La Unesco dice que las mujeres representan un 33,3% de las planillas de investigadores que existen en el mundo. El estudio lo realizó el Instituto de Estadística de la organización que analizó el período de 2015 a 2018 en 107 países. Con el fin de visibilizar el trabajo de las mujeres en la ciencia, la Fundación Bayer y Unknown Group seleccionaron a 30 para el Premio al Empoderamiento de la Mujer. Las ganadoras obtendrán un premio de 25.000 euros.
La primera etapa incluyó a 30 mujeres; luego, en la segunda, quedaron 20. Dos uruguayas, María Pía Campot y Lucía Vanrell, fueron seleccionadas como finalistas mediante los votos del público. Según Campot, aplicaron un total de 1.000 mujeres. De este modo, dos uruguayas emprendedoras muestran que hacer ciencia en Uruguay se puede.
¿Por qué la ciencia?
Desde que eran chicas, Campot y Vanrell sabían que querían dedicarse a la ciencia. Quizá no tenían claro cuál sería su rama, pero sí que esta disciplina, de alguna manera, marcaría su destino.
A Campot se le presentó la oportunidad cuando terminó de cursar sexto de Ingeniería en el liceo: “Surgió la opción de hacer Biotecnología [en la Universidad ORT], que era bastante nueva en el país. Entré, me gustó, me quedé y acá estoy”, dice a Montevideo Portal.
Lo primero que le llamó la atención fue el laboratorio: “Nunca había visto uno así antes, parecía todo última generación; había mucha cosa que yo no sabía ni para qué servía, pero me encantaba el lugar”. Campot sentía que allí podía hacer muchas cosas: “Son esas cosas que uno hace a los 18 años sin pensar”. Ahora, en 2023, es licenciada e ingeniera en Biotecnología; en 2020, cuando tenía 27, fue reconocida por el Massachusetts Institute of Technology entre los jóvenes más innovadores de Latinoamérica.
Por su parte, Vanrell cuenta: “No tengo muchos recuerdos de mi vida sin la ciencia”. Le llegó “desde enana”: era curiosa y experimentaba. En un momento, recuerda Vanrell, cuando estaba en cuarto de liceo comenzó a escuchar sobre la secuenciación del genoma humano. Ella, que seguía de cerca National Geographic —porque Google sería un invento del futuro—, se dio cuenta de que iba a estudiar algo relacionado con la ciencia.
Y así fue: entró a la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, después hizo un doctorado en Terapia Génica para tratamiento de cáncer en la Universidad de Navarra, en España. Se inclinó hacia la ciencia aplicada para “resolver problemas en el mundo en el que vivimos”, en concreto, la salud.
De la academia a la gente
Enteria, la empresa que fundó Campot junto con un equipo de científicos, busca y analiza los microorganismos que viven en el cuerpo de las personas. “Ahora trabajamos con los que viven en el intestino y en la vagina; a partir de ahí, de acuerdo a los desbalances que hayan en comparación con una población sana, vemos cómo le puede estar afectando eso a la salud de una persona”, explica la científica.
Son muchos los desórdenes de salud que están asociados a desbalances a nivel de estos microorganismos, indica Campot. Por ejemplo, a nivel vaginal “hay mucha evidencia de que se puede desarrollar un parto prematuro en un embarazo, endometriosis, diabetes gestacional”. “Está buenísimo conocer si hay un problema para evitarlos”, señala.
Enteria trabaja con clientes particulares, profesionales de la salud y laboratorios. Si bien un médico no tiene que recetar este tipo de estudios, Campot asegura que “está bueno” que lo acompañe, ya que debe interpretarlo.
“Yo soy científica, pero no de las tradicionales que se dedican a la investigación básica”, dice Campot. “Está bueno que exista la posibilidad de trasladar esa investigación a la sociedad en un servicio o lo que sea; se ve raro porque uno piensa que está monetizando la ciencia, que sí, en realidad sí, pero no necesariamente es negativo porque también les estás dando un beneficio a las personas”, indica.
Por otro lado, a Vanrell el “bichito de hacer que las cosas pasen” comenzó a picarla desde 2010, cuando volvió de cursar su doctorado en España. Se encontró con un Uruguay en el que la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) comenzaba a impulsar proyectos científicos y en el que las palabras startups y emprendedurismo comenzaban a resonar para “llevar ese conocimiento que se generaba en el laboratorio a la vida real”. Vanrell buscaba hacer algo que impactara.
Durante siete años fue profesora en la Universidad de la República, y después lo fue en la Universidad ORT. Sus pasos en el camino del emprendedurismo fueron tímidos, pero lo empezó a mirar con “lindos ojos”.
En 2018 pegó su primer salto y en 2020 creó Nanogrow junto con un equipo de científicos y expertos en negocios.
“A veces uno piensa que los problemas que aborda en el laboratorio son los que realmente hay que resolver, pero después cuando uno va a la vida real se da cuenta de que para resolver ese problema hay que empezar por otro, o que no está bien enfocado en términos de que para que las cosas pasen también tienen que ser rentables”, señala.
Nanogrow está dedicada a hacer medicamentos biológicos basados en nanoanticuerpos. “Estos nanoanticuerpos son los anticuerpos más pequeños que existen y tienen todas las bondades que los que usualmente se sabe que funcionan”, cuenta. Por ejemplo, cuando alguien dice que le recetaron “un biológico” para un tratamiento para el cáncer, lo que le están dando es un anticuerpo, explica.
Según Vanrell, este tipo de anticuerpos es diferente biotecnológicamente, porque “es más pequeño y estable”. “Lo que hacemos es administrar estos biológicos de manera localizada. En vez de hacerlos inyectables —como son la mayoría o todos—, nosotros buscamos aplicarlos localmente para evitar efectos adversos en otras partes del cuerpo”. Al mismo tiempo, Nanogrow hace que las terapias, además de ser más seguras, sean más accesibles al consumidor final.
El cliente final de la empresa son las farmacéuticas; Nanogrow vende el desarrollo. “Como son terapias novedosas, nos aliamos y co-desarrollamos ayudando a esas empresas a llegar a esas etapas clínicas”, dice.
Mujeres, uruguayas, científicas y emprendedoras
“A las mujeres nos cuesta hacernos cargo y sentimos que necesitamos más pruebas de lo buenas que somos, o de lo bueno que está lo que hacemos para mostrarlo”, expresa Campot, quien lidia con el síndrome del impostor —la sensación de inseguridad relacionada con los logros laborales—. En lo que respecta a las ciencia y los negocios, asegura que se siente “más exigida”.
“Hay muchas mujeres científicas, pero no hay muchas que lleguen a cargos de liderazgo o toma de decisiones”, explica. Para Campot, tanto hombres como mujeres deben complementarse, ya que está “científicamente comprobado”. Vanrell adhiere y agrega: “La mujer es mucho más detallista, mucho más inquisidora, es multitasking, puede estar haciendo varias cosas a la vez sin perderse; la mujer tiene mucho para dar en la ciencia”.
Si bien en números son más las mujeres que cursan carreras relacionadas con la ciencia, “todavía en los puestos más altos, a nivel mundial, predominan los varones”, dice Vanrell.
Asimismo, la cofundadora de Nanogrow sostiene que las mujeres están en desventaja al ser madres: “por ahí te atrasás más” o “en un postdoctorado no te eligen porque tenés chicos y piensan que vas a ser menos productiva que un varón”. “De alguna manera, tenés la necesidad de elegir, porque llega un momento que las fuerzas físicas no te dan, pero bueno, eso está cambiando”, expresa. Vanrell pospuso su carrera científica por sus hijos. “La mujer tiene que poner las cosas en la balanza: ¿ciencia o ser madre? Si no hay apoyo coyuntural de ayudas del gobierno o políticas sociales que tengan que ver con apoyo a estas situaciones, corrés en desventaja”, dice.
“Está en nosotras ir cambiando esas cosas. Este tipo de concursos [el premio de la Fundación Bayer] da mucha visibilidad a las mujeres en la ciencia, porque nos da más credibilidad, de cara a tener más contacto con inversores, hacernos más visibles en un mundo en el que corremos por ser mujeres y, también, mujeres del tercer mundo”, explica. Así, asegura que, ganen o no, con esta oportunidad ingresan a un mundo de networking con clientes e inversionistas, se juntan con la gente “que toma las decisiones” y a la que desde Uruguay no se tiene acceso.
El legado
Para Campot, ganar este premio es importante para por el “reconocimiento”.
“Que se vea que en Uruguay tenemos las capacidades y las posibilidades, que lo que hacemos es de calidad, que es competitivo con lo que se hace en otras partes del mundo”, menciona. Muchas veces “parece que en Uruguay somos chiquitos, somos pocos y pensamos que lo que hacemos es de menor calidad, pero no lo es”; sostiene.
Lo importante, cuenta la cofundadora de Enteria, es que el premio se quede en Uruguay.
“Ver que se puede, que estoy en Uruguay, que soy una persona normal que vivo todos los problemas que vivimos todos los días, pero yo me dedico a la ciencia y aún así puedo tener un reconocimiento”, dice Campot.
Vanrell opina igual que Campot y agrega: “Están pasando cosas en el mundo que hacen que hoy sea un momento súper conveniente para que una mujer joven se largue a la cancha y trate de meterse y emprender, que es buenísimo”. La científica asegura que “la vida tiene otro color cuando uno genera cosas en las que cree”.
Por eso, sostiene: “En este momento, están dadas las condiciones para que las mujeres de la región nos animemos más a dar ese paso y emprender. En la ciencia todavía tenemos una calidad científica muy buena en Uruguay y hace falta que las mujeres no tiremos más al agua”.