La palabra progreso viene del latín progressus y según el diccionario de la Real Academia quiere decir: “Acción de ir hacia adelante. Avance, adelanto, perfeccionamiento”
Muchas veces es bueno volver a las fuentes, porque las palabras de tanto utilizarlas se gastan y sobre todo pierden filo. La definición es perfecta: para progresar hay que ir hacia adelante, avanzar, perfeccionarse. Todas son acciones positivas.
Una fuerza política que se proclama progresista y además de izquierda - cosas que son similares pero no idénticas - tiene siempre que interrogarse si está avanzando, perfeccionándose y a partir de allí volver a interrogarse ¿para quién y cómo lo está haciendo?
Seguramente el simple hecho de hablar de izquierda y derecha hace que muchos lectores lo cuestionen. Pues creo que en definitiva están cuestionando la política. Desde que existe la política, la disputa explicita por el poder y la tarea de organizar la vida en sociedad, mucho antes de que se conociera esa definición topográfica sobre la distribución en la Asamblea francesa durante la revolución, existieron posiciones confrontadas y eso fue característico de la política. Fue su propia existencia.
La izquierda y la derecha y a partir de allí también el centro y todos sus matices expresan y siguen expresando diversas prioridades y concepciones para afrontar temas fundamentales: la relación entre la sociedad y el mercado, entre la libertad y la igualdad, entre los diversos sectores sociales y entre sensibilidades diferentes que tienen una muy larga historia y tradición. No son iguales en todas partes ni inmutables en el tiempo.
No es lo mismo ser de derecha o de izquierda en Uruguay que en los Estados Unidos, aunque haya definiciones básicas y sensibilidades culturales comparables. Hubo y hay fuerzas de izquierda, revolucionarias que se transformaron desde el poder en fuerzas conservadoras y reaccionarias a los cambios. La situación inversa no abunda por cierto.
La sociedad uruguaya desde que gobierna la izquierda en el país hace casi siete años ¿ha progresado, fue hacia delante, se perfeccionó? ¿Toda la sociedad? ¿Qué sectores?
El Uruguay en su conjunto avanzó mucho y en muchos terrenos en estos años de gobiernos de izquierda. No sólo ni principalmente en el plano del crecimiento económico que fue espectacular, sino en el plano social y cultural.
¿Por qué es tan llamativo y le prestamos tanta atención al crecimiento económico? Porque en general la derecha siempre acusó a la izquierda de ser un factor de desorden económico y de paralización del crecimiento, aunque tuviera más sensibilidad social y en la distribución de la riqueza. Es más, el eje de sus acusaciones y descalificaciones era precisamente que la distribución social más justa frenaba el crecimiento y el orden en el manejo de la economía. Un enorme mito falso se derrumbó. Eso de por sí es uno de los cambios políticos y culturales más importantes que se produjeron en Uruguay.
El crecimiento se distribuyó a través de tres mecanismos fundamentales.
Primero: el aumento del trabajo, en el número de trabajadores, en su legalización y en el aumento de los salarios y de las jubilaciones. Pasamos del 16% de desocupación al 5.5% y los salarios ya hace tiempo que recuperaron la perdida del 25%, aumentaron a todos los niveles y sobre todo en los más sumergidos. Y de las diversas leyes de protección laboral.
Siempre seguirá habiendo tensión entre las ganancias de las empresas – que ojalá sigan siendo muy buenas – y los salarios de los trabajadores, y entre los recursos del Estado y los salarios de los empleados y los jubilados. El número de trabajadores en el BPS pasó 1.080.000 a 1.350.000 en cinco años. ¡¡¡Un crecimiento del 25%!!!
Segundo, a través del gasto social del Estado, que pasó del 19.5% del PBI en el año 2004 al 22.9% en el año 2009 y este porcentaje siguió creciendo en forma constante en los años 2010 y 2011. Esto es inversión en educación, salud, planes sociales, vivienda social.
Tercero, la distribución de la riqueza mejoró. Mientras en muchos países de gran crecimiento la brecha entre los más ricos y los más pobres se ensanchó, en Uruguay el índice Gini que mide esta relación mejoró e incluso la diferencia entre los ingresos más altos y los menores disminuyó. No es todavía lo que necesitamos, por justicia y por proyecto social progresista, pero mejoró y estamos trabajando para que lo haga de manera más importante.
Todas estas políticas determinaron que la pobreza que había alcanzado en diciembre del 2004 el 32% de la población, una cifra enorme y desconocida, en diciembre del 2010 se redujo al 18.6% mientras que la indigencia (que está incluida en el porcentaje anterior) pasó del 3.9% al 1.1% seis años después. Y la tendencia es que estos porcentajes siguen bajando.
Si tomamos la mortalidad infantil, al 2004 fue de 13.2 por mil y al 2010 bajó a 7.71 por mil. La más baja de nuestra historia.
Hay otras formas más complejas de medir el impacto social y cultural. Los teatros que se han reconstruido, el nivel de la producción artística y cultural en todo el país, la vivacidad cultural de la Nación, el acceso de los sectores populares a las nuevas tecnologías de la información, como el Plan Ceibal.
Y otra todavía más compleja: la lenta extinción del complejo de enanos llorones. Los uruguayos ya no nos interrogamos si somos un país viable, posible. Existimos, trabajamos, criticamos, producimos, exportamos, compramos, nos quejamos, reclamamos, pero tenemos claro que podemos construir un país que avance, progrese y se perfeccione. También por eso somos más exigentes con la seguridad, la educación, la salud y muchas otras cosas. Nos hemos hecho todos más progresistas.
(Cifras extraídas de un excelente trabajo realizada por la diputada Berta Sanseverino)