En Uruguay no se puede dejar pasar mucho tiempo porque los temas se vuelven rápidamente viejos.
Hace poco estuvimos sumergidos en un debate que se inició a partir de la remoción primero de un ministro, luego de un director de UTE y posteriormente de otra ministra.
Y algunos se han concentrado en un debate conveniente sobre cargos o en una nueva vuelta sobre la burocracia. Incluyendo al presidente de la República, José Mujica desde su audición o en diversas declaraciones.
A otros compañeros muy sensibles a las polémicas y a trazar las líneas que no hay que superar, no me voy a referir porque ellos solo se
dedican a pitos que valgan la pena o nombran con nombre y apellido a quien opina diferente, pero se callan juiciosamente el nombre nada menos que de un supuesto "traidor" en la cumbre del gobierno. La valentía los desborda.
En su momento ahora que sabemos que no se trata de una picardía, ni de un método sistemático pero individual de un duende, sino de parte de una estrategia desde el poder más elevado, tendremos que dedicarnos a analizar ideológicamente que representa esa metodología.
¿Estamos discutiendo de cargos? ¿Estamos defendiendo a la burocracia que tanto daño le hizo al socialismo real hasta devorarlo y destruirlo desde adentro?
A cualquiera que haya tenido la paciencia de leer mis artículos sobre el tema de la burocracia en la URSS y en el socialismo real, sus
bases teórico-políticas y el daño que ocasionaron no solo al régimen sino a las ideas del socialismo, sabrá perfectamente que es uno de los temas que más me preocupan y que considero que la izquierda debe atender con rigor, con audacia y en forma constante.
Ese reconocimiento de mi parte y de los dirigentes comunistas de esos tiempos fue tardío y cometimos muchos errores en valorar ese proceso. Hicimos y seguimos haciendo nuestras críticas y pagamos política y humanamente esos errores. Hay otros que se han lavado olímpicamente los suyos y nos intentan relatar una historia totalmente deformada, como visionarios que vienen desde lejos. Podrán considerar que el poder los exime de cualquier análisis, pero la historia es persistente y tiene buena memoria.
Lo reiteramos como en la primera nota sobre el tema, el Presidente tiene absolutamente todo el derecho a cambiar a sus ministros. Eso nunca estuvo en discusión. Y nosotros tenemos todo el derecho a opinar? ¿O acaso los actos de gobierno asumieron en algún momento un carácter sagrado y no nos enteramos?
Hablar de burocracia por haber cambiado a tres cuadros del gobierno, que nadie acusaba ni lejanamente de burócratas y algunos de ellos con los más altos niveles de aceptación y reconocimiento por su labor, me hace acordar de ese personaje que le dolía mucho la cabeza, y luego de haber formado decenas de comisiones, designado colaboradores a diestra y siniestra, decide atacar el problema, cortándose las unas de los pies.
La verdadera burocracia encantada e inmutable. No se le moverá un pelo. Los que trabajan todos los días con toda su pasión y esfuerzo por este gobierno y su éxito, esos sí posiblemente se sientan inseguros y muy incómodos y pasibles de recibir todo el embate de las acusaciones de burócratas.
Me imagino lo felices y satisfechos que se deben haber sentido los renunciados luego de la carga contra la burocracia. Responder al
intento de debate sobre un gobierno con resultados, con éxitos, con seriedad y calidad en la gestión prendiendo la mecha de la burocracia, no me parece el mejor sistema, ni que contribuya al avance del gobierno.
Si esto para algunos compañeros le parece que es una crítica demasiado dura, es porque se han acostumbrado durante demasiado tiempo, a que sus frases sobre todo y al contrario de todo eran deglutidas a duras penas y en silencio por todo el resto de la izquierda.
Eso sí, discutamos de lo que decimos, no de lo que por ejemplo me atribuye el portal LR21 de La República, que miente y simplemente pone en mi boca las palabras de otro contertulio y lo hace con alevosía, descampado y nocturnidad.
Yo respaldo y respaldaré con toda mi energía la batalla contra la burocracia, y me parece muy interesante que el poder esté alerta contra este flagelo. Eso sí, la burocracia de verdad, no una categoría a la que se llega por antigüedad o conveniencia argumentativa. Ese método cubre a la verdadera burocracia.
Pero no estamos discutiendo de eso. Estamos discutiendo de política, del rumbo del gobierno, de visiones de la izquierda en este momento tan complejo de la situación internacional y regional. Y pronto estaremos discutiendo de las reformas, las renovaciones que necesita el Frente Amplio. Porque los resultados requerirán de un análisis muy frenteamplista, muy unitario, sin estridencias pero muy crítico. La cantidad de votos totales, de votos en blanco, de malhumor y del estado de ánimo de los frenteamplistas lo tendremos que colocar como un elemento central.
Los frenteamplistas son hoy una parte fundamental de la sociedad uruguaya y sus opiniones son parte esencial del panorama político,
social y cultural del país. A menos que algunos simplemente esperen la llegada de los salvadores.
Estamos discutiendo sobre el rumbo del gobierno. Ese es el debate central. Ganamos las elecciones con una propuesta integrada que
aseguraba seguir con el rumbo exitoso y mejorar y profundizar los cambios. Sin ese mensaje no hubiéramos ganado las elecciones.
Pero eso no es lo principal, lo fundamental es que ese rumbo nos da resultado, que el país crece, los ocupados crecen, los salarios y las
jubilaciones crecen, los recursos para la educación, la salud, la infraestructura crecen y el gobierno tiene altos niveles de aprobación en la población. Porque las encuestas hay que leerlas cuando convienen y también cuando tienen ciertas señales de alerta.
Mirando esos datos desde un mundo y una región que tiene indicadores y señales totalmente diferentes, negativas y complejas, se valoriza más todo lo que hizo la izquierda en estos siete años de gobierno.
Si queremos discutir de ese rumbo, de una gestión de izquierda -dirigida por los presidentes Vázquez y Mujica- que obtiene resultados
históricos, hagámoslo abiertamente y no envuelto en señales de humo, en temas parciales y pretextos.
Incluso sobre la batalla contra la burocracia, tantas veces enarbolada y tan lenta, debemos discutir y hacer.
El debate sobre política económica y social, sobre la marcha del Proyecto Nacional, sobre las prioridades del gobierno y la estrategia de la izquierda son temas que merecen un debate franco, sereno y respetuoso.
Para ese debate siempre estaremos prontos y bien dispuestos. Para desarrollar exclusivamente los músculos del cuello que nos ayudan a asentir, no cuenten conmigo.
PD. No esta demás aclarar que estas son opiniones personales, y que si tuviera que volver a un centralismo democrático de cualquier tipo para opinar, lo abandonaría de inmediato.
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