Por The New York Times | Franz Lidz
Donde sea que haya una guerra remota, habrá mercenarios: combatientes contratados cuyo único vínculo en común puede ser el apetito por la aventura. Algunos se unen a ejércitos extranjeros o fuerzas rebeldes porque creen en la causa; otros se afilian porque el precio es el correcto.
Así sucedía en la antigua Grecia, aunque esto no se sabe gracias a los antiguos historiadores griegos, para quienes la polis, o ciudad-Estado independiente griega, simbolizaba la muerte de la opresión de los reyes y el ascenso de la igualdad entre los ciudadanos y el orgullo cívico. Por ejemplo, ni Heródoto ni Diódoro Sículo mencionaron a ningún mercenario en sus relatos sobre la primera batalla de Hímera, una feroz lucha en el año 480 a. C. en la que los griegos de varias ciudades sicilianas se unieron para hacer retroceder una invasión cartaginesa. Los mercenarios eran considerados la antítesis del héroe homérico.
“Ser un asalariado tenía algunas connotaciones negativas: avaricia, corrupción, cambios de alianzas, la perdición de una sociedad civilizada”, comentó Laurie Reitsema, antropóloga de la Universidad de Georgia. “Si tenemos esto en cuenta, con razón los autores antiguos decidieron embellecer a los griegos por los aspectos griegos de las batallas en vez de admitir que tuvieron que pagar por ello”.
Sin embargo, una investigación publicada el lunes en Proceedings of the National Academy of Sciences sugiere que el linaje de las tropas que defendieron Hímera no era tan estrictamente griego como lo indicaban los registros históricos de la época.
En general, la victoria era considerada un evento definitorio para la identidad griega. Sin embargo, el nuevo estudio, un análisis de ADN degradado de 54 cuerpos que se encontraron en la necrópolis occidental recién desenterrada de Hímera, reveló que la gran mayoría de las fosas comunes estaban ocupadas por soldados profesionales de lugares tan lejanos como Ucrania, la región báltica (la actual Letonia) y Tracia (la actual Bulgaria).
El hallazgo respalda una investigación publicada el año pasado en la que Katherine Reinberger, bioarqueóloga de la Universidad de Georgia, y sus colegas realizaron un análisis químico del esmalte de los dientes de 62 guerreros caídos que fueron enterrados cerca del antiguo campo de batalla de Hímera, donde tuvieron lugar dos enfrentamientos importantes: uno en 480 a. C., cuando las fuerzas de Hímera derrotaron al general cartaginés Amílcar Magón, y una segunda batalla siete décadas más tarde, cuando el sobrino de Amílcar regresó para vengarse e Hímera fue destruida. El equipo de Reinberger concluyó que alrededor de una tercera parte de quienes lucharon en el primer conflicto fueron locales, en comparación con las tres cuartas partes en la segunda batalla. Reitsema es una de las autoras principales en ambos estudios.
Angelos Chaniotis, un historiador griego en el Instituto para Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton, dijo que el nuevo estudio arrojaba una nueva luz sobre la composición de las batallas en Hímera, aunque no sobre sus resultados finales. “Confirma el panorama general que teníamos de las fuentes antiguas y, al mismo tiempo, resalta el papel de los mercenarios”, comentó. “Los mercenarios son mencionados en nuestra evidencia, pero a menudo se ocultan a la vista de todos”.
David Reich, genetista de la Universidad de Harvard cuyo laboratorio generó los datos, hizo notar que su artículo “sugiere que los griegos minimizaron el papel de los mercenarios, posiblemente porque querían proyectar una imagen en la que los heroicos ejércitos de soldados griegos y los lanceros armados conocidos como hoplitas defendían sus territorios”. En teoría, los ejércitos armados con comandos por contrato iban a socavar esta imagen.
Los tiranos que gobernaron las ciudades sicilianas-griegas en el periodo helenístico reclutaban aventureros para realizar expansiones territoriales y, en algunos casos, porque esos gobernantes eran muy impopulares entre su ciudadanía y necesitaban guardaespaldas. “El reclutamiento de mercenarios en Sicilia incluso promovió el uso de monedas para pagarles”, comentó Reitsema.
La Sicilia de la antigüedad, rica en recursos y con una ubicación estratégica, fue el hogar de colonias griegas y cartaginesas, las cuales coexistieron durante mucho tiempo de manera amigable. No obstante, cuando la propia gente de Terilo, el tirano de Hímera, lo removió del poder en el año 483 a. C., él convocó a sus aliados cartagineses para que lo ayudaran a volverá tomar la ciudad.
Tres años más tarde, el general cartaginés Amílcar Mago navegó desde el norte de África hasta Hímera con una fuerza expedicionaria estimada en más de 300.000 hombres, según cálculos de Heródoto (los historiadores modernos consideran la cifra más cercana a los 20.000). Sin embargo, dos ciudades-Estado griegas-sicilianas que eran vecinas de Hímera, Siracusa y Agrigento, enviaron ayuda en la forma de caballería e infantería y las tropas de Amílcar sufrieron una derrota aplastante y sus embarcaciones fueron incendiadas. Cuando todo parecía perdido, se rumora que el general se quitó la vida lanzándose a una pira.
En 409 a. C., el nieto de Amílcar, Aníbal Mago, regresó para ajustar cuentas. Esta vez, el Ejército griego estuvo conformado en esencia de ciudadanos de Hímera, con pocos refuerzos. Los griegos fueron derrotados y la ciudad, arrasada.
Las tumbas y la necrópolis occidental de Hímera fueron descubiertas en 2009, durante la construcción de una vía férrea para conectar Palermo con Messina. Desde entonces, el sitio ha producido los restos de más de 10.000 entierros. Para los arqueólogos, uno de los mejores indicadores para detectar a un mercenario —extranjero o local— es un entierro en una fosa común.
“Lo más probable es que la gente que limpió el campo de batalla y enterró las bajas no conociera a los mercenarios”, comentó Reitsema. Como resultado, los mercenarios fueron más propensos a terminar en fosas comunes anónimas que los soldados ciudadanos y se volvieron invisibles, o menos visibles, en términos arqueológicos, según Reitsema. Excavaciones en la necrópolis occidental de Hímera en Sicilia. (Stefano Vassallo vía The New York Times) Una fosa común de soldados que participaron en la segunda batalla de Hímera en Sicilia en el año 409 a. C. Se cree que una cuarta parte de los combatientes estaba compuesta de mercenarios, en comparación con dos terceras partes en la primera batalla de Hímera siete décadas antes. (Stefano Vassallo vía The New York Times)