamos aunque nuestro gobierno funcione muy bien.
En realidad hubo otra unanimidad: al gobierno le va muy bien - mejor que la más optimista de las previsiones- en los indicadores económicos, sociales, culturales, de salud, etc., etc., pero con eso no alcanza para ganar las próximas elecciones, hace falta política, mucha y buena política. Y allí me quedo, porque cada uno habrá sacado sus propias conclusiones.
A mí esas reuniones, como muchas otras en las que participo – el viernes estuve en un cumpleaños con más de 150 personas y los temas no fueron muy diferentes entre mis interlocutores – me resultan muy útiles, me interesan porque cumplen un papel fundamental: generar confianza, mirarnos a los ojos, y conocer muchas y variadas opiniones. Yo lo necesito para mi trabajo en la prensa, pero sobre todo por la confianza.
Hoy leí una muy interesante contratapa de Costanza Moreira sobre la teoría de Eduard Banfield referida al papel de la confianza en las sociedades y en el impulso al desarrollo. La recomiendo. La izquierda, y más en general la sociedad uruguaya, debería apreciar y promover esos valores, en una fuerza política donde lo que domina es la desconfianza, las zancadillas, los bocones que se desviven para informar a la prensa del más mínimo movimiento – y digo bocones por no decir buchones – y que además lo hacen para arrimar un hilito de agua a su mísero molino, sin importarles nunca el gran caudal; están afectando un patrimonio colectivo y político importante y se crea un clima de desconfianza general.
Lo que puedo asegurar que allí no había periodistas de El País y, por lo tanto, la información la llevó algún correo del zar, algún estafeta que se ha encallecido llevando mensajes entre los dientes. Lo lamento por él o por el escucha que recibió su informe detallado de la parte de la reunión que quiso escuchar y su superior se tomó el trabajo de trascribirlo para la prensa. Así no se puede, no quedará más remedio que conspirar de a dos, así uno de los dos estará seguro de quién es el lengua larga, o en grandes actos de cientos de personas, abiertos a la prensa y donde cada uno se despache a piacere. ¡Que lástima!, con lo que nos gusta a los uruguayos la conspiración...
(*) Periodista. Coordinador de Bitácora.