Contenido creado por Inés Nogueiras
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Carlos Maggi, un viejo y querido amigo

Carlos Maggi, un viejo y querido amigo

Recién habíamos partido y la noticia nos sorprendió, nos impactó a nuestra llegada a Milán: murió Carlos Maggi. Ese pasaje al final del camino todos lo tenemos comprado, pero Carlos era un pasajero especial, de esos pocos que parecen viajeros perpetuos de la vida.

23.06.2015

Lectura: 4'

2015-06-23T00:06:00-03:00
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Tenía 92 años y su muerte me sorprendió, me tomó desprevenido. Lo había escuchado hacía poco hablando por radio desde Venecia, con la misma pasión, la misma mirada taladrante de siempre. Relatando su viaje, para compartirlo con sus compañeros de trayecto.

Su vida, sus obras, sus columnas, sus tertulias, sus charlas, sus correos electrónicos fueron sobre todo eso, un largo relato de la vida, no sólo la propia, sino la nuestra, la de sus vecinos, los orientales, y sus testigos más lejanos, los seres humanos. La gente buena y sensible de este planeta.

A Carlos lo conocí a través de la tecnología, tenía un proyecto y un servicio de avanzada para su tiempo, para el uso de Internet, creo que se llamaba Redfácil. Y tenía -en ese momento- más de 75 años... Y compartimos ideas, discusiones y el inicio de esa explosión incontenible de las nuevas tecnologías. Y nos hicimos amigos.

Pensábamos diferente en muchos temas y coincidimos en muchos otros y eso hizo más interesante el intercambio. Yo leía todos los domingos su columna en el diario El País. Me daba aire, me obligaba a debatir y a coincidir mentalmente. Era un intelectual sutil, refinado y lleno de humor. Estudiaba los temas y estoy seguro que estuvo aprendiendo hasta el último día de su vida. Se le notaba, se sentía al leer sus escritos y escucharlo en la radio. Carlos fue, además de un pasajero incansable de la vida, un alumno aplicado.

Además de política, la segunda pasión de los uruguayos, hablamos de literatura, una de sus grandes pasiones, y aprendí mucho. Era un maestro aplicado y modesto que nos hacía sentir cómodos a todos, nunca alardeaba de su larga y profunda trayectoria de creador, de crítico, de lector incansable.

No lo vi muchas veces, lo lamento; pero siempre fueron momentos interesantes e importantes para mí. Tuvo un viaje apasionante y coherente y dejó su marca, en muchos amigos, en su familia, en sus correligionarios batllistas, en sus compañeros del Banco República.

Nunca fue un pasajero cómodo, nunca se sumó a los coros, a la música general y sin tensiones, siempre desafinaba un poco con el ambiente dominante. Y le gustaba, era su forma de viajar. Era devoto de algunos temas, de las nuevas tecnologías, de la energía -en particular de la energía nuclear- y se batía a capa y espada por sus convicciones.

Es imposible encasillar a Carlos Maggi, detallar sus profesiones es sólo una forma de aproximarnos a su largo trayecto. Él, de todas maneras, se escapaba de los esquemas, de las previsiones, basta con leer los títulos de sus obras y los años de sus ediciones. Viajaba en el pescante tratando de aspirar todos los vientos y hasta las tormentas, y le gustaba decir las cosas al aire libre, con valentía y con rigor.

Lo vamos a extrañar mucho. Los viernes ya no podremos escuchar sus estocadas junto a sus compañeros de las tertulias y las mesas de En Perspectiva y yo no podré escribirle un correo electrónico o llamarlo para echarle juntos una mirada a esas cosas que huyen veloces por las ventanas de nuestro viaje vital. Se fue con otro destino y nosotros nos quedamos con el vacío que dejó un gran uruguayo, de esos que me hacen sentir orgulloso de mi nacionalidad voluntaria.