Cuando los sentimientos básicos entran en juego es bueno, es necesario volver a los orígenes, a las bases de nuestro impulso, volver a donde todo comenzó, colectivamente e individualmente. Me refiero cuando nos invaden los grandes miedos, que los tuvimos, las grandes sospechas, las dudas, las tristezas y los amores apasionados por la lucha y por la gente parecen alejarse, hay que volver al principio.
Así como es vital volver a nuestra historia, a los hombres y mujeres que la escribieron con su heroísmo, su valentía, su inteligencia y su decencia.
El sábado culminó un momento muy difícil, tuvo que renunciar el Vicepresidente de la República Raúl Sendic, luego de un interminable proceso lleno de situaciones que no creo necesario recordar en detalle, todos las hemos sufrido, me refiero a los frenteamplistas en serio, no importa la edad, ni las diferencias ideológicas y políticas sino las convergencias morales, éticas y culturales. Me refiero a la cultura de la izquierda, del progreso, de los intereses de los humildes, de los postergados, de los que aportan con su esfuerzo a las causas transformadoras, sin creernos mejores, sino simplemente diferentes, capaces de imaginar un mundo más justo para todos.
Disculpen que tome tanto impulso, que no me lance a sintetizar situaciones políticas, pero lo hago también y sobre todo para mi.
El sábado no hubo vencedores, porque tuvimos todos que admitir que los seres humanos, incluso a los que les hemos confiado enormes responsabilidades en el poder, se tientan, se precipitan, se salen de los caminos de la moralidad. Y eso es siempre una derrota
El acuerdo al que luego de incesantes negociaciones habían llegado la gran mayoría de los grupos del FA, de los delegados de base que tienen una directa influencia de algunos de esos partidos, era inapelable, no dejaba lugar a muchas dudas. Debe haber sido un gran dolor para mucha gente. Yo agrego, un dolor inevitable. Y Sendic renunció.
Desde el punto de vista institucional, en su cargo de Presidente de las Asamblea General y vicepresidente de la República no había otras alternativas.
Unos cuantos querrán sepultar debajo de esta renuncia todos los problemas. Es una visión equivocada y bastante miserable y sobre todo injusta.
La justicia, no la del Poder Judicial, sino la del equilibrio para marcar los caminos correctos en la moral política, en la izquierda, nos deja muchas preguntas. Y hay que formularlas, porque la primera lección que deberíamos aprender es que decir y afrontar la verdad, es decir la realidad es siempre revolucionario. Lo contrario es una traición.
¿Es justo que solo Sendic sea investigado por el TCP o basados en los mismos mecanismos se deberían convocar a los que compartieron con él cargos en un organismo que no respetó en absoluto las reglas que ellos propusieron para el control del gasto personal con recursos del Estado, de una empresa del Estado? No voy a especular sobre si fue de oficio o por voluntad de Sendic la intervención del TCP, pero allí tenemos una materia pendiente, sobre este punto concreto.
La renuncia de Sendic no resolvió en absoluto esa enorme duda, porque no es lo mismo el desvío de una persona, aunque tenga el agravante de ser el Presidente del Directorio, que si existía un clima colectivo y general de no rendir cuentas de acuerdo a lo reglamentado sobre los gastos con las tarjetas corporativas. Y el volumen de los gastos no importa, lo que importa es pasarle por encima a una norma elemental de rigor con los dineros públicos. Sea quien sea.
Y es cierto en Brasil y en Argentina andan revoleando bolsos de dinero mal habido, pero como nosotros no queremos llegar a eso, nos preocupamos de las tarjetas y los gastos personales.
Cuando hablamos de una ideología de la corrupción no es algo abstracto, etéreo, es la expresión de una profunda deformación que se instaló a partir de la falsa revoluci+on del siglo XXI, que practica una política del dinero de las mareas de petróleo en lo interno y a nivel regional y que es el mayor fracaso de cualquier idea transfrmadora de toda la historia. Fracaso porque hundió a su pueblo en la miseria, el desmoronamiento productivo y social y una dictadura ivico militar de las mas corruptas que conozca el continente.
La renuncia de Sendic no puede ser un lavamanos general. E insisto, a la política lo que es de la política y a la Justicia y sus órganos lo que a ellos les compete.
¿Un episodio tan extremo, que puso a prueba la existencia misma y la unidad del FA no debería hacernos reflexionar sobre su estructura y la representatividad de la misma? ¿O la renuncia de Sendic, el secretismo queda todo saldado con una renuncia?
¿Cómo elegimos a nuestros cuadros, nuestros dirigentes, que clima político e intelectual y sobre todo moral existe en la sociedad uruguaya y en especial, para nosotros en la izquierda para equivocarnos de manera tan flagrante? ¿Nadie sabía nada, nadie supo nada, se desayunó como el resto de los mortales por las notas de la prensa opositora? Que además de una jornada triste, no sea ridícula.
¿La renuncia de Sendic es una vacuna, una lección que nos libera a todos de nuestras tentaciones, de nuestras debilidades, de los peligros y asechanzas del poder? No seamos tan infantiles o mucho peor, tan hipócritas. Si no revisamos a fondo muchos temas ideológicos, culturales, estructurales, formales del control, pero siempre volviendo a los aspectos ideológicos nadie estará vacunado contra nada. La vida nos dará nuevas y duras lecciones, miremos en el doloroso barrio de la izquierda latinoamericana.
Los desvíos, la inmoralidad, hasta llegar al desbarranque de la corrupción, son graves, las más graves derrotas ideológicas de la izquierda, de la república y de la democracia.
Y todos esos escalones descendentes tienen un cómplice inexorable, el silencio, la cobardía, el repliegue y la construcción de discursos y relatos falsos para justificar esas conductas. Y nosotros también tuvimos esos silencios, esas complicidades.
Para derrotar a la derecha y a los que consideran que el mercado y el mundo actual son un mundo aceptable e imprescindible, hay que primero tener y defender ideas de progreso y de rigor republicano. Y nosotros tuvimos grandes fallas.
No me siento en absoluto victorioso, yo soy parte de esa parte de esa izquierda que debe asumir plenamente sus responsabilidades, para superarlas. Para construir una sociedad mejor hay que ser mejores nosotros mismos.
El poder puesto por encima de todo y de todos es la peor derrota de las ideas del progreso y de la izquierda. Y de la decencia.
Y que los hay, los hay.
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