Oxfam Internacional volvió a poner el grito en el cielo. Según un estudio realizado por esta organización humanitaria, en el 2015 el 1 por ciento de los más ricos del mundo tendrá más riqueza que el 99 por ciento restante. La directora ejecutiva de Oxfam, Winnie Byanyima, sostuvo que "la magnitud de la desigualdad mundial es simplemente asombrosa" y alertó que "la brecha entre los más ricos y el resto se está ampliando rápidamente".
Una primera mirada sobre un reparto así de desigual podría desatar valoraciones morales o sociales. Es habitual que a los estudios sobre cuánto ganan los ricos y los pobres se le agregue el calificativo de "injusto" o incluso de "escandaloso". En sentido inverso, podría pensarse que la panacea sería la equidad o paridad absoluta en el ingreso de las personas, y más que eso, que existe algún mecanismo económico o político que puede conducirnos a ese paraíso. En ambos casos, las noticias no son buenas.
Para empezar, la indignación se justifica por dos razones que operan en sentido inverso: 1) porque efectivamente hay millones de personas en el mundo que viven muy mal (especialmente niños que mueren de deshidratación o enfermedades curables) mientras unos pocos viven en la opulencia, y 2) porque se supone que el dinero que George Soros y Warren Buffett acumulan a raudales, lo obtienen porque millones de personas la pasan muy mal. El razonamiento es doblemente desencaminado y suele conducir a indignaciones improductivas, cuando no francamente destructivas, especialmente de oportunidades de desarrollo para los más pobres.
Si George Soros aumentara su riqueza en 20 por ciento y Liberia la redujera en un 10 por ciento, observaríamos efectivamente un aumento en la brecha entre ricos y pobres. En cambio, si Soros perdiera el 20 por ciento de su fortuna y los liberianos el 10 por ciento, la brecha se reduciría pero el sufrido pueblo africano no tendría razón alguna para festejar.
Las soluciones de Oxam incluyen siete puntos que compendian sus buenas intenciones. Entre ellos, la organización apunta a lo que deberían hacer los gobiernos para evitar que la riqueza termine dilapidándose en demagogia y más dependencia de las elites locales. Más bien se encaminan a asegurar a los más pobres unos salarios mínimos y el acceso a los servicios básicos, como salud y educación.
Lo importante debería ser la reducción de la pobreza, lo que se logra aumentando las oportunidades de acceder a la riqueza, y para eso no se conoce otra fórmula que participar en ciclos económicos que hagan aumentar los bienes y las divisas. Esto es, cuanto mayor sea la riqueza disponible, más oportunidades podrán crearse para que los pobres salgan de su condición.
Así visto, el aumento de los ricos y sus fabulosos tesoros es una señal de creación de riqueza, lo que podría favorecer también el aumento en las oportunidades de desarrollo humano y de reducción de la pobreza. Por cierto, una cosa no garantiza la otra pero es seguro que sin aumento de la riqueza no hay solución posible para los más pobres.
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