La pregunta tiene varias puntas, todas malignas. Si alguien del exterior lee la prensa nacional, los reportajes concedidos por jerarcas de la OPP y otros organismos oficiales, o el análisis de un semanario de izquierda -a veces muy cercano al gobierno otras no tanto-, quedaría algo intrigado. ¿Cuál es el eje de esas preocupaciones y polémicas? ¿Dónde está el adversario?
Siempre es posible que el lector sea alguien muy despistado o demasiado inocente. El mismo lector observará las cifras de la economía, el clima social, los indicadores sociales comparados, es decir, su evolución en los últimos seis años y medio, desde que gobierna la izquierda y sin duda quedará muy bien impresionado. Como, por otro lado, lo están los más exigentes observadores del planeta: los inversores en la producción y los compradores de bonos y letras uruguayas. Todos tienen confianza y la demuestran.
Y allí aparece el punto clave, el gran cambio, la transformación de todo, el nuevo acento revolucionario: un impuesto a las extensiones de más de dos mil hectáreas. En la originalidad uruguaya –que sin duda la tiene– este impuesto es la piedra de toque, mejor dicho, todo lo que toca lo transformará: la concentración y extranjerización de la tierra oriental, favorecerá la producción agropecuaria familiar, permitirá solucionar los problemas de infraestructura en el Uruguay profundo, el de la caminería rural. Pero sobre todo, es la señal, el significado simbólico de que la izquierda uruguaya encontró el camino perdido y definitivamente logró su rumbo tributario y revolucionario.
Hubo un largo debate, ahora la ley con retoques está en el Parlamento. Los ministros que tenían diferencias con el impuesto antepusieron su responsabilidad institucional y política y firmaron, y defenderán el impuesto en el Parlamento, son seriedad y compromiso. Pero como eso no les alcanza, los “disputantes” insisten en promover las diferencias y los nuevos equilibrios en la gestión de la economía. Rigurosamente a través de la prensa.
En su desenfreno, llegan a atribuirle a la OPP nada menos que las funciones de distribuir las categorías y la identidad frenteamplista. Disciplina seguramente aprendida en Harvard o en alguna otra universidad o escuela tributaria.
Las máximas autoridades del gobierno hacen muy bien y tienen sólidos fundamentos políticos e institucionales –a pesar de los reclamos de determinados sectores gremiales del campo– de apoyar primero a su gobierno y a su presidente y posponer los aspectos polémicos. Los parlamentarios inician el debate y lo harán con rigor y seriedad y evitando papelones de otros debates anteriores.
Pero llega un momento en que si alguien se quiere suicidar alegremente, uno tiene el deber de advertirle al compañero: por ejemplo, que un impuesto de este tipo puede cambiar radicalmente la situación de algunas ramas de la producción porque afectan la escala. Es obvio que una planta de celulosa moderna necesita cientos de miles de hectáreas de producción forestal, no es lo mismo que el arroz, la lechería, la agricultura. O que en nada influirá en la repoblación familiar de la campaña. Detalles, que ya aparecerán. Lo que sí es seguro y confirmado es que Astori nunca, absolutamente nunca, hizo referencia en ningún tipo de conversaciones públicas o privadas a la amenaza de que alguna empresa se fuera del país. Esos argumentos informados o filtrados son simplemente falsos.
Insisto, llegado un momento, cuando se intenta demostrar que esta ley favorecerá exactamente lo contrario, una mayor concentración -porque golpeará a los más débiles en la parte superior de la cadena agropecuaria-, lo que hay que hacer es dejar que los hechos hablen de por sí. No insistir, no hay en definitiva ningún problema de principios en juego. Hay dos maneras de demostrar algo, por la argumentación y la discusión o por la fuerza de los hechos. Dejemos que hablen los hechos y la ley.
Pero lo que sigue en pie es la leve sensación de que la ley es un pretexto para un proyecto más ambicioso, debilitar la conducción económica y distribuir méritos y responsabilidades. Eso sí es algo mucho más peligroso, porque el país puede entrar en una zona de turbulencias, de pérdida de su capital de seguridad y confianza, en coincidencia con un momento muy difícil a nivel mundial.
¿De quién es el mérito de la marcha económica y social del país? En primer lugar, de los presidentes Vázquez y Mujica que gobernaban el país, la respaldaron y sostuvieron; luego, recién luego, del equipo económico con una larga elaboración conceptual y una creciente práctica en la gestión de la política económica, monetaria y fiscal. El equipo de Astori, para ser breves. Nadie con dos dedos de frente puede modificar este orden, aunque algunos “disputantes oficiales” hacen todo lo posible para torcer este orden y ponerse en el lugar de los restauradores y los correctores. Madre mía si eso sucediera.
Hagamos todos un esfuerzo de imaginación y proyectemos un cambio brusco en los timoneles de la economía nacional en medio de esta borrasca mundial, o en medio de la calma chicha. ¿No les entra un poco, algo, de chucho?
Podemos discutir de mejorar la distribución de la riqueza, las políticas sociales, la educación, la salud, la seguridad, las viviendas populares y otras nimiedades porque la economía funciona; si no les puedo asegurar que estaríamos discutiendo bien otras cosas y algunos especuladores semanales sobre candidaturas e inventores de disputas y conflictos en la izquierda, estarían algo más distraídos en otros temas y en el avance de la derecha en serio. Y algunos caricaturistas sutiles y “amigos”, deberían ocuparse de otras pulseadas.
Viendo ciertos comportamientos palaciegos, cierta búsqueda desesperada de meter cizaña en el gobierno, me surgen algunas inocentes preguntas: ¿desde qué altura se promueven estas ofensivas diversionistas y tan peligrosas?
Y la última: me surge la duda de si algunos de los que desprecian las encuestas de opinión no le están dando demasiada importancia a las encuestas; sobre todo, a las internas de la izquierda. Van por mal camino, no para cambiar las encuestas, sino para cambiar la sociedad, el país y hacerlo más vivible y justo.
Lo peor que se puede hacer es sumarse a esa danza, hay que dejar que los que quieran bailar el vals del palacio lo hagan y del otro lado, todos los demás, seguir gobernando con responsabilidad, seriedad, sensibilidad y eficacia. Ese es un capital inestimable de la izquierda.
PD.
Ayer corrió un tren de pasajeros entre Argentina y Uruguay. ¡Eureka! Fue un proyecto de absoluto interés de nuestro hermano país y en una semana los uruguayos, autoridades y trabajadores hicieron todo lo necesario en tiempo récord. Cuánta eficacia y diligencia.
Esperemos que de la misma manera, con la misma rapidez y diligencia, no pasen muchos meses más hasta que le encuentren la cuadratura del círculo al informe sobre el estado medioambiental del río Uruguay (UPM y Gualeguaychú), o que veamos a las dragas sacar alguna palada de barro en el canal Martín García, poner un tornillo en la planta regasificadora o permitir que algún kilovatio paraguayo circule hacia Uruguay por las redes argentinas. Un poquito más de hechos y menos declamaciones. Esperemos y callemos juiciosamente, no sea cosa que nuestros vecinos se ofendan, mientras los trenes corren con flores y banderas.