Ayer se realizaron actos en Argentina y Gran Bretaña recordando la guerra de las Malvinas o del Atlántico sur. Nombres a gusto del consumidor. Duró 74 días y al finalizar la derrota de las tropas argentinas fue total. Se rindieron y los sobrevivientes fueron hechos prisioneros.
Fue una gran victoria militar y política de Margaret Thatcher, la quinta esencia de la derecha británica y mundial, la madre del neoliberalismo y el peor ajuste regresivo en el Reino Unido, y fue una derrota aplastante para el régimen militar argentino que había tomado el poder en 1976.
En el conflicto, si los británicos llegaban con una expedición militar a las islas, su victoria era simplemente un problema de tiempo, pero siempre hubieran triunfado. No había la más remota posibilidad estratégica y táctica, ni a nivel técnico y profesional de que los británicos fueran derrotados por las mal preparadas y peor abastecidas fuerzas armadas argentinas, comandadas por generales y marinos ineptos y sobre todo cobardes que se habían habituado a combatir cómodamente la guerra sucia. Sucia para los 30 mil desaparecidos y las miles de víctimas civiles.
Los soldados argentinos desplegados fueron 10 mil, los británicos enviaron 15 mil de sus mejores tropas. El informe Rattenbach, elaborado al finalizar la guerra y recientemente desclasificado a pedido de la presidenta Cristina Kirchner, destaca que las tropas argentinas no estaban "adaptadas ni equipadas para soportar el clima (muy frío) y las condiciones de vida en el teatro de operaciones" y que se encontraron con "un enemigo altamente capacitado y equipado". Los ingleses hicieron cabeza de playa y desembarcaron en San Carlos y desde allí avanzaron hacia Pradera de Ganso (o Goose Green). Esa batalla, desarrollada entre el 27 y el 28 de mayo, torció para siempre la balanza de la contienda. En 12 horas de combate, murieron 200 soldados argentinos y 18 británicos. A su vez, 1.400 argentinos fueron apresados. A partir de entonces, el avance inglés hacia Stanley fue imparable.
El coronel argentino retirado Manuel Dorrego, a quien se le encargó la invasión de las Malvinas, reconoció la semana pasada en entrevista con la agencia de noticias española EFE: "Fue un intento mal calculado, mal elaborado. No estábamos debidamente preparados". Hasta tal punto que si el bloqueo impuesto por los ingleses sobre las tropas argentinas hacia el final de la guerra hubiera durado unos días más "nos habríamos tenido que rendir por inanición". Los británicos iban por una victoria militar rápida y no por un prolongado cerco.
El 14 de junio, las tropas británicas llegaron a Puerto Argentino o Port Stanley, la capital de las Malvinas y los argentinos se rindieron. En 42 días de combates, murieron 649 argentinos y 255 británicos. El 39% de los ex combatientes argentinos intentó suicidarse después de la guerra. 454 lo lograron. El dictador "sobrio" Pedro Fortunato Galtieri, luego de su instante de gloria hablando a las multitudes desde la Casa Rosada, tuvo que renunciar tres días después de la rendición. Era el principio del fin de la dictadura más sangrienta de la historia de América Latina y -naturalmente- de la Argentina.
Reitero: cuando la flota británica partió hacia el Atlántico Sur, con todo el apoyo logístico y de inteligencia de los Estados Unidos de Ronald Reagan, la suerte estaba echada.
La única posibilidad para los dictadores hubiera sido que se hubieran entablado negociaciones, de cualquier tipo. No sucedió y la Thatcher -que afrontaba una profunda crisis económica y social- fue reelecta por el 42.4% por los súbditos de la Corona agradecidos. Un regalo inigualable que la mantuvo en el gibierno hasta 1990.
Si los militares argentinos, que afrontaban dificultades políticas, sociales y económicas de todo tipo, no hubieran sido derrotados ¿Qué hubiera sucedido? No hace falta ser genial para predecirlo, hubieran ganado unos cuantos años más de terror, de opresión sobre la sociedad argentina, retrasando el proceso de democratización de toda la región, incluyendo el Uruguay.
No le debemos la democracia a los Gurkas británicos, pero le hubiéramos debido unos cuantos años de tormento si el borrachín de Galtieri hubiera ganado o empatado la pulseada. No lo escuché decir así brutalmente, pero creo que muchos lo pensamos.
Nadie de las decenas de miles de exiliados latinoamericanos salimos a festejar, pero en privado teníamos esa sensación del próximo fin de régimen. Los únicos que no pensaban así eran los argentinos. Los mismos que desbordaron las plazas con su apoyo a la invasión. Los otros estaban simplemente exiliados y eran sobrevivientes de una masacre, pero la Patria era la Patria, aunque se tratara de unas islas alejadas de toda la historia argentina y muchos tuvieran claro que se trató de un gesto desesperado de los dictadores. Era el amor a la Patria o la hipocresía. Nadie está vacunado.
En las manifestaciones de Plaza de Mayo había banderas uruguayas y exiliados uruguayos ocultos y aquí en Uruguay se levantaron voces de izquierda, serias y combativas contra la dictadura que se pusieron del lado de Argentina. ¿Posición de principios? ¿Aprovechar un momento táctico de apertura para hablar más fuerte? Nunca lo sabremos.
Lo cierto es que nuestros Gregorios Álvarez, Rapella y otros nombres deglutidos por la historia, si Galtieri ganaba o empataba hubieran festejado a cuatro carillos. Y no se equivocaban. Y la derrota también los impactó.
La historia tiene muchos ejemplos de esas situaciones, de esas paradojas, de esas tragedias contradictorias.
Nadie puede decir cuanto más hubiera durado la dictadura argentina, pero no tengan duda que más allá de las frases altisonantes y precocidas, la Casa Rosada y sus irradiaciones hubiera seguido ocupada por entorchados generales, almirantes y brigadieres, que por cierto no se cubrieron de gloria en los campos de batalla. La casi totalidad de los muertos y heridos fueron muchachos, reclutas y suboficiales y algún oficial de baja graduación. La guerra de las Malvinas desnudó todas las miserias, incluso como pésimos combatientes de los dictadores.
Si tienen duda pregunten por Alfredo Astiz, ese criminal de mujeres indefensas que se rindió ante los británicos entre los primeros. ¿De los 649 argentinos muertos, cuantos eran generales, o almirantes o simplemente coroneles? Ninguno, se rindieron.
La guerra dinamitó muchas cosas, y una de ellas fue la moral de la dictadura y de las Fuerzas Armadas argentinas. Golpistas de muchos intentos y de varias décadas. Hace 30 años comenzó a desmoronarse la maquinaría principal de la dictadura y a pudrirse por abajo, por su propia moral militar.