Por Q.F. Bernardo Borkenztain
berbork
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Realmente no queda claro de dónde salió tanto sommelier de vacunas, pero es claro que la discusión sobre la COVID-19 ha tomado en Uruguay un tono politiquero-futbolero que no le hace bien a nadie.
A estas alturas, para la mitad de la gente cualquier cosa que decida el presidente va a ser genial y para la otra un disparate absurdo, y a la inversa si quien lo hace es Carolina Cosse (y me animo a inferir que sería así aún cuando tomaran la misma medida).
En función de esto, y Dunning Kruger mediante, todo el mundo tiene una opinión fuerte sobre las vacunas, curas mágicas o si el helado de menta granizada es o no un constructo infame (1) .
Recordemos que el efecto DK es algo que produce que las personas que no saben de un tema sobrevaloren lo poco que saben y se sientan competentes para opinar, incluso, refutando verdaderos expertos, los que pueden sentir lo inverso y tender a dudar de su conocimiento mucho más de lo que sería previsible. Así que ese es un buen indicador: si el interlocutor tiene la vehemencia de Diego Polenta despejando una pelota, lo mejor es desviar sutilmente el tema hacia el helado de menta...
En estos días, el gobierno anunció la compra de vacunas (tarde y caro pero las compró) y un esbozo de plan (no corresponde al presidente detallar la logística sino al ministro del área) y aclaró que se comprarán la vacuna de Pfizer y la Sinovac, con destino de atacar primero el problema en el personal de la salud, la población de riesgo y los docentes. Esto es un acto de gobierno y, de acuerdo o no, marca las prioridades del presidente: cuidar a la primera línea de defensa, a los más débiles y asegurar que la educación sea viable. Se podrá creer que lo logrará o no, pero es claro que relegó a un segundo momento a policías, lo que teniendo a un cowboy de ministro del Interior es un mensaje claro.
El tema que (casi) nadie entiende, es que el parámetro de fondo para analizar el tema es la costo/efectividad (CE) de las vacunas y del plan en sí mismo.
Llamemos CE al análisis de este punto, que en principio puede confundirse con el costo/beneficio porque el valor a estudiar no es solo monetario; lo que se pone en el denominador de la CE es un efecto en la salud, en este caso los parámetros relativos al control de la pandemia, como ser: disminución de casos, disminución de los casos graves, o tiempo en que se mantiene el efecto de inmunidad transmitido por las inoculaciones.
El costo/beneficio ponderaría: precio, cantidad de dosis que se pierden, costo de la logística, etc.
Ambos son necesarios, pero el primero es ignorado en general, pero el GACH y el MSP sin dudas lo están considerando, aunque no he visto especialistas en este tema (que los hay) en las filas.
Lo que es obvio es que, considerando el CE es imprescindible entender que si una vacuna (Pfizer) es el doble de cara de la otra (Sinovac) pero la otra tiene (aproximadamente) la mitad de la efectividad, el costo/beneficio será similar, pero CE no, porque hay otros parámetros como que la efectividad de esta última para disminuir los casos graves (importantísimo) es mucho más alta que la que tiene para reducir contagios en general, por eso el análisis no debe ser unidimensional.
Otra cosa son los medicamentos o sustancias propuestas como curas, para las que tenemos el antecedente del impresentable Dr. Raoult y la explosión (sin pena ni gloria) que tuvo la hidroxicloroquina el año pasado.
Otro tema, y que ya se cobró dos muertos (al menos de alto perfil mediático) es el del MMS o el dióxido de cloro, que ya está más que claro que no solo no sirve sino que es peligroso y terminó con un pseudoneurólogo y el principal instigador, Andreas Kalcker, denunciados penalmente en Argentina.
Por último, y más recientemente, tenemos la ivermectina, un antiparasitario que ha sido recomendado recientemente para prevenir y tratar el COVID-19, pero desde parte de la comunidad médica, con un restringido uso clínico como corresponde a algo en prueba, pero que al hacerse público provocó una "corrida" para comprar las existencias en farmacias (2).
Los tres casos son muy diferentes: el primero se trata de una viralización en el momento de mayor miedo global a partir de un estudio informal que luego reveló enormes desprolijidades, el segundo es una sustancia infame promovida por inescrupulosos, pero, el tercero se trata de una sustancia a la que quizás se le debería dar el beneficio de la duda y hacer pruebas controladas.
Un colega me comentaba ayer que a un viejo profesor nuestro le parecía que tenía suficiente mérito para ello, pero, ante una marea descontrolada de autoprescripción, con lo peligrosa que es, el M.S.P. tomó la opción de prohibir su uso en este sentido.
Como vemos, es importante tener en cuenta que los temas en la balanza no son del tenor de una alineación de fútbol, van más allá de la politiquería barata, y, literalmente nos va la vida en ello.
¿Quiere decir esto que no se ha exagerado? Obviamente no. ¿O que no se cometieron errores? Menos. Lo que sin dudas no se puede negar es que la opinión calificada existe, y que no es lo mismo escuchar a los científicos que al cuñado. Salvo, por supuesto, que uno sea el cuñado de Rafael Radi...
Q.F. Bernardo Borkenztain
(1) - "Spoiler alert" - Solamente es válido hacerlo en el último caso
(2) - Hay que tener en cuenta que es muy tóxica y las dosis que se usan son muy pequeñas.
Por Q.F. Bernardo Borkenztain
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