Esta semana el tema dominante en el Uruguay y en la imagen que proyectamos al mundo fue la situación en ANTEL. Leí varias notas internacionales – algunos francamente deformados – que se emitieron por agencias y corresponsales extranjeros sobre el impostor que trabajó durante más de un mes de ANTEL.
Voy a tratar de hacer un ejercicio difícil: ¿cómo hubiéramos reaccionado los frenteamplistas si la situación hubiera sido inversa, es decir ellos en el gobierno y nosotros en la oposición? Y viceversa, ¿cuál hubiera sido el comportamiento posible de las autoridades tradicionales?
Algunas premisas, que en estos temas importan mucho. ANTEL es sin duda la empresa uruguaya (pública y privada) que enfrente la oposición, la contradicción más compleja y difícil en el plano comercial, tecnológico y estratégico. Creo que en eso todos coincidimos. La competencia no se limita a la venta de celulares o de servicios de Internet, es estratégica, como lo demuestra por ejemplo el Plan Ceibal y ahora el Plan Cardales, y las inversiones en infraestructura. Choca frontalmente además con dos gigantes mundiales.
A pesar de que Uruguay es un mercado relativamente pequeño, es un gran banco de pruebas. Si este país en el uso de la telefonía y el acceso a las nuevas tecnologías se sitúa entre los primeros de la región, con programas y proyectos innovadores y con una empresa estatal liderando el proceso, incluso penetrando en cotos cerrados de las telefónicas y de otras grandes empresas privadas, como en el sector de los contenidos, es notorio que representa una amenaza, un reto para los otros grandes jugadores. Esos que se compraron las grandes empresas públicas en casi todos los países de la región. Esos que hoy representan el sector de más crecimiento en valor en todo el mundo.
La disputa de las soluciones tecnológicas en los diversos sectores es otro terreno de dura competencia entre otros gigantes de diversos países. Y ANTEL está en el medio.
Si se comparan los resultados obtenidos en estos cuatro años y medio en relación a todos esos elementos: venta de celulares (más de 1:600.000), telefonía fija (900 mil), banda ancha para usuarios particulares (300 mil), cable submarino para conexión internacional y modernización del equipamiento (G3 etc) y la relación entre el número de funcionarios y la facturación de la empresa, se pueden apreciar avances extraordinarios. Además ANTEL aportó 100 millones de dólares por año al Estado, es aún en las medidas más mercantiles, una empresa eficiente y con excelentes resultados.
ANTEL es la tumba de dos mitos que durante mucho tiempo circularon en el Uruguay y en buena parte de la región. Las empresas públicas pueden ser eficientes y dar resultados con enormes inversiones y con resultados económicos. Y segundo lo pueden hacer en competencia con otras empresas, sin monopolio.
Uruguay ocupa hoy los primeros lugares en casi todos los sectores del uso y acceso de las nuevas tecnologías de la información, y de consumo per capita y en términos absolutos de equipos de tecnología digital. El actor principal es sin duda ANTEL. Y estas son cifras disponibles en los múltiples sitios que se ocupan de estas mediciones a nivel internacional.
Segunda premisa: Edgardo Carvalho es un excelente persona, trabajador y totalmente comprometido con sus obligaciones como presidente de un ente del Estado, una persona honesta y además participe de los planes y objetivos generales de este gobierno. Su labor en ANTEL no se limitó a presidir la empresa sino a integrarla al proyecto nacional. A la señora Gladys Uranga no la conozco. Supongo que 37 años trabajando en una empresa manejando temas tan delicados como las licitaciones y las compras debe ser una prueba suficiente de su capacidad y su honestidad.
Hubo un resbalón. Complejo porque tiene muchas implicancias y porque tiene su origen en un episodio anterior, también muy delicado. Y el golpe fue duro. Nos costó el presidente y la vicepresidente de ANTEL y una exposición negativa para una empresa muy importante para el Estado y para el gobierno. Y para todos los uruguayos.
Que no nos cueste además una danza innoble. Este personaje que se hizo pasar por un especialista en inteligencia, actuó a partir del episodio del vicepresidente anterior Gonzalo Perera. Quien lea cuidadosamente el proceso, los tiempos, los contactos establecidos por el impostor comprobará claramente que seguía esa situación y se movió a partir de ese episodio. Yo no voy a sumarme a las especulaciones que circulan en todas las direcciones posibles, voy a esperar que culmine una investigación administrativa y judicial seria.
Hay muchas zonas oscuras y contradictorias. No se puede hacer una lectura lineal. Y ahora voy al título. Si esto hubiera sucedido durante un gobierno blanco o colorado hubiéramos puesto el grito en el cielo. No tengo la menor duda y hubiéramos exigido que la situación se investigara a fondo.
Hubiéramos exigido que los responsables fueran removidos. Tampoco creo que ninguno de mis compañeros de izquierda tenga alguna duda sobre este aspecto. Esa exigencia surgiría de una mezcla de dos cosas: por un lado la obligación de que los jerarcas asuman sus responsabilidades, exigencia sana y necesaria cuando se trata de cargos políticos y hubiéramos reaccionado por razones estrictamente políticas, es decir los resbalones adversarios se cobran. No me gusta hacerme el santurrón. Lo hubiéramos hecho.
La oposición en este caso ni siquiera tuvo tiempo de reclamar renuncias, porque los propios directores las ofrecieron de inmediato y el presidente las aceptó. No estoy tan seguro de que esos hubieran sido los tiempos y las reacciones de los partidos tradicionales. Y no es por maldad que no estoy tan seguro que lo hubieran hecho.
Es porque en principio se consideraban infalibles, y en otra medida eran los dueños naturales del poder y podían administrarlo de manera discrecional. Las renuncias aceptadas es una forma de autocrítica, de aceptar el error, de asumirlo, aunque hubiera una trayectoria impecable, resultados inmejorables, una gran capacidad y mucho empeño. Tanto por parte de los directores como del presidente Vázquez hubo un manejo diferente del poder y de las prioridades. La velocidad de las resoluciones tienen mucho que ver con las prioridades.
Aquí la prioridad – aún a costa del dolor frente a dos excelentes directores – era la empresa, era el capital institucional y político que estaba en juego e incluso – tampoco nos distraigamos – era el propio gobierno.
El Dr. Lacalle en un reportaje reciente al preguntarle sobre algunos episodios de mala administración o directamente de corrupción durante su gobierno, declaró que ninguno había aparecido durante su gestión, todos habían aparecido posteriormente. Y precisamente eso es lo malo, muy malo. Y lo diferente.
Lo importante es que un gobierno reaccione en su momento y asuma las responsabilidades, tome las medidas necesarias, promueva las investigaciones y marque claramente las prioridades y no se siente sobre el trono y por encima de los comunes mortales.
La frase de que nadie está vacunado contra los errores de diverso tipo, es recurrente, lo que no siempre son recurrentes y rápidas son las reacciones, es la claridad en las prioridades. Este gobierno ha demostrado que sabe reconocer los errores y que por encima de todo ha situado siempre los intereses de Estado. Aún a costa de pagar un duro precio funcional y humano.
El ejercicio de un buen gobierno tiene esa obligación, como uno de los ejes de un correcto manejo del poder. Como defender con convicción una trayectoria, una gestión e incluso a una colega-compañera en el desempeño de sus funciones, es un gesto de hidalguía y de responsabilidad de Edgardo Carvalho. La buena gente aparece mucho más en las crisis que en la calma chicha.