La reciente decisión de expropiar YPF no fue una decisión fundada en la ideología, ni en la reivindicación de valores o principios de la izquierda o del viejo peronismo. Tan no es así que todos han recordado cómo Néstor Kirchner apoyó en forma entusiasta la privatización realizada en la época menemista.
La decisión tomada por el gobierno argentino es "lisa y llanamente" el resultado y la consecuencia de una línea de política económica que es "hija de la necesidad" de cubrir un creciente "agujero negro" y un proceso irreversible de crisis y desequilibrio en el manejo de la política económica.
La lógica de la conducción económica argentina está subordinada a objetivos políticos que han llevado a un permanente desequilibrio de las cuentas públicas. El gobierno argentino se ha convertido en una verdadera "aspiradora" de recursos para paliar una situación cada vez más inestable. Antes fueron las reservas del Banco Central, los fondos de las AFJP, los impuestos al agro... nada alcanza para equilibrar la crítica situación existente.
Es sorprendente que desde este lado del Río de la Plata el Presidente José Mujica salga a apoyar y defender la decisión argentina. Sorprende porque esa no es la línea de la conducción económica uruguaya, por el contrario todo el esfuerzo y el trabajo realizado durante años, de este y anteriores gobiernos, ha estado dirigido a generar las condiciones de estabilidad, previsibilidad y confiabilidad de nuestro país para poder captar inversiones. Sorprende, además, porque le hace mucho daño al país que se conozca que nuestro Presidente ve con "buenos ojos" y justifica semejante atropello a la credibilidad y la confianza, valores decisivos en el mundo económico actual.
La esperanza que tenemos es que los agentes económicos no tomen en serio las afirmaciones de nuestro Presidente y confíen en que, en realidad, el discurso es "para la tribuna", mientras que las políticas y las decisiones de fondo quedan en manos de quienes conducen la política económica.
Pero más allá del episodio concreto y de sus repercusiones que, a no dudarlo, serán muy graves para el vecino país; lo cierto es que nuestro gobierno debe (discursos aparte) destinar a un equipo de técnicos del mejor nivel a estudiar en profundidad cuál puede ser el final del proceso crítico de Argentina; que tipo de crisis enfrentará el vecino país y, fundamentalmente, cuáles pueden ser los impactos que esa crisis tendría sobre nuestro país.
Estas historias ya las vivimos. Seguramente no estamos en presencia de una situación similar a la ocurrida una década atrás; pero ciertamente Argentina va camino a una situación crítica inédita y novedosa y, como siempre, esta tendrá impactos sobre nuestro país.
Es imprescindible "adelantarse" al desenlace de la película y actuar preventivamente, al menos por una vez. Pero para ello debe existir conciencia de que nuestro vecino vuelve a encaminarse a uno de sus ya cíclicos procesos de desequilibrio gubernamental y, por lo tanto, es necesario elaborar un "plan de contingencia" que controle o aminore los daños.
Lo peor que se puede hacer es aplaudir el disparate o "mirar para otro lado".