De cómo un conflicto por una casilla en un muelle termina con un país paralizado por la falta de combustible, deberían dar cuenta todos los sectores involucrados. La desproporción entre la causa y la consecuencia es un asunto alarmante. Veamos cómo transcurrieron los hechos.

El gremio de Ancap resuelve no descargar un barco gasero alegando que hay “peligro de vida”, reclamo que presentaron hace dos años sin ninguna suerte. El presidente de la Federación Ancap, Artigas González, afirma que el gremio sólo reclama “una casilla en el muelle”.  Los trabajadores dicen que la Inspección del
Trabajo constató “catorce irregularidades” y el presidente de Anca, Raúl Sendic, en cambio, asegura que el ministerio permite desarrollar la actividad sin impedimento. Siete días después y con riesgo de escasez súper gas en pleno invierno, la mediación del PIT-CNT logra que se instale un “ámbito de negociación”.

Sendic dice públicamente que la verdadera causa del conflicto no es la casilla ni la seguridad sino la oposición de la Federación a la reestructura que promueve el Directorio, que pondría fin, entre otras cosas, a la “escalera del burro”. El buen tiempo despeja el riesgo de desabastecimiento de súper gas pero el transcurso de los días hace asomar el de la nafta.

Sendic anuncia lo obvio (que se le descontará a quienes no cumplieron con su tarea de descargar el barco los días que correspondan) y abre un nuevo frente. El gobierno negocia con el decreto de esencialidad pronto y se llega a un acuerdo el viernes a las diez de la noche.  A esa altura del partido, todas las partes involucradas sabían que el país iba a quedar sin combustible durante el siguiente fin de semana porque los transportistas no trabajan sábados y domingos. De hecho, algunas estaciones de servicio ya estaban desabastecidas el viernes de noche. Esta vez, el Titanic chocó con el iceberg ante el desdén de sus capitanes.

Los conflictos entre trabajadores y patrones son inevitables. En rigor, cuando no escala hasta un punto destructivo y violento, el conflicto debe ser visto como un motor de la dinámica social. Sin embargo, dejar a un país entero sin combustible como consecuencia de un reclamo  por una casilla en un muelle es un hecho desproporcionado, sobre todo si había una negociación en curso. Tan desproporcionado es que termina abonando la tesis de Raúl Sendic. De hecho, Artigas González dijo, después de todos estos acontecimientos, que ahora lo primero es evitar la aplicación del  Decreto 401, que prevé descuentos por paro distorsivo, y que el problema de la garita.. ¡“está en el lugar 10”!

Para quienes cobran su salario y sus propinas vendiendo nafta  y para quienes contaban con el combustible para pasar el fin de semana, tanto da que el desabastecimiento haya sido generado por una picardía o por una burrada. La desproporción entre el hecho generador y las consecuencias, sin embargo, debería preocuparnos a todos.