Y si fuera poco, ya comienza a asociarse con nombres, con candidatos, con apetitos personales y sectoriales.
Es una pregunta contradictoria, tiene, por un lado la confirmación de que los uruguayos le damos una gran importancia a la herramienta del voto para premiar, castigar o valorar a los partidos, a los líderes y a los gobernantes, pero por otro lado tiene algo de enfermizo, de patológico, de que al final, todo es un problema de poder, de ganar o perder el gobierno aún que falten más de 4 años.
A mí personalmente me ha sucedido en estos días, algo agitados por la polémica política, que de una u otra manera terminemos en esta pregunta, en este resumen de toda la situación. Y creo que es una expresión más del empobrecimiento general del nivel político de la sociedad uruguaya.
Faltan 50 meses de pruebas, de actos, de discursos, de resultados, de leyes y decretos, de actitudes y de acciones de los diferentes partidos en todos los ámbitos políticos e institucionales. Más de 4 años de vivir, sí, así de simple, de vivir, de pagar las cuotas, comer, vestirse, trabajar, estudiar, recibirse o abandonar los estudios, curarse, viajar, divertirse, pagar impuestos, jugar o ver un deporte, cumplir con nuestras obligaciones ciudadanas, que son bastante más que ir a votar, ejercer nuestros derechos, pelear por ellos y convivir con los miedos y las oportunidades. Cincuenta meses de leer la prensa, mirar la televisión y escuchar la radio, seguir las redes y ver cómo el mundo cambia todos los días a un ritmo acelerado.
Faltan 50 meses de informarse por las buenas o por las otras de lo que sucede en el mundo y en los países que nos rodean, y aunque no queramos, deberemos comparar, observar las similitudes y las diferencias. Más de 4 años de un tiempo cada día más lleno de barbarie, de violencia organizada por los terroristas de a pie o en bandas y, los terroristas en los sillones del poder, que fingen civilización.
Tenemos por delante muchos días que se viven con nuestro aporte insustituible, único y el de nuestro entorno familiar, laboral, de amigos y de los otros y donde también juegan factores externos, políticos, económicos y donde el aleteo de una mariposa en Arabia Saudita influye en el precio del crudo Brent y en nuestro bolsillo o que un autor conmovido nos conmueve con una película, un libro, una canción, una cuadro. Y nosotros nos preguntamos ahora, quién va a ganar las elecciones en el 2019...
Eso dependerá de nosotros, los ciudadanos habitantes de este país que tienen por delante tantas posibilidades y también sus propias limitaciones.
Sigue siendo el país de este planeta que dispone de la mayor cantidad de tierra productiva por habitante y esa es una bendición inigualable. Seguimos teniendo la gran posibilidad de seguir cambiando y enterrando más de medio siglo de decadencia que nos impuso la terrible pregunta de si éramos un país viable y posible. Hoy no lo dudamos, pero a veces lo ponemos en riesgo.
Tenemos que ser una comunidad espiritual fuerte e ingeniosa para existir y crecer en medio de este mundo de tensiones y esta región de incertidumbres. Y tenemos que elegir muy bien las herramientas. Hubo un tiempo, hace un siglo en que los uruguayos supimos elegir esas herramientas, desde el Estado y desde los individuos, los que nacieron aquí y los que llegaron desde lejos.
Hubo un tiempo, al salir de la principal crisis de la que se tenga memoria, hace poco más de una década que supimos elegir nuevas herramientas para cambiar y para comenzar nuevamente a movernos. Esas circunstancias han cambiado y nosotros todavía no logramos hacerlo al ritmo necesario.
El trabajo sigue siendo, como lo fue siempre, la principal herramienta. El trabajo en el sentido más profundo, más hondo de su definición. Trabajo para cambiar la materia, para producir, para pensar e innovar, para educar y curar, para gobernar y ser buenos ciudadanos. Trabajo, y no apariencia, trabajo y no faltazos a diestra y siniestra y con cualquier pretexto, trabajo para no estancarse y seguir creciendo. Siempre. Y nos falta mucho, no hablan solo las estadísticas, habla con elocuencia la actitud de cada uno de nosotros, de los que cumplen y de los que se inventan las más sofisticadas y elementales teorías para laburar lo menos posible.
Hace falta calidad, sí ese concepto a veces vago, pero que en realidad marcó la historia de esta tierra, calidad democrática, calidad educativa, calidad arquitectónica, calidad productiva, calidad política, calidad cultural, calidad humana, calidad combativa. Calidad y sensibilidad son parientas muy próximas.
Hace falta ciudadanía, que no es una condición formal, es una actitud de compromiso con el país, con sus instituciones, con las obligaciones y los derechos, es la suma de una cultura de civilización. Somos pocos y por ello necesitamos ser buenos, mejores ciudadanos.
Hace falta respeto, un gran respeto por la vida, por nuestra vida y por la vida de los demás, cuando convivimos, manejamos, somos solidarios y atentos. Decir estas cosas parece una obviedad, pero de feroces violaciones a esas obviedades están llenos los informativos de televisión, todos los días.
Faltan 50 meses de política, de la buena, de la mediocre y de la mala y también de la muy mala, que de todo hay en la viña del señor. Más de cuatro años de discursos, que se repiten o se contradicen a veces hasta el cansancio. Faltan 50 meses de rigor o de despilfarro en el manejo del dinero o de nuestras expectativas y sueños. Faltan 50 meses, mucho tiempo y muchas pruebas. Faltan 50 meses de decencia y de ética o de abuso del poder en cualquiera de sus formas y de una ciudadanía atenta y rigurosa en el control.
Unos pocos meses antes de cumplir esos 4 años podremos y tendremos que preguntarnos sobre nuestro voto y nuestras opciones.
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