Al parecer, la bancada de diputados del Frente Amplio le pidió al Comité Nobel que considere la nominación del presidente Mujica al premio Nobel de la Paz. El hecho no sería llamativo (Mujica fue nominado en el 2013 por la ONG holandesa Drug Peace Institute y para este año ya cuenta con el apoyo de un grupo de profesores de la Universidad de Bremen) si no fuera promovido por sus propios compañeros de partido.
Por mandato expreso de Alfred Nobel, el premio debe ser otorgado "a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz". Entre las muchas personas que en el mundo acreditan tales méritos, ¿es Mujica quien ha trabajado "más o mejor"? Esa es la pregunta que deberá responder el comité que designe el parlamento noruego para la ocasión, pero aquí no encontrará la respuesta.
Hay muchos uruguayos que consideran a Mujica merecedor de un Nobel y otros tantos que opinan lo contrario. Un premio que pone en un pie de igualdad a la Madre Teresa y Henry Kissinger no debería ser tomado con demasiado rigor pero justo es reconocer que el Nobel de la Paz llena de gloria a quien lo recibe. Aun soslayando toda consideración sobre los méritos del presidente, no puede obviarse que la nominación es propuesta por un grupo de personas que se beneficiarán directamente de la eventual premiación.
Alcanza con imaginar el impacto político que tendría semejante noticia (ningún uruguayo obtuvo jamás un premio Nobel) en un año electoral, para comprender el verdadero interés de la jugada. De hecho, si los parlamentarios frenteamplistas consideran que Mujica es un hombre lo suficientemente meritorio como para alternar con Martin Luther King, Lech Walesa y Desmond Tutu, no se entiende por qué no lo nominaron antes, fuera de toda sospecha de utilización electoral.
Si de verdad se buscaba un reconocimiento basado en el mérito del candidato y no en el cálculo político, se debió trabajar para que otros organismos no vinculados directamente al beneficiario, hicieran suya la promoción de su candidatura. Los legisladores frenteamplistas pudieron plantearle la iniciativa a sus colegas y correligionarios del Mercosur o de la Unasur, de modo de aventar toda sospecha y de dimensionar adecuadamente la estatura requerida para competir por un Nobel.
Lejos de apuntalar la candidatura de Mujica, lo que logra la bancada oficialista es empequeñecerla. Si el presidente uruguayo acumuló méritos como para que se le considere la persona que trabajó "más o mejor" por la paz en el mundo, no le sería necesario contar con una promoción surgida de en su propio entorno político. En sentido inverso, podría pensarse que si la necesita es porque no cuenta con el suficiente respaldo a nivel internacional (lo que no sabemos), por lo que la decisión de la bancada frenteamplista luce como una movida hecha pensando más en octubre que en Oslo.
Quizás es sólo un adelanto de lo que será la campaña electoral. Varios de los competidores ya han mostrado una peligrosa tendencia a la jugarreta y el golpe bajo. Igualmente, no descarto cierta hipersensibilidad personal en estas vacaciones excedidas de lluvia y torta fritas, en las que nada del mundo real parece real.