El presidente José Mujica anunció, mejor dicho adelantó, que su definición de la solicitud de la empresa UPM (ex BOTNIA) de aumentar en 200 mil toneladas la capacidad de producción y de exportación de su planta en Uruguay sería positiva con una contrapartida, la de invertir reforzando los sistemas de protección ambiental, en particular en el enfriamiento de los efluentes. Luego se desató la reacción Argentina.
Nadie puede hoy saber cómo termina este proceso. Comencemos analizando la definición del presidente. La comparto plenamente, es lógica, seria y corresponde a la política estratégica del país enlazar los dos aspectos, por un lado el aumento de la producción y por otro reforzar todos los elementos del cuidado del medio ambiente.
Cabe aclarar que la DINAMA, que es la primera que analizó la solicitud de UPM realizó un estudio, no en base a supuestos teóricos, sino a la producción concreta y actual. Así determinó que el aumento de la producción no afectaría de manera significativa la calidad de las aguas del río Uruguay y fue en base a ese informe que el gobierno presentó en la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) en marzo de este año el pedido de autorización a la parte argentina. Esto corresponde hacerlo por el tratado del río Uruguay, no por la sentencia de la Corte Internacional de La Haya.
Obviamente la parte argentina comenzó con sus chicanas, como lo hace con todos los emprendimientos uruguayos de este lado del río, o de ambos ríos. Pide ampliación de datos y posterga sine die cualquier definición. Es una política sistemática, lo hace en relación a todos los proyectos de ampliación de las actividades de Nueva Palmira y lo hizo en relación a esta solicitud. Y aunque se le envié el informe en sánscrito luego pedirá una traducción al swahili. Tenemos variados antecedentes.
Hasta que no cambie el actual gobierno argentino, el de los Kirchner, no podremos construir relaciones correctas, de cooperación, de complementación productiva y medio ambiental y en muchos otros aspectos. Si gobierno ni siquiera lograr tener relaciones adecuadas con una parte importante de las provincias argentinas (Santa Fe, Córdoba ¡Santa Cruz!...) ni siquiera con la provincia de Buenos Aires que es gobernada por un kirchnerista, ¿qué podemos esperar nosotros? El conflicto es su salsa y parte esencial de su modelo, que se está desmoronando económica y políticamente.
Para colmo tenemos una disputa interna en la provincia de Entre Ríos, entre el gobernador Sergio Urribarri, uno de los más fieles representantes del kirchnerismo y Alfredo De Ángelis, uno de los más locuaces dirigentes de los piqueteros y opositor por la lista de centro derecha de Mauricio Macri, que también disputan sobre el encono acerca de la planta de celulosa de Fray Bentos.
Sumemos que dentro de 4 semanas hay elecciones parlamentarias parciales (se renuevan 127 bancas de diputados y 35 de senadores) y las cosas no le van nada bien al partido del gobierno. Ya lo adelantaron las elecciones internas y las encuestas son todavía más sombrías para el oficialismo, y un revés en el tema celulosa no ayudaría para nada a la imagen que el kirchnerismo tiene de sí mismo y pretende transmitir.
El cuadro político nacional y provincial no es alentador.
Sobre el fondo del problema, todos tenemos muy claro que la planta de UPM produce dentro de los parámetros previstos y afectando de manera totalmente aceptable y controlada al río Uruguay. Lo dicen los estudios y el monitoreo sistemático de la DINAMA de Uruguay, y de la consultora independiente canadiense contratada por ambos países. Esos mismos informes que Argentina se niega a divulgar y que incluyen el nivel de contaminación del río Gualeguaychú...
Todos sabemos que Argentina se niega a divulgar esos informes porque son favorables totalmente a Uruguay. Si las cosas fuera al revés, y Uruguay se negara a difundir los informes sucedería lo siguiente:
a) Argentina estaría reclamando un día si al otro también su difusión. Y en definitiva filtraría a la prensa sus resultados.
b) Los piqueteros de Gualeguaychú estarían manifestando a diario reclamando la difusión de los informes y enarbolando sus resultados "reservados" pero públicos por todo el planeta.
c) Argentina ya se hubiera presentado ante la Corte de La Haya exigiendo la paralización y el desplazamiento de la planta de UPM hacia la isla de Flores.
¿Alguien en el Uruguay tiene alguna duda sobre esto?
Como en este tipo de controversias se entrelazan factores muy complejos y diversos, conviene de todas maneras mirar las cosas desde el punto de vista de Uruguay. Y es allí donde es más clara y justificable la decisión del Presidente. UPM está produciendo, ha cumplido con la parte que le correspondía del acuerdo por el que instaló su planta en Uruguay y por su parte el país, dando muestra de seriedad, de respeto a las normas internacionales y a los acuerdos comerciales, hizo lo suyo, con una gran firmeza y pagando un alto precio, varios años de piquetes y bloqueos.
Ahora que la planta que según la propia empresa finlandesa reconoce es la más eficiente y productiva de toda su cadena industrial, quiere aumentar en 200.000 mil toneladas más de producción anual, es correcto que el país se lo autorice - previo estudio medio ambiental - por la empresa y por el país, por el trabajo nacional, sus exportaciones y su imagen de seriedad, pero tan justo como eso es que le reclame a UPM que haga nuevas inversiones tecnológicas y mejore todavía más el proceso productivo. Es una actitud correcta y de equilibrio, no por Argentina, sino en primer lugar por Uruguay.
Una cosa debe quedar clara el Uruguay no quiere ser rehén de nadie, ni de Argentina, pero tampoco de UPM.
Pedirle equilibrio a la Argentina es tarea vana. No lo tiene ni lo tendrá. Ya emitió un comunicado amenazando con llevar el tema nuevamente a La Haya. Era de esperar.
Y eso es lo que habrá que hacer ahora, con mucho realismo y mucha firmeza esperar y moverse, porque el objetivo de la Casa Rosada y de sus ejecutores en el Palacio San Martín, es paralizarnos, en todo lo posible.
Por muchos motivos, pero también porque las comparaciones no los ayudan en absoluto y no por culpa nuestra. Ni en las figuras de los presidentes, ni en la marcha de las dos economías, o en las finanzas, o en la imagen internacional y la actitud sistemática del modelo "K" ha sido redoblar la apuesta en todos los frentes. Hasta ahora le dio resultado, pero el modelo ya está agotado pero todavía causará mucho daño.