Por Gerardo Sotelo
La definición parece sacada de un folletín anarquista de hace doscientos años. En efecto, le corresponde a Pierre-Joseph Proudhon, filósofo político francés de la primera mitad del Siglo XIX, el dudoso honor de acuñar la expresión "la propiedad es robo", fuente de inspiración de la teoría anarquista, de la cual Mujica parece tributario.
Sin embargo, la idea de que toda forma de comercio es esencialmente un robo, ha sido alentada en Occidente durante dos mil años, acaso debido a una interpretación interesada de la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén, por parte de Jesús. El medievalista francés Jacques Le Goff sostenía que la condena a los mercaderes por parte de la Iglesia católica durante largas centurias, se justificaba en la concepción de que unas personas dedicadas a obtener ganancias solo podían estar alentadas por la codicia. Semejante prédica les facilitó las cosas a los modernos enemigos del comercio, especialmente a los revolucionarios marxistas de los siglos XIX y XX.
No puede sostenerse seriamente que amenazar de muerte a una niña en una pollería o matar a un comerciante a quien se acaba de asaltar, es una conducta de la misma naturaleza que la compraventa de inmuebles o veranear con la familia en el Caribe, separadas tan solo por la ansiedad del desposeído.
La diferencia entre el pobre honesto y el que delinque no es la escasez relativa de bienes o servicios sino de vínculos, afectos, contención, valores y modelos a imitar. De modo que la expresión del expresidente naturaliza una conducta violenta e injusta que, por otra parte, victimiza principalmente a los más pobres.
Pero además, la diatriba estigmatiza al burgués histórico, cuyo dinamismo y ansiedad han impulsado al mundo a la fase de mayor expansión económica, social, cultural, tecnológica, democrática y de derechos, que se tenga memoria.
Para la economista estadounidense Deirdre McClos-key la principal virtud de la burguesía no es tanto la prudencia de comprar barato y vender caro sino la de "comerciar en lugar de invadir, la de calcular las consecuencias, la de perseguir el bien con competencia".
Aceptar un comercio sustentado en la competencia y no en las prebendas fue la antesala de la lucha por la libertad política, en la medida en que el comercio libre necesita el imperio de la ley y esta, de un pacto celebrado entre ciudadanos (no entre vasallos ni súbditos), administrado con independencia de los poderes fácticos.
José Mujica se ha convertido en un referente de millones de personas en el mundo y es aún hoy uno de los más influyentes y populares políticos uruguayos. Por esto mismo, es necesario rebatir frontalmente sus disparates, especialmente cuando expresan un sesgo populista y una ideología vetusta. Aún estamos a tiempo.