Aprovechando que en Montevideo hay franquicias para colocar pasacalles de todo tipo que ofrecen sushi, venden perros de diversas razas, saludan el cumpleaños o el regreso de familiares hasta el noveno grado de parentesco, exigen reivindicaciones varias, proponen masajes de todo tipo y, que por razones de costo esos mensajes urbanos se cuelgan en zonas que cuentan con veredas o con lo que queda de ellas, sería bueno y saludable aprovechar esta posibilidad y colocar anuncios claros y visibles diciendo: "Vecino, mire el suelo".
Sería una precaución necesaria para evitar que una breve caminata por las callecitas y avenidas de Montevideo se transforme en un apresurado viaje al traumatólogo, ante el peligro de un serio tropezón. El estado de las veredas de Montevideo no se corresponden en absoluto con nuestra ciudad, ni siquiera con la situación económica y social de la capital.
La cantidad de baldosas faltantes, los agujeros en las veredas pueden ser interpretados de muchas maneras y tienen diversas lecturas. Es que las veredas también hablan y escriben.
Nos cuentan de la sensibilidad de sus habitantes por los espacios comunes, cuanto y como respetamos a nuestros vecinos, que valor le damos a la circulación y cuanto nos importa la belleza o la fealdad de nuestra ciudad, de nuestro barrio, de nuestra calle y de nuestra casa. La vereda forma parte de todas esas cosas.
Pero tiene también otra lectura obligatoria: cual es la actitud de la autoridad competente, en este caso la Intendencia Municipal de Montevideo. Hay un refrán polaco muy preciso y justo: el diablo está en los detalles. Y las veredas son un detalle importante, son el primer impacto con la calle, con la circulación de los peatones, con el respeto y el cuidado de la ciudad colectiva y común y del celo y atención de las autoridades.
Las veredas las deben reparar los propietarios de las casas y apartamentos y en la abrumadora mayoría de los casos, cuando hay vereda, los propietarios tienen posibilidades económicas de mantener en forma adecuada sus propias aceras. No sucede. Basta una caminata por ejemplo por Pocitos o Punta Carretas para apreciar cuantas veredas de edificios de apartamento o casas con firmas de arquitectos famosos y apreciados son una verdadera vergüenza, un atentado a la estética y a la salud pública.
Los uruguayos, mejor dicho los montevideanos somos contradictorios, el día del Patrimonio invadimos en masa y con orgullo los rastros de nuestro mejor pasado, edificios, monumentos, museos, trozos de la ciudad que nos enorgullecen y todos los días convivimos con las perforaciones en nuestro principal patrimonio, el más importante: nuestra ciudad. Eso vale para los ciudadanos y vale sobre todo para las autoridades.
Eduquen, expliquen, hagan campaña, pero también hagan cumplir las normas, obliguen a todos a cuidar la ciudad. Hay mucho, pero mucho trabajo por hacer y muchos jornales de la construcción para reparar veredas en todos los barrios. Y para mantenerlas.
Tenemos una ciudad que tiene veredas de bloques de granito rojo, un lujo que muy pocas ciudades del mundo pueden exhibir y al mismo tiempo esos mismos bloques en algunas partes de la Ciudad Vieja parecen un mar encrespado, mientras las comunes y tradicionales baldosas son un muestrario de agujeros. La alternativa podría ser poner carteles totalmente diferentes a los del título: ¡Mire hacia arriba! De esa manera mirando el color único del cielo uruguayo, los hermosos edificios o la cantidad y variedad de árboles no tendremos porqué asistir al festival diario de las baldosas faltantes y rotas. Eso si los días los de lluvia lleve botas o galochas y tenga un buen seguro de salud en especial para las fracturas.
Que frivolidad, yo ocupándome de veredas y de la estética urbana, cuando hay tantos problemas importantes. No comparto la observación. La izquierda tiene y debe tener un especial atención por la estética urbana y compartida y sobre todo tiene la responsabilidad de gobernar para todos los vecinos, los cuidadosos y también los otros, a los que hay que informar de sus obligaciones, educar y si no cumplen, obligar. El diablo se nos está colando por los detalles y los agujeros.