La campaña electoral sigue un curso poco constructivo. El último cruce de opiniones entre Lacalle, Astori y Mujica sobre las jubilaciones de los ex presidentes es sólo una muestra de cómo se puede montar una polémica en base a la descalificación personal, la imprecisión y la superficialidad.
Por lo que se ha visto últimamente, la sucesión de declaraciones entre los dos principales contendientes reproduce este patrón: 1) la fórmula nacionalista hace un comentario o propuesta, 2) Danilo Astori responde con munición gruesa, y 3) la fórmula nacionalista responde de una manera imprecisa o elusiva. La estrategia blanca de no contestar agravios y de presentar propuestas está empezando a mostrar sus limitaciones. Aunque busca demostrar la capacidad de gobierno de la principal fuerza de oposición, no le permite reaccionar adecuadamente a las acusaciones de parte del oficialismo, lo que últimamente ha incluido epítetos de todo calibre.
Los blancos le reclaman neutralidad al presidente Vázquez y sus ministros frente a las tentaciones de la campaña electoral, pero lo cierto es que los candidatos oficialistas obtienen del gobierno otro tipo de beneficios políticos. En primer lugar, porque la administración Vázquez exhibe buenos resultados macroeconómicos y avances significativos en cuestiones sociales. En segundo, porque una fórmula que hereda un gobierno de tales características, no necesita demostrar capacidad de gobierno ni plantear ideas demasiado innovadoras. Además, la incertidumbre que despertaba una eventual candidatura presidencial de Mujica en algunos sectores frentistas se disipó sin dejar señales en la intención de voto del Frente Amplio. En este escenario, quien debe tener y defender la iniciativa es la oposición. Como ocurría antes con el Frente Amplio, la fórmula liderada por Luis Alberto Lacalle no tiene más remedio que hacer una campaña basada en propuestas. Sin embargo, debería demostrar también carácter. Es donde tiene problemas.
Hasta ahora, cada ocurrencia o propuesta nacionalista, ha sido respondida con dureza desde el Frente Amplio, particularmente en boca de Danilo Astori. Así, el ex ministro calificó como ineptos a quienes prepararon el programa de gobierno del Partido Nacional, que valoró como "pésimo", y dijo que el gobierno de Lacalle será recordado por haber vendido dos bancos a "una banda de delincuentes". Antes había lanzado ataques fulminantes y sin matices, con referencia a lo de la motosierra.
Lo llamativo es que semejante andanada de ataques no haya encontrado hasta ahora una respuesta contundente desde filas nacionalistas. No es que no respondieran; es que las respuestas no estuvieron a la altura de las acusaciones. ¿Es una cuestión de estrategia o de falta de previsión? Aun tomando como válida la primera hipótesis, parece difícil que la fórmula nacionalista obtenga algún beneficio electoral mostrándose a la defensiva, si quiere convencer a los indecisos de que vale la pena desalojar del gobierno a una fuerza política que exhibe números razonablemente positivos.
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