2016 no fue un año feliz para los pronósticos de los economistas: el dólar no solo no aumentó en el entorno del 25% como pronosticaron, sino que cayó levemente, con lo que ni siquiera acertaron a la tendencia. Esto disparó una nueva polémica acerca de la validez de las opiniones de los expertos y la utilidad de sus pronósticos, en la que los economistas, independientemente de su talle y color, cerraron filas en su propia defensa.
Voy a tomar como punto de partida un tweet del economista Gabriel Oddone, que dice textualmente “lo hacemos porque es preferible hacerlo con errores que no tener pronóstico. Por eso la reputación del profesional lo es todo”
Si asumimos que 140 caracteres no alcanzan para expresar decentemente ni media idea, debemos interpretar la frase de la mejor forma: los pronósticos que hacen los economistas no son dicotómicos: si o no, sino probabilísticos, definiendo los valores que tienen más chance de transformarse en reales. Este tipo de pronóstico tiene implícito el error, precisamente por su naturaleza probabilistica.
En ese contexto, el análisis no debería centrarse en si puede o no haber errores sino en si “es preferible hacerlo con errores”, lo que es lo mismo dar respuesta a la pregunta de si los pronósticos de los economistas aciertan más de lo que erran. Como sus primos hermanos los encuestadores, los economistas no son muy afines a este tipo de análsis, al menos en los mismos medios masivos en los que difunden sus pronósticos.
Si partimos de que los medios masivos consumen verdades simplificadas y plausibles, a lo que se suma la incapacidad cognitiva innata en nuestro cerebro para enteder de forma intuitiva los fenómenos probabilísticos, el espacio en los medios de los pronósticos de los economistas está asegurado: una pequeña explicación ex post de que la reserva federal no hizo tal o cual cosa que prometió, o que Putin invadio menos países de los que preveía, y listo, está todo pronto para el pronóstico del año que viene. El consuelo es pírrico, porque esta es la misma explicación por la que los medios no paran de difundir los pronósticos de astrólogos, curanderos y “horoscopólogos”.
Lo que nos deben Oddone y sus colegas, si están más preocupados por su reputación científica que por su reputación mediática, es un análisis serio y fundado en datos que comparen sus pronósticos contra la realidad en un período de tiempo razonable y con un volumen de pronósticos significativo.
Cierto es que acertar muchas veces no es garantía de calidad del modelo de pronósticos, como nos enseño aquel que después de ganar 7 veces a la ruleta rusa, se convenció de que había encontrado la fórmula. Pero el contrario si es válido: un modelo de calidad tiene que pronosticar mejor que el azar, un mono tirando dardos o que una regla tan tonta como que el dólar va a estar a fin de año exactamente igual que al principio. Para este último caso, acá están los datos, de modo que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones.