Tengo la levísima sensación de que se ha largado una carrera de obstáculos con mucha, con demasiada antelación hacia una meta lejana. Una meta situada a cuatro años y medio, me refiero a la candidatura a la presidencia de la República por el Frente Amplio para el año 2019. Puede ser que sea solo la impresión de un malpensado.
En política no siempre es bueno confundir estrategia con apetito y menos con voracidad y, en algunos casos, hay gestos, movimientos, contradicciones, discursos y mucho movimiento que solo tienen una explicación: largaron.
Y eso le hace muy mal al Gobierno, que muchas veces tiene que enfrentar situaciones y filtraciones que no derivan del ejercicio natural de los cargos y las funciones, sino a las pautas que algunos compañeras y compañeros se han trazado hacia la gran meta final. Cinco años de este sistema de tensiones y de movimientos intestinales no auguran nada bueno. Y que los hay los hay, se ven desde lejos, incluso leyendo simplemente la prensa...
Esta situación no le hace bien al Frente Amplio porque se supone que los grandes valores y principios de la izquierda, del progresismo, de los intereses populares que nos deben seguir moviendo a todos, pasaron a un segundo lugar. Para todo debe haber tiempos para gobernar, tiempos para elaborar, pensar y construir nuevas ideas y nuevos impulsos y tiempos para las carreras y las candidaturas particulares, personales o colectivas.
En algunos casos, ciertos saltos en la pista ni siquiera se sabe si corresponden a proyectos de sectores o partidos o a carreras e impulsos estrictamente personales. Y eso es todavía más grave porque coloca el tema del poder, de los sillones, en la primacía absoluta en la fuerza política, en el propio Frente.
Además, las carreras personales o sectoriales tienen otro efecto nefasto: aplanan el debate ideológico y político, lo empobrecen, generan el peor clima para discutir en serio de los grandes y permanentes desafíos para la izquierda a nivel mundial y nacional y por lo tanto no contribuyen a crear el clima intelectual y cultural para la formación de cuadros. El poder y la interminable carrera hacia los sillones nos saturan cada día más.
No voy a insistir en la filípica de que el poder desgasta muchas cosas y sobre todo los dientes, porque de tanto masticarlo hace que su potente gusto dulzón sepulte los proyectos históricos, las elaboraciones colectivas, los impulsos de permanente renovación y avance político, programático, ideológico y cultural.
Los ejemplos sobreabundan en este mundo que vive una profunda crisis de representación política de los ciudadanos, y que deja un espacio vacío que quieren ocupar las diversas corporaciones del poder económico, mediático o tecnocrático. O todas ellas combinadas.
No tengo la menor intención de dar nombres, confío en la inteligencia de los lectores, simplemente los invito a que sean ustedes los que definan quiénes son los que ya "largaron" en esta larga carrera.
Me suena al tango "Yira, Yira": se prueban la ropa que vas a dejar... Mucho antes de que alguien las haya dejado o que la rueda de la vida haya girado lo suficiente, lo necesario.
Incluso voy a dar un paso más, creo que ponerse ahora a debatir y competir sobre candidaturas es una demostración de que el poder nos entró demasiado adentro del alma y que nos está cambiando, nos hace creer que estamos predeterminados a ejercerlo por mandato superior y casi divino. Es el primer paso para comenzar a perder ese poder tan deseado, tan ambicionado, tan desesperadamente anhelado y peor aún, a perder girones importantes de nuestra identidad de izquierda.
Uno de los peores y más destructivos engranajes del poder es que nos transmite la sensación de que la suma, la simple suma de movimientos tácticos inmediatos, de jugadas cortitas, una detrás de otra construyen una estrategia. Pueden dar esa apariencia, pero en definitiva una izquierda que no tiene y no construye una estrategia verdadera deja de ser izquierda. Eso ha sucedido en muchas partes del mundo.
Las carreras presidenciales personales permanentes y por encima de todas las cosas son, indefectiblemente, una renuncia a las estrategias colectivas y partidarias, sepultan lo mejor de un proyecto compartido. La política exige apetitos carnívoros; no nos hagamos los ángeles, pero sin llegar al canibalismo o a ciertas voracidades prematuras.
Me enfrenté muchas veces con los que promueven la idea de las columnas de termitas todas iguales, sin individualidad y que dependen más de una memoria genética que de la libre elaboración permanente de las ideas y de la crítica a esas ideas y de la realidad y del papel de las personalidades. Pero de allí a esta carrera electoral personal perpetua creo que hay una gran distancia.
En cinco años deberían, podrían, surgir nuevos cuadros, afianzarse nuevos y experimentados pensadores y hacedores, nuevos y viejos combatientes que puedan ocupar posiciones destacadas e importantes. No se trata solo de proclamar la renovación generacional, sino de darle tiempo a las cosas para que maduren y cada uno en su puesto de lucha y trabajo construya su espacio, exprese sus capacidades y su camino.
Cinco años son largos...
¡Largaron!
¡Largaron!
A veces las ausencias hacen bien, permiten tomar distancia de los hechos cotidianos, observarlos con más precisión y agudeza. A los que voy a referirme ahora es a mis compañeros y compañeras del Frente Amplio. La actitud de los demás dirigentes políticos no es asunto que me competa.
16.06.2015
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