Portar nombres o apellidos con carácter sustantivo o adjetivo puede convertirse desde la más tierna infancia en un mandato de resiliencia.
Heredar un apellido como Gordo o Cabezón puede obligar a su portador a afrontar situaciones de bullying casi desde la cuna, y en algunos casos —hartazgo mediante— las personas “damnificadas” acuden al registro civil para modificarlo.
En ese sentido, cuenta la leyenda que allá por los años 40 una familia uruguaya logró tras un prolongado trámite sacarse de encima el infamante —y erróneo— apellido Culo. Estas personas lograron demostrar que su muy británico patronímico Clulow había sido anotado de manera pésima por un funcionario incompetente o quizá bromista, y así recuperaron el vocablo original.
Asimismo, en la vecina Argentina son relativamente frecuentes las solicitudes de cambio en personas apellidadas Concha o Verga, debido al sentido peyorativo que estos vocablos tienen el en Río de la Plata, y no en otras zonas del orbe hispanohablante.
También en Argentina, una persona con apellido fuera de lo común se transformó en las últimas horas en tendencia en la red social X, y fue blanco de todo tipo de chistes burdos.
Se trata de César Salamín, hombre del partido Juntos por el Cambio, quien ayer asumió el cargo de intendente de una pequeña localidad en la provincia de Chubut.
Del discurso del flamante intendente y su proyecto de gobierno poco trascendió, pero en la letra gruesa de las redes sociales se resaltaron tres datos: que el sujeto se apellida Salamín, que el pueblo se llama El Hoyo y que el nuevo intendente dijo que lo encontró “destrozado”.
Con esas palabras los tuiteros hicieron una regla de tres apelando a un humor de depredador oportunista, y el resultado fue una oleada de memes y burlas.