Por Q.F. Bernardo Borkenztain
berbork
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No cabe duda de que el 2020 es uno que se empecina en quedar como candidato al peor del siglo.
Empezó con los incendios de Australia, la pandemia y cada mes trae lo suyo; en especial, agosto trajo al empezar nomás la terrible explosión en Beirut.
Esto es desafortunado en cualquier lugar que se dé, pero el fantasma del terrorismo de Hezbollah y la alarma en Israel (la explosión se sintió desde Israel y Siria) agregaron pánico a la desgracia. Por suerte rápidamente la zona se dedicó a lo importante, que es mitigar los daños y cuidar a las víctimas.
Lo primero a entender es que, si bien casi tres mil toneladas de nitrato de amonio son mercancía altamente peligrosa, manejarla en esas cantidades es habitual, porque pese a su uso en explosivos clandestinos (1) es un excelente aporte de nitrógeno al suelo, usado como fertilizante, y en Uruguay se usa mucho.
Lo segundo, es que hay protocolos de manejo de estas sustancias, y lo infrecuente de su explosión a nivel mundial (en estas proporciones) da la idea de lo desafortunado del hecho.
Para que se produzca una explosión, tiene que darse a nivel masivo una reacción que se llama "redox", apócope de reducción-oxidación, y que implica que dos reactantes interactúan de manera irreversible cediendo uno a otro un par de electrones con enorme emisión de calor.
Las consecuencias de una emisión de calor (energía) en tan poco tiempo, que puede o no tener fuego asociado, es lo que se manifiesta en la violenta expansión de gases y ruido que conocemos como la explosión.
En el caso de los explosivos, son sustancias que tienen ambas capacidades (aceptar y entregar electrones) en la misma molécula, lo que es muy eficiente a la hora de liberar energía, ya que son muy inestables. Lo contraintuitivo es que casi nunca la reacción se produce de manera espontánea, se precisa generalmente un iniciador, que puede ser tan leve como una vibración en el caso de la nitroglicerina o una chispa (o llama) como la dinamita o la pólvora.
El triángulo ígnico es un sistema de tres componentes que generan las explosiones y los incendios, y son los dos reactantes que mencionábamos más el calor. El problema de las grandes acumulaciones de estos productos explosivos es que el calor de una pequeña explosión local activa la materia vecina y la deflagración "corre" expandiéndose a toda la masa.
En el caso particular del nitrato de amonio, el problema no sería aún más grave que lo mecánico y las vidas, terribles de por sí, si la combustión (nombre de las reacciones redox en presencia de oxígeno) diera los productos finales agua y nitrógeno, pero el color anaranjado de parte de la nube indica la presencia posible de dióxido de nitrógeno, ácido, irritante y muy contaminante, que puede agregar efectos como lluvia ácida y con enfermedades respiratorias en las zonas más afectadas.
En el caso del puerto de Beirut, además parece que el producto estaba envejecido, lo que lo hace más inestable, porque se descompone parcialmente y se solidifica parcialmente también, y ambas cosas lo hacen más sensibles a un iniciador de reacción lo primero y a la propagación violenta lo segundo. Como además parece que todo se originó en un depósito de fuegos artificiales cercano, es obvio que las malas prácticas de logística es lo que hay que culpar en este caso, que pudo escalar a episodio bélico si la paranoia hacía presa de los vecinos de Líbano.
Es destacable que la comunidad mundial se haya puesto a disposición del gobierno de El Líbano para ayudar a paliar la catástrofe y sus consecuencias que no han hecho más que empezar.
Q.F.Bernardo Borkenztain
(1) Hay que entender que no todos los explosivos son de uso militar o terrorista; se usan en minería, demoliciones, en muchos casos civiles.
Por Q.F. Bernardo Borkenztain
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