Están quienes creen que en el mundial sub20 de fútbol terminamos segundos y quienes, sin lamentar la pérdida del primer puesto, no dejan de saborear nuestra condición de vicecampeones.
En el mundo hay 198 países pero la FIFA reconoce a 209 asociaciones nacionales. De esa larga lista, en la categoría sub 20 hay una federación que obtuvo el título mundial y otra que terminó última, es decir, en el puesto 209. A la selección uruguaya no le tocó el puesto 208 sino el 2. Dicho a la inversa, grandes potencias futbolísticas como Brasil, Argentina, Alemania, Italia, España o Gran Bretaña (por no hablar de las naciones emergentes de África) terminaron en lugares bastante más modestos, la mayoría incluso lejos de jugar la final del Mundial.
A pesar de esa evidencia, algunos uruguayos sienten que salieron segundos y que eso no amerita ningún festejo. Es poco lo que se puede hacer frente a semejante derrotismo. Después de todo, salir segundo o vicecampeón no es un asunto estadístico sino estrictamente espiritual. Lo mismo pasa con las victorias y las derrotas.
Podría ocurrir que los flamantes campeones sientan que ganarle por penales y sufriendo a Uruguay (un país pobre y liliputiense en relación a Francia) es algo parecido a una derrota moral. Sin embargo, festejaron con algarabía una victoria obtenida a través de un recurso reglamentario previsto para casos de paridad extrema. Como en el fútbol no hay más justicia que el resultado, Francia fue justo campeón pero su rival estuvo muy lejos de sufrir una derrota.
La ex basquetbolista estadounidense Sue Wicks, sostenía que el espíritu deportivo consiste en saber "que somos tan buenos como nuestros oponentes y que, ya sea que ganamos o perdemos, siempre debemos dar el 100 por ciento". La visión de Wicks busca superar la neurosis que genera el ganar-perder como paradigma basado únicamente en el score. Por eso cuando el maestro Tabárez introdujo el concepto de que "el camino es la recompensa" estaba haciendo una revolución.
El proceso de superación es el que permite alcanzar victorias, la mayor de las cuales es superarse las limitaciones propias. Si al final de un ciclo terminamos mejor de lo que empezamos, habremos triunfado, independientemente del lugar que ocupemos. Si además llegamos hasta la final de un torneo mundial y la disputamos con categoría frente a un rival que nos supera en organización e infraestructura, tanto mayor será la victoria.
Para el poeta inglés Rudyard Kipling, enfrentar el triunfo y la derrota y tratar a "esos dos impostores" de la misma manera, nos hace dueños de nuestro destino y de nuestra verdadera condición humana. Los uruguayos deberíamos sentir que los muchachos de Verzeri vuelven como ganadores y sobre todo, aprender de una vez por todas la lección.