El miércoles pasado estaba sentado en medio de ciento cincuenta grandes mesas, en el tope de la elegancia hotelera del Uruguay, en Punta del Este donde tres gigantescos cruceros se mecían en la bahía de Maldonado aportando un toque más de lujo al balneario más sofisticado de toda América del sur.
Todas las mesas ocupadas y desbordadas por los principales empresarios de Argentina, Uruguay, muchos de Brasil y otros países diversos continentes. La prensa era tanta y tan ávida como en la entrega de algún premio internacional del cine o de la canción. Y en el estrado el futuro gobierno de izquierda al completo, encabezado por su presidente y vice electos. Allí estaba la izquierda uruguaya en pleno.
Nadie pudo calcular cuantos miles de millones de dólares había allí representados, pero eran muchos.
Dos discursos de parte del gobierno electo, primero Astori y luego Mujica. En menos de una hora entre ambos expusieron la estrategia del Proyecto Nacional abordada desde todos los ángulos. Muchos aplausos, saludos, caras contentas y distendidas. En la sala dos ex presidentes, Sanguinetti y Lacalle y líderes muy destacados de la oposición: Bordaberry, Larrañaga, Mieres y también dirigentes sindicales del PIT CNT, del SUNCA de primer plano.
Al final de los aplausos, como soy un poco masoquista una sombra me nubló la vista y como las sombras más complicadas esta vino en forma de preguntas: ¿ estaba bien, era la continuidad de nuestras ideas – ahora desde el nuevo gobierno -, eran una enorme paradoja o estábamos traicionando nuestra historia de izquierda? Había otra alternativa: era el doble discurso adaptado a cada auditorio. Esto último lo descarté de inmediato porque los discursos no fueron diferentes a los pronunciados por la fórmula del FA en la campaña electoral. Doble discurso, no.
Al otro día leí declaraciones de algunos encumbrados líderes opositores, blancos enojados porque la izquierda tuviera ese auditorio y renegara de sus posturas históricas. En el fondo – y no tanto – era bronca porque la expectativa y el interés del mundo empresarial fueron infinitamente mayores con el actual y el nuevo gobierno que con los gobiernos tradicionales. ¡Paradoja!
Y si, la reunión del CONRAD tiene mucho de paradoja, de ironía. Según la prédica permanente de blancos y colorados si ganaba la izquierda se produciría una estampida de empresarios y de inversores, si se modernizaban y se hacían más justas las leyes laborales sucedería lo mismo, por razones ideológicas, históricas y sobre todo porque no lograríamos manejar la economía.
No deja de ser una paradoja que el nivel de inversiones sobre el PBI haya sido en estos últimos cinco años el más alto desde que se llevan registros y además siga creciendo en medio de la crisis mundial, y que en sólo un gobierno la izquierda haya demostrado que se puede manejar la economía no a través de una religión o de una supuesta tecnología neutral, sino como parte de una estrategia de desarrollo y salir del pozo con ritmos de crecimiento sin precedentes para el Uruguay, reduciendo la pobreza y la miseria, llevando la desocupación a la mitad, otro record histórico y aumentando salarios, jubilaciones y mejorando sustantivamente la legislación laboral. También por eso y por los resultados obtenidos en los momentos de bonanza y sobre todo de crisis mundial por parte de Uruguay es que no cabía un alfiler en el Conrad.
¿En el discurso sobre las inversiones no estaremos traicionando nuestro proyecto histórico? Es muy posible que yo no sea el único que se formule esta pregunta. Si la respuesta la buscamos en la realidad actual, en el impacto que han tenido las inversiones privadas, nacionales, extranjeras y las estatales en la economía y en la sociedad, incluso en la cultura y en el estado de ánimo de los orientales, no debería quedar mucha duda: han sido un factor muy positivo.
Pero es bueno formularse la misma pregunta en relación a objetivos más de fondo, más estratégicos. ¿Cuál es el rasgo distintivo de toda la izquierda, de sus diversas componentes en el FA? Todas – con diferencias de objetivos finales – nos proponemos justicia social, es decir una distribución más justa de la riqueza, el trabajo como factor esencial de ese proceso, más libertad y respeto por los derechos humanos en su concepto más amplio y más democracia. Después existen visiones diferentes sobre las mejores formas de organización de la sociedad y dentro de ella de la distribución de la propiedad.
Lo que la izquierda uruguaya aprendió – de diversas maneras – y además con diferentes formas de reconocimiento es que el Estado como propietario único de los medios de producción, inversor exclusivo y absoluto y por ende omnipotente en la estructura económica, social y cultural fue un gran fracaso y lo sigue siendo. No resuelve otro de los principios básicos de la izquierda: el progreso, es decir la permanente evolución de la sociedad hacia formas más libres – incluyendo la libertad de la necesidad – y más justas de convivencia.
¿Los principios básicos de la izquierda estuvieron presentes en los discursos de Mujica y Astori. Si, enfáticamente si. Se habló de redistribución de la riqueza – uno de los principales objetivos de este gobierno -, se habló del valor central del trabajo, de reducir la pobreza y hacer desaparecer la miseria, se habló de la Patria Chica y la Patria Grande, de la educación y la cultura como prioridades y como conceptos inseparables. Se habló desde la razón y desde la emoción, que son también en su forma, parte esencial de la identidad metodológica de la izquierda.
Me puse a repasar prolijamente los discursos a partir de las incómodas preguntas que formulé al principio y tengo que decir que me siento orgulloso de ser uruguayo, de ser de izquierda y del gobierno que elegimos. Y todos saben que he discutido, polemizado dentro de la izquierda y no hace mucho.
Ahora que pasó el vendaval electoral, sería bueno recuperar con fuerza el sentido crítico sereno y severo sobre algunos temas que quedaron sumergidos por el ruido, pero son temas profundos que la izquierda no puede obviar.
La relación entre la economía y su manejo, sus instrumentos y los grandes objetivos históricos de la izquierda tiene una buena práctica, pero necesita más teoría, más sustento crítico más referencia estratégicas, en particular luego de la crisis mundial. No fue sólo una crisis de la ética y de la especulación, esas son sus consecuencia, hay causas mucho más hondas generadas por el propio sistema capitalista. Nunca podremos superarlas si no disponemos de una hoja de ruta o al menos de una búsqueda empecinada y audaz de esa hoja de ruta.
El papel del trabajo en la sociedad ya no es el mismo que durante la revolución industrial incluso en el siglo XX, no sólo por su calidad y sus formas, sino por los tiempos necesarios, por la dispersión de algunas de sus categorías, por la introducción permanente de nuevas tecnologías, sino incluso por razones culturales. Hoy en el mundo no se debate sólo sobre las ocho horas como elemento de equilibrio ante la incapacidad de generar trabajo para sectores crecientes de la población a nivel mundial, sino como visión diferente de la relación trabajo – producción – consumo - medio ambiente y calidad de vida. La izquierda uruguaya no puede saltearse estos temas. En la práctica de gobernar y de hacer política y de pensar.
La reunión del CONRAD es parte de una estrategia y una izquierda sin estrategia no es izquierda, es más, un país sin estrategia es una nave a la deriva. Vamos bien, porque otro de los conceptos claves de los discursos fue el de continuidad y cambio. Y eso es bien de izquierda.