Hay una especie de choque de encuestas. En realidad no son contradictorias. Una – la de Equipos Mori – da el gobierno creciendo en apoyo y la otra –la de Factum – da al Frente Amplio bajando en la intención de votos. Es perfectamente posible.
El domingo en Bitácora, voy a tratar de analizar a fondo este tema. Tan a fondo como pueda. Hoy me interesa otro enfoque. ¿Por dónde pasa la línea divisoria en la sociedad uruguaya. ¿En los 20 mil pesos, en los 30 mil pesos mensuales? ¿Dónde?
Formularnos esta pregunta es un retroceso importante para la izquierda uruguaya. Desconoce una larga elaboración política y cultural, nos lleva a los conceptos más básicos y elementales que caricaturizan a la propia izquierda. El bloque de fuerzas políticas y sociales que se forjó durante muchas décadas y que permitió ganar las elecciones no tenía ese tema entre sus referencias. Al contrario.
La política del gobierno actual, tampoco, son otras las prioridades, otras las referencias, otra la ideología. Si aceptamos que esas unidades de medida son la base de la justicia social, aceptamos que nuestro proyecto es un proyecto nacional de mediocridad, de pobreza, de repartir mejor las necesidades y no las posibilidades. No se es más de izquierda, porque se baja el nivel de esa línea imaginaria, sino porque se construye un proyecto nacional, donde la libertad, incluyendo la libertad de la necesidad – es decir la justicia social – es la prioridad, pero donde todos tenemos igualdad de oportunidades, en la salud, en la educación y en el trabajo. Luego vienen los talentos y las capacidades, que nos diferencian.
Todos los sistemas que se han basado en la igualdad hacia abajo han fracasado estrepitosamente. No es por otro lado la política y la estrategia del actual gobierno, ni de la inmensa, abrumadora mayoría de la izquierda.
Lo que sucede es que para refugiarnos de nuestra incapacidad de librar la batalla cultural, recurrimos muchas veces a atajos argumentales muy peligrosos. La lucha no es entre los que ganan más de 30 y los que ganan menos. Lucha hay, disputa de intereses hay, pero pasa por otro lado, totalmente diferente.
Sólo 7.000 de los 79.000 jubilados que tributan IRPF se presentó en la justicia a reclamar. ¿Y los demás? No habrá que considerar que muchos comprendieron que el sistema tributario es un aporte más que la sociedad hace al desarrollo y la justicia nacional? ¿Somos todos tan egoístas y miserables? No, la batalla hay que librarla en otros frente, la gente no vota sólo ni principalmente contando los centavos en el bolsillo, vota mirando el país y su futuro. Y esa es la batalla que no damos y que estamos perdiendo. Eso explica porque al gestor del presente – el gobierno – le va muy bien (59% de apoyo a Vázquez) y al Frente Amplio, la propuesta del futuro, que no se está construyendo, le va mal en las encuestas. Del 44% al 42% de intención de voto.
El problema de fondo es que nos va muy bien con el gobierno, pero nuestras debilidades en la batalla ideal y cultural han determinado que no haya hoy en el Uruguay más gente de izquierda que antes de las elecciones. Si al final de todo, la disputa es por los pesos y los porcentajes, la izquierda perderá no sólo las elecciones, sino algo mucho más importante: su identidad y su rumbo.
Hay que retomar las mejores tradiciones de la izquierda uruguaya, que no es sólo la unidad, sino la capacidad de construir ideas, difundirlas, debatirlas, defenderlas y alimentarlas de nuestra propia labor crítica. Estamos parados. En estas cosas – en las batallas culturales e ideológicas – que suenan a cosas antiguas y olvidadas, se puede naufragar alegremente sin siquiera darse cuenta. Son los adversarios los que nos llaman a la realidad, son los más lúcidos de los sectores tradicionales del poder los que han captado nuestra debilidad y se han lanzado con todo por esa brecha. Nos quieren imponer ese debate, el de los centavos, el de los peores egoísmos sociales consagrados como las grandes virtudes ciudadanas.
Miremos hacia el costado y veamos. ¿Queremos terminar discutiendo sólo sobre impuestos? ¿Queremos que la sociedad uruguaya no tenga otro horizonte que los ingresos personales? ¿O queremos profundizar el debate sobre el proyecto nacional, sobre el destino de nuestra comunidad espiritual?
No se trata de cubrir errores y debilidades sobre las cosas, con genialidades sobre las ideas. No es ese el caso. Los propios impuestos están demostrando que van en el camino justo, pero la izquierda en su conjunto se despertó tarde y mezquina, haciéndose en muchos casos la desentendida, como si fuera un tecnicismo, algo externo a su política.
La justicia social, el progreso en el sentido más amplio y profundo de la palabra pasa si por los ingresos – que han crecido de manera muy, muy importante – basta ver el crecimiento del consumo, pero pasa por la calidad de la educación, por liquidar la brecha digital, por la salud y su calidad y acceso, por la inseguridad que siempre afecta en primer lugar a los más débiles, pasa por la relación entre producción e innovación, no sólo por razones económicas, productivas, sino culturales, porque es un círculo virtuoso que alimenta la investigación y la educación. Y paso por algo aparentemente intangible, pero sólido como una roca: por la confianza y la esperanza de la gente en su país.
La lucha contra la pobreza y por la integración social, no es una limosna, con los índices actuales – muy mejorados – en relación al pasado, no tendremos desarrollo, no creceremos como economía pero sobre todo como sociedad. Y esa batalla ideológica, cultural hay que librarla, si, desde el gobierno pero sobre todo desde el Frente, desde el parlamento, en la calle, en la prensa, en las ideas. Y la línea divisoria no pasa por una cifra, pasa mucho más lejos y más arriba, por un proyecto, una forma de construir el país y su justicia social, su democracia y la distribución del poder. Recién lo estamos rozado en particular en las ideas.
Por eso le molestó tanto a la oposición que el presidente Tabaré Vázquez en Paso de los Toros, no sólo hablara de los logros de su gobierno, que son innegables, sino porque le habló a la gente de esperanza, de confianza en el país, de futuro. Y esa es la batalla que hay que librar, la de las ideas de progreso hacia el futuro y no la de los centavos. Sobre todo porque en los centavos nos va muy bien, mejor que a cualquier otro gobierno anterior. El problemas es que cuando se instala la lógica de los centavos por encima de todo, sólo la resisten los mercantes y no las fuerzas del progreso y de izquierda.