En efecto, tanto uno como otro gobierno funcionó con el apoyo de apenas un poco más que el cincuenta por ciento. El gobierno de Batlle, sumando los votos de todo el Partido Colorado más el Partido Nacional, apenas alcanzó al 55%, y en muchas ocasiones debió sostenerse con la oposición de una parte del Partido Nacional, por lo que la mayoría se hizo aun más ajustada.
Por su parte, el gobierno de Vázquez se ha sustentado en la mayoría absoluta obtenida por el Frente Amplio, por lo que su respaldo parlamentario estuvo situado en el entorno del 52% durante todo el período.
En ambos casos, la gestión de gobierno tuvo como criterio la exclusión de la otra mitad. Ni aquel, ni este buscaron el apoyo de la mitad opositora; ni aquel, ni este ofrecieron cargos a la oposición en la conducción de las empresas públicas o en los Entes del Estado. Se puede afirmar con certeza que desde hace diez años en Uruguay una mitad gobierno sin o contra la otra mitad.
Sin embargo, estas mayorías precarias, tejidas sobre la base de acuerdos de fracciones que apenas alcanzan para ganar sin margen las votaciones parlamentarias, no son la forma más adecuada para cimentar acuerdos de larga duración o para tomar decisiones estables o perdurables en el tiempo.
No es muy positivo para un país aprobar reformas de fondo sobre asuntos cruciales, como una reforma tributaria, una reforma de la salud o una nueva ley de educación, con una mayoría extremadamente exigua de tal manera que enfrenta la oposición explícita del resto del sistema político.
De esta forma, las mencionadas reformas durarán lo que dure el apoyo mayoritario del partido de gobierno. Y, entonces, transformaciones estructurales como las señaladas carecen de respaldo amplio y están condenadas a su modificación según los avatares electorales.
El mapa político, por otra parte, indica que, si no ocurre ningún hecho inesperado o se produce algún movimiento fuerte en el tablero político, el próximo Presidente será electo en segunda vuelta y no tendrá mayoría propia en el Parlamento. Es extremadamente difícil imaginar que el Frente Amplio repita su triunfo de 2004 en primera vuelta, que ya en aquella ocasión resultó ser muy ajustado.
Todas las encuestas nos dicen que habrá segunda vuelta y el Presidente finalmente electo no contará con mayoría parlamentaria de su propio partido. Gane quien gane, el futuro Presidente de los uruguayos tiene que prepararse para buscar acuerdos multipartidarios.
Pues bien, la disyuntiva estará planteada entonces en el alcance de los mencionados acuerdos. Se podrá optar por acordar con el mínimo de actores partidarios que le otorguen al nuevo Presidente una nueva mayoría ajustada para llevar adelante en forma pírrica sus iniciativas o se optará por tejer un gran acuerdo político con base parlamentaria amplia y sólida que permita reflejar en los votos del Parlamento la aprobación de iniciativas legislativas cuyo consenso pueda darnos a todos los uruguayos las garantías de una continuidad en el tiempo de ciertos acuerdos y reformas que no estén sometidos a los avatares electorales.
Nosotros estamos trabajando desde ya, con nuestra postura independiente, para propiciar la sustitución de los tiempos de las dos mitades, por la era de los acuerdos políticos amplios que den sustento a cambios sustanciales y sostenibles para nuestro país.
Los países que verdaderamente avanzan son los que han sido capaces de encontrar consensos básicos en algunos temas fundamentales que no serán objeto de cambio según los tiempos electorales.