Desde el Gobierno se ha construido una estrategia política, ideológica y comunicacional, que ha dejado de lado el debate —franco y profundo— de ideas, sobre las diferentes formas de pensar, hacer y ser en el mundo. Por el contrario, han instalado un mecanismo de vaciamiento o resignificación de los principios democráticos y republicanos.
El miércoles 12 de octubre quedará en los anales de la discusión parlamentaria como una pieza de artilugio político, que intentó distraer los temas centrales y evadir las responsabilidades políticas, de manera burda y poco seria.
El Frente Amplio convocó a altas autoridades de la coalición de Gobierno a Comisión General, para pedir explicaciones políticas sobre la grave situación institucional que se generó tras revelarse la red criminal que operaba desde la Torre Ejecutiva.
De manera sólida, argumentada y responsable, la oposición aportó información sobre los hechos sucedidos y dejó claro que se pretendía analizar las responsabilidades políticas, ya que los hechos están siendo investigados por la Justicia. Lo hizo, además, con el propósito de defender la institucionalidad democrática y el prestigio de nuestro país a nivel internacional.
El resultado fue preocupante: ante la falta de respuestas, abundaron las escenas con gritos, furcios y contradicciones, de un ministro del Interior que ya no tiene forma de sostener y argumentar con credibilidad. Por otro lado, las evasivas de un director Nacional de Inteligencia que, amparado en el secreto de la información reservada, no pudo defender su responsabilidad política y administrativa, ante la falta de seguridad de la información y la institucionalidad nacional.
Y, por último, la mentira de un prosecretario de Presidencia evidenció su propia impericia, al argumentar que Astesiano no era jefe de la seguridad presidencial “porque no se lo contrató bajo esa figura”, aunque, en documentos firmados por él (Rodrigo Ferrés) y en otros firmados por el propio implicado, queda clara la función que desempeñaba.
No es la primera vez que Ferrés miente. Lo hizo al defender ante el Parlamento, el acuerdo de entrega del Puerto de Montevideo, cuando afirmó que existían informes jurídicos y económicos que lo avalaban, pero no eran más que expedientes vacíos. Mintió cuando concurrió como indagado a Fiscalía y no reconoció que había sido asesor del representante de la oposición en la Administración Nacional de Puertos durante todo el período anterior; Ferrés conocía la política portuaria que se aplicó entonces.
Y, el pasado 12 de octubre, nuevamente el Dr. Ferrés faltó a la verdad, al negar que Astesiano fuese el jefe de la seguridad presidencial, cuando hay pruebas de que sí lo era. A esta altura, parece un modus operandi de este jerarca.
Pero volvamos a la estrategia de las excusas y a la actividad predilecta del gobierno: echarle la culpa al Frente Amplio.
En primer lugar, el presidente afirma desconocer los antecedentes de Astesiano, pero luego, es el propio ministro del Interior, Luis Alberto Heber, quien, sin asumir responsabilidades, afirma que “el Ministerio le mintió al presidente”. O sea, se refiere a la cartera que dirige, pero elige hablar en tercera persona para no hacerse cargo. Entonces, cuando las cosas salen mal nunca es él, será el Ministerio, el crimen organizado, el Frente Amplio, pero nunca él.
Los hechos hablan por sí solos, ante la crisis ocasionada por ellos, salieron a ver si encontraban algo que pudiera responsabilizar al Frente Amplio. Lo que sea que encuentren les sirve y lo que no encuentran lo inventan, lo exageran o lo descontextualizan. Desde el ministro del Interior hasta quienes lo acompañaron, eludieron el compromiso y prefirieron las mentiras y las excusas.
Heber aludió a una nota de la exsecretaria del expresidente José Mujica sobre una supuesta gestión para la emisión de un pasaporte que tenía como protagonista al —hoy preso— Alexei Slivaev. Nota que luego leyó el senador Alejandro Sánchez, desmontando la ironía sugerente de un ministro que prefiere eludir la verdad antes que reconocer el error.
En lugar de trabajar por mejorar los sistemas de seguridad y control ante la evidencia del escándalo de Astesiano, Heber dirige una minuciosa investigación sobre lo que se hizo cuando gobernaba el Frente Amplio; obtiene información parcializada y la comunica a conveniencia con la finalidad de enchastrar y no asumir ninguna responsabilidad.
Muy diligente es Heber buscando carpetas y antecedentes y muy pobre combatiendo la inseguridad pública, que es la función que los uruguayos esperamos que ejerza. Octubre ya lleva un promedio de dos homicidios por día, que engrosan la cifra de 326 homicidios en lo que va del 2022.
El misterioso plan que anunció para combatir los homicidios, nadie lo conoce y parecería no estar surtiendo efecto. Si se preocupara más por mejorar la seguridad pública que por perseguir al Frente Amplio, sus resultados no serían tan malos. No sería necesario maquillar las cifras de delitos para tratar de disimular una gestión desastrosa.
El pasado miércoles, perdieron una hermosa oportunidad de asumir responsabilidades e ir con la verdad. Nuevamente optaron por esconderse y disimular lo indisimulable, mientras tanto los problemas no se solucionan.
A dos años y medio de gestión, lo que parece absurdo —y por momentos grotesco— se sostiene en la biblioteca de la desinformación y la confusión, optando por el ataque sistemático a los opositores, donde lo que se busca no es defender determinadas ideas o convicciones, sino denigrar y desprestigiar al oponente.