El miércoles 26 de marzo el Frente Amplio cumple 37 años desde su primer acto público. Yo estuve allí, era uno más entre miles de compatriotas. Me gustaría tener una buena memoria para los detalles. No sólo para los frenteamplistas esa fue una fecha que se ha integrado a la historia nacional y por lo tanto los testimonios tienen el valor de la miradas individuales sobre un gran acto colectivo.
Tengo grabadas en la memoria las palabras de Seregni, su fuerza, su convicción y su enfoque diferente a la tradición de la izquierda uruguaya. Es lo que más recuerdo. Y la gente, mucha gente, alegre, comprometida, encontrándose junta por primera vez.
Contándonos con ese optimismo que dan las multitudes. ¿Qué ha cambiado en estos 37 años? Todo, o casi todo. En el mundo ya no existe el choque de bloques contrapuestos que dividían en dos todo el planeta, ahora todo es mucho más complejo y variado. Pero hay algo importante que no ha cambiado, los ricos y los países ricos siguen siendo ricos y los pobres mucho más pobres. Las cifras son abrumadoras. Los seres humanos no logramos aplicar todo el enorme potencial de ciencia, de tecnología, de innovación para resolver las condiciones mínimas de vida para nuestros semejantes.
Es más, la brecha entre unos y otros se hizo mucho más profunda y ancha. Y no es un lugar común, todas las estadísticas de las Naciones Unidas lo confirman. No existe más la guerra fría, pero hay decena de guerras calientes locales. La lista es interminable, en Asía, en África, en Medio Oriente.
En América Latina hemos mejorado substancialmente desde el punto de vista democrático y de la paz, todavía queda en Colombia un conflicto que lleva casi medio siglo. Pero estamos muy lejos de aquel panorama sombrío de los años 70, con dictaduras o golpes en ciernes en muchos países. En eso hemos producido un gran cambio positivo. ¿Y en Uruguay? Detallar los cambios que se han producido en nuestro país exigiría un espacio mucho más amplio. Reseñemos algunos. Por primera vez en la historia nacional hay un gobierno de izquierda y los partidos tradicionales son la oposición.
Los resultados de este gobierno en materia de crecimiento económico, de inversiones, de creación de empleo, de políticas sociales para los sectores más desprotegidos son las más importantes en muchas, demasiadas décadas. Y sin embargo...los frenteamplistas -una de cuyas características era la capacidad de convocatoria y movilización ciudadana- estamos paralizados, desmotivados, como si la llegada al poder nos hubiera sacado nervio y voluntad.
Hablamos por intermedio de la encuestas. Veremos que sucede en este acto del 26 de marzo del 2008. Será una prueba importante. Escucharemos atentamente los discursos – algunos al pié del estrado – otros a través de los medios de comunicación. No hay duda que en un sentido o en el otro el acto será un tema central de la vida política nacional. Y nos contaremos. ¿Para que? ¿Sólo como demostración de fuerzas, como lanzamiento de nuestra campaña electoral para el 2009? ¿Para defender y difundir la labor del gobierno? Veremos, estaremos atentos. Estoy seguro que la oratoria será variada y llena de puntas.
Pero el protagonista principal del acto, como lo fue en 1971 será el público, sus dimensiones, sus reacciones, su interés y su humor. En 1971 estrenamos todo: Frente Amplio, símbolos, unidad, líder con Liber Seregni, mística, y sobre todo esperanza de que se podía cambiar este país injusto, autoritario y exprimido por sectores sociales y políticos que se consideraban dueños del poder y de la riqueza nacional. En este 26 de marzo no estrenamos nada.
Estamos en el gobierno desde hace más de 3 años, gobernamos 8 intendencias municipales, conocemos las mieles y las hieles del poder. No tenemos todavía candidato a la Presidencia y tenemos muchas preguntas. Muchas más preguntas que hace 37 años. Por un lado es positivo, las preguntas obligan a pensar, a innovar, a buscar, pero por otro lado, debemos asumir que nuestra búsqueda de respuestas es pobre, reducida, sin grandes novedades.
Recuerdo y me arriesgo. Luego de aquel enorme acto del 26 de marzo de 1971 tuve la sensación de que algo muy profundo había cambiado en la política y la historia nacional, algo que tenía que ver con nuestras vidas cotidianas, con nuestra convivencia, con nuestros destinos personales. Fue un gran cruce de un proyecto político con la vida concreta y cotidiana de cientos de miles de uruguayos. Creo que todos tuvimos esa sensación.
Ahora, 37 años después y para que el acto no sea liturgia, no sea nostalgia de cosas que no se pueden repetir, para que vuelva a convocar a la gente a depositar parte de sus esperanzas y de sus sueños en los proyectos colectivos y en un gran proyecto nacional, hace falta que nos convoquen, que nos entusiasmen, que nos emocionen, que nos hagan sentir parte de ese proyecto y no sólo votantes.
Queremos votar, queremos definir con nuestro voto y no queremos que vuelva el pasado, pero queremos algo más, mucho más: queremos tener una parte, pequeña pero importante de esa obra que esperamos completar hasta el 2010 y continuar más adelante. ¿Se puede, se debe reconstruir la mística, la pasión política de hace 37 años? Difícil, no sólo por los cambios dramáticos que han sacudido el planeta y a muchas generaciones, sino porque en general la política hoy le cuesta despertar pasiones.
Pero si no logramos darle épica, darle sentido trascendente a la labor de construir, de hacer más justo, más libre, más democrático, más culto a nuestro país y a nuestro continente, seremos administradores de nuestras expectativas, gestores de nuestras esperanzas y observadores de nuestro destino.
Han cambiado muchas cosas, pero la principal pregunta es ¿cuanto hemos cambiado nosotros? Mucho, pero si me preguntaran cual es el cambio más profundo que se ha producido en nosotros, en los uruguayos en general y en los izquierdistas en particular, el cambio que nunca deberíamos dejar de reflejar en todos nuestros actos, refiere a una frase de Miguel de Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida” Y si nos convocan allí estaremos, no para defender una libertad que no está en peligro, sino para hacerla más plena, más profunda, incluso para liberarnos de la necesidad. Hemos cambiado mucho pero hay cosas que no cambian.
Carlos Marx en sus Manuscritos Económicos y Filosóficos escribió que “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas” Nos gustan los buenos datos sobre las cosas, pero nos sigue gustando tener sueños y esperanzas no queremos vivir sólo en un mundo de cosas.
Que nos convoquen.
PD. Ocho oradores, todos hombres, por lo tanto ni una sola mujer es demasiado. Seguimos mal.