Previamente se emitió un video que, de manera por demás gráfica, trasmitía la mirada crítica que las cámaras empresariales convocantes poseen sobre la actual situación de la economía y de la competitividad de nuestro país.
El video reflejaba el contenido de un documento técnico que estas cámaras habían firmado y enviado a los panelistas. El planteamiento de las cámaras empresariales repasaba aquellos aspectos que generan preocupación sobre la actual y, sobre todo, futura situación de nuestra economía y sus oportunidades de desarrollo. La interpretación de las cámaras puede ser compartible o no, pero ciertamente es una mirada legítima, seria, técnicamente fundada y respetuosa con respecto a las autoridades gubernamentales.
Así lo asumieron los tres profesionales convocados que reflexionaron sobre el tema con serenidad, seriedad e idoneidad técnica. Por otra parte, los invitados eran destacadas figuras que habían integrado los equipos económicos de gobiernos anteriores de diferente orientación partidaria. En efecto, disertaron Javier de Haedo que participó de manera protagónica del gobierno blanco de fines de los ochenta, Isaac Alfie que fue Ministro de Economía en los difíciles tiempos de la crisis y su salida posterior y Alvaro García que fue ministro de la última parte del primer gobierno del Frente Amplio.
Ninguno de los tres manifestó enojo ni incomodidad; particularmente el ex ministro de la administración Vázquez defendió a la actual política económica, indicando aquellos aspectos del informe empresarial que no compartía, pero en ningún momento se sintió atacado ni cuestionado por las posturas desarrolladas en el documento que sirvió de punto de partida del debate.
Era lo lógico y lo obvio en una convocatoria que buscaba una reflexión profunda y técnica sobre los problemas actuales del país.
Sin embargo, pocos días después desde el gabinete ministerial se expresaron afirmaciones duras y descalificadoras hacia los actores empresariales convocantes. La reacción gubernamental es totalmente fuera de tono y de lugar; es impertinente y no es de recibo.
Por el contrario, el gobierno debería evaluar positivamente que los actores empresariales manifiesten con respeto y seriedad sus puntos de vista, incluyendo sus propias demandas y reivindicaciones. ¿Alguien puede dudar que la economía de nuestro país se encuentra en un momento de cambio de tendencia? ¿Alguien puede discutir que nuestro país atraviesa por un momento en el que su competitividad se ha visto nítidamente erosionada? ¿Alguien puede discutir que la industria está enfrentando un freno en el proceso de crecimiento?
Es indiscutible que algunos de los costos de producción en nuestro país son muy altos. Es indiscutible que el Estado, lejos de reformarse significativamente, transfiere su peso a la actividad económica y productiva. Tampoco es discutible que ciertas normas del mercado de empleo establecen rigideces que afectan nuestra competitividad en el mundo.
Es cierto que la mayor parte de las variables que hoy están amenazando la evolución de nuestra economía son exógenas y provienen de un cambio en las condiciones de la economía internacional sobre el que nuestro país y nuestro gobierno no tienen posibilidad de influir. Sin embargo, los márgenes de maniobra propios deben extremarse a los efectos de enfrentar la nueva coyuntura minimizando los impactos negativos.
Porque también los excepcionales tiempos de bonanza por los que transitamos durante estos años fueron consecuencia de un escenario internacional particularmente benévolo con las condiciones de nuestro país. Sin embargo, bueno es decir que no alcanzaba con tener el viento a favor, además había que "saber poner la vela" para aprovechar adecuadamente el impulso.
Ciertamente el manejo macroeconómico de la conducción política de nuestro país, en términos generales, "supo poner la vela en la dirección apropiada. No todo lo bueno que nos pasó en estos años fue mera consecuencia de las variables exógenas.
Pero entonces, aceptemos ahora que ante un escenario en el que el "viento cambió", también existen márgenes de decisión política que podrán hacer que las dificultades impacten más o menos sobre nuestra realidad. Justamente a eso apuntó el documento de las cámaras empresariales.
Así es el juego gubernamental, los actores corporativos reivindican sus puntos de vista y sus intereses presionando para obtener respuestas favorables y los actores políticos deben tener la capacidad de evaluar y agregar los intereses contrapuestos, equilibrando las demandas cruzadas. En este juego el que se enoja pierde, porque deja de cumplir su función esencial.
La incapacidad de aceptar críticas es el primer paso para el error. La instancia de la semana pasada debió haber sido el primer paso para habilitar un diálogo en profundidad entre el gobierno y los actores económicos (empresarios y trabajadores) que permita avanzar de la manera más positiva para el país.
Por el contrario, la reacción gubernamental ha sido destemplada, insólita y desproporcionada. Hasta han circulado versiones de "amenazas tributarias" más propias de un "guapo de barrio" que de un equipo que es responsable del manejo de la economía del país. A veces da la impresión de que los que conducen la política económica solo están preparados para "los tiempos de vacas gordas" y "pierden fácilmente los estribos" apenas surgen dificultades en el horizonte.
Más vale pensar esto y no que los enojos se deban a quienes fueron los invitados y las eventuales señales que las invitaciones indican sobre los nuevos tiempos políticos que se avecinan. Sería muy lamentable que así fuera.