Una ciudad de 5.000 habitantes en un cruce de caminos por los que transitan miles de camiones hacia las dos grandes plantas de celulosa. Los cuatro pertenecían a diferentes sectores del FA, pero en realidad eso era totalmente secundario, lo que los define es su condición de frenteamplistas, por encima de sus sectores. Algún lector impaciente creerá que es una columna interna. Voy a tratar de evitarlo, pero no por eso ocultar la realidad.
Eran ciudadanos y militantes de a pie, más a pie imposible. No tenían aspiraciones a cargo alguno, aunque estoy seguro que nadie le escondería el trasero a cualquier jeringa, pero entre sus prioridades no había ningún cargo a la vista, ni a mil kilómetros. Querían conversar de la campaña, de la general, pero sobre todo de la campaña en Cardona.
Son mis amigos porque compartimos la misma pasión por la política, porque con uno de ellos compartimos la misma época de estudiantes, porque tenemos las mismas dudas y preocupaciones políticas y sobre todo porque tenemos los mismos sueños. Un poco de pintura, de tranquilidad y de confianza y seguir cambiando. Mejor, mucho mejor.
Y los sentí mis amigos porque me trajeron los aires del viejo y querido Frente Amplio, luchador, popular, fraterno. Y de abajo, sin complejos de ganador y poderoso, sin uniforme de funcionario. Y ojo que los funcionarios son necesarios, el problema es cuando la función se devora el órgano y el alma.
Uno de ellos me hizo un resumen sintético de su principal argumento para convencer a los votantes dudosos. Es una pregunta. ¿Querés que vuelva la Cardona gris o que sigamos pintando las casas? No es muy filosófico, posiblemente tampoco muy político, pero es muy profundo. Es la síntesis de todo lo que se juega en estas elecciones, en Cardona y en todo el Uruguay.
Cardona era una de las tantas ciudades grises, que fue acumulando grises durante muchos años y que se nubló del todo durante la gran crisis. Y ahora la mayoría de las familias pintaron sus casas y los colores utilizados son parte de un nuevo optimismo local y nacional, han abierto decenas de nuevos comercios, talleres mecánicos; los profesionales trabajan mucho más, los productores que estaban endeudados ya no tienen esa guadaña sobre sus cabezas y se respira otro aire. Un aire mucho más colorido.
Todos saben que faltan muchas cosas, que podemos aspirar a mejorar mucho más y no en cosas abstractas, sino concretas y tangibles.
Todos se han apropiado de los resultados, los que compraron tractores y construyeron galpones y mejoraron su producción, los que se compraron un auto o una moto o calzado decente y mejor ropa y tienen atención médica y muchas otras cosas lo hicieron con su esfuerzo, con su trabajo, con su ingenio y su oficio. Nadie les regaló nada. Laburan, en Cardona laburan.
La preocupación de mis nuevos cuatro amigos es cómo llegarle a la gente y pedirle el voto para que sigamos para adelante, para arriba. Son racionales, son conocedores de su terruño, de su comarca, de su gente, de los que piensan como ellos y de los otros, conviven a diario, no están segregados y no quieren estarlo. La política es importante en sus vidas, pero no es lo único. A veces tengo la sensación de que yo me paso, que la política ocupa un espacio demasiado invasor en mi vida. Pido disculpas por la digresión.
Ellos cuentan con orgullo que son los propietarios del local del Comité, que el suyo no es de nadie porque es de todos y que forman parte de un departamento donde el progresismo ganó en las dos últimas elecciones nacionales y perdió con todo éxito en las departamentales. Si lo sabré.
Saben que la suya en una localidad "blanca" de fuerte tradición y que tienen una tarea difícil, pero están dispuestos, bien dispuestos. Y preocupados.
Se indignan cuando relatan que para trabajar en cualquier cargo de las dos intendencias, la de Soriano y la de Colonia, hay que tener el voto cantado por lo blancos y no quieren en absoluto que nosotros nos parezcamos a eso.
Piden señales, desde el centro, desde Montevideo, desde el departamento, desde algún lado, para entusiasmarse más, para seguir haciendo barriadas y dialogar con sus vecinos y amigos. Pero sobre todo quieren contenidos, mensajes claros. Ya no tienen aquel viejo lamento de la izquierda del interior, de llorar contra Montevideo. Ni les pasa por la cabeza, ellos se sienten los responsables, los que conocen, sienten y pueden hacer el esfuerzo local.
Hablamos claro, me preguntaron cosas incómodas y les contesté cosas incómodas dichas entre amigos. No uso la palabra compañeros, porque parece interna, para elegidos.
Y a lo largo de la conversación me fui dando cuenta de una cosa, lo lejos que está esa gente del poder y lo bien que les ha hecho esa distancia. Siguen con la misma luz en la mirada, las mismas dudas, la misma relación con su gente y entre ellos. Se necesitan funcionarios y muchos, muchos amigos como los de Cardona.
No creo que ese tipo de relación sea solo entre los izquierdistas. Sería demasiado simple la sociedad y la política uruguaya. Cada cual podrá contar su propia experiencia terrenal y concreta.
Para seguir adelante todos los días, levantarme y pelearla, tratar de tener ideas, defenderlas y difundirlas, tengo tres impulsos. Primero, la curiosidad, cuando se me termine me habré agotado definitivamente; segundo, la gente que no conozco, que elige, que decide sobre su vida y la de todos nosotros, nos apoya o nos da la espalda en ese momento mágico de depositar su voto y, en tercer lugar, mis amigos de Cardona y muchos miles como ellos que hacen política, por la política misma y por el soporte ideal a una causa. No me doy impulso por las mayorías, por la fuerza, por los triunfos inexorables. Lo voy a repetir, eso es cosa de exitistas y no de luchadores.
He perdido mucha más batallas de las que gané. Y algunas muy dolorosas; y me dolería mucho, me sentiría en falta si perdiéramos esta contra una enorme nube gris. Una pregunta que me angustia y admito que a otros compañeros puede parecerle exótica o equivocada: ¿la autocrítica individual o colectiva no deberíamos hacerla ahora y no esperar el 27 de octubre o el 30 de noviembre?
En algunos días voy a ir a visitar Cardona. Con gusto.
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