¿Qué repercusión tendrá en el gobierno la decisión de los blancos de no integrar los entes autónomos? ¿Es un paso en falso o la muestra de que el Frente Amplio está dispuesto a llevar adelante su programa sin aceptar obstáculos, ni siquiera eventuales? Si los blancos no votan las venias el gobierno deberá dejar correr los plazos para designar las autoridades de los entes, exponiéndose a las repercusiones de esta inédita decisión. El proceso acentuará, a ojos de la opinión pública, su absoluta responsabilidad por el rumbo del país, en especial cuando pasen estos días de romance. Desde el gobierno se ha comenzado a dar señales de que se desea amortiguar los efectos de esta jugada.

El Partido Nacional ha planteado su decisión con firmeza pero las diferencias de tono entre sus principales dirigentes son notorias. Mientras Larrañaga y Lacalle suben la apuesta, otros parecen decididos a evitar que este episodio les cambie el talante de "oposición constructiva". Con un gobierno estrenándose y en plena luna de miel, tensar la cuerda podría ser percibido como una actitud excesivamente opositora, tanto por sus partidarios como por aquellos que votaron al Encuentro Progresista y que los blancos pretenden recuperar en las municipales de mayo.

Tampoco parece que la jugada del 4 y 1 en el República forme parte de una estrategia del gobierno para arrinconar a la oposición. Entre otras razones porque no la necesita. Tanto los votos con los que cuenta en el Parlamento como el respaldo que recoge en la opinión pública son suficientes para llevar adelante sus planes. Sin embargo, la reiteración del episodio (el primero fue en el Codicen y llevó a que los colorados, hasta entonces dispuestos a participar, rechazaran también los cargos) anuncia que estas discontinuidades en el reracionamiento con la oposición pueden repetirse.

Las señales enviadas desde el oficialismo tras conocerse la decisión nacionalista dejan la puerta abierta a nuevas negociaciones. Por eso no debe descartarse que este rumbo pueda modificarse en el futuro, ya sea en el corto como en el mediano plazo. La reestructura del gabinete, anunciada por Vázquez para el año y medio de su mandato, podría ser una buena oportunidad, si no ocurre algo antes en ese sentido. Una vez terminada la luna de miel, la coyuntura puede aconsejar la búsqueda de un mayor respaldo

¿Fue un paso en falso del gobierno o una decisión deliberada para marcar la cancha en las primeras jugadas? ¿Forzó la decisión de los nacionalistas o especuló con que la necesidad de los cargos iba a ser decisiva y se equivocó? En todo caso y cumplido el primer round, todos los contendores (incluido el debilitado Partido Colorado) saben qué puntos calzan sus contrincantes.

¿Podían los nacionalistas tomar una decisión distinta? No, porque su alternativa (aceptar los cargos luego de que, a su juicio, se les cambiara las reglas de juego) era peor. Es cierto que algunos de sus lugartenientes, que esperaban el cargo y sus beneficios, pueden sentirse defraudados y hasta quizás remen con menor entusiasmo para las municipales. Aún corriendo ese riesgo, el Partido Nacional envió al gobierno y la opinión pública una señal de independencia que lo fortalece. Sobre todo porque renuncia a su legítima porción del botín estatal, justamente aquello por lo que sus adversarios (ahora en el gobierno) tanto lo criticaron. El suceso reafirma el liderazgo y la determinación del presidente Vázquez pero también el posicionamiento del Partido Nacional, lo que terminará de dilucidarse tras las municipales de mayo.

El resultado de la pulseada por el 4 y 1 fortalece a los sectores del oficialismo que suscriben una concepción hegemónica del gobierno, en la presunción de que, sin moros en la costa, la aplicación del programa marchará sobre ruedas. Esta visión hegemónica es recurrente en la vieja derecha y en parte de la izquierda latinoamericanas, hermanadas también en el paternalismo y la presunción de interpretar la voluntad popular. Se sustenta en el supuesto de que cuanto mayor es el poder que se detenta, más sólida y rápida es la construcción política que se promueve. Sin embargo, la instrumentación de cambios en un marco de libertades públicas y respeto por la alternancia democrática requiere del concurso de la oposición, cualquiera sea su proporción y sus definiciones programáticas.

Los partidarios de la hegemonía y los cambios a marcha forzada, creen encontrar en el contundente respaldo electoral de octubre pasado, sustento para sus presupuestos ideológicos y estratégicos. Olvidan que la pulseada no es entre el 51 por ciento del gobierno y el 34 por ciento del Partido Nacional. Quien queda afuera del poder y el control estatal en un gobierno de izquierda para todos los uruguayos y uruguayas , es el 49 por ciento de la ciudadanía. Por hacer una jugada de más, el gobierno se arriesga a poner en la vereda de enfrente a la mitad del país a quince días de haber asumido. ¿Valdrá la pena?

Suertempila

Gerardo Sotelo