La mañana del 5 de octubre, el edificio acristalado del Centro de Convenciones de Chicago apareció rodeado de pequeños pájaros cantores muertos. Otro episodio de colisión masiva que confirmó con hechos lo que hoy ratifica un estudio: hay que educir la contaminación lumínica para salvar a las aves.
La revista Nature Communications publica hoy el mayor análisis realizado hasta la fecha sobre el impacto de la luz artificial en las aves, después de que episodios como el citado de Chicago —en el que los voluntarios de su Museo de Historia Natural recogieron hasta 946 ejemplares muertos— sean cada vez más comunes.
El estudio, dirigido por la Universidad de Colorado, ha comparado más de diez millones de observaciones de radares meteorológicos con datos de paisaje y el diagnóstico es claro: la contaminación lumínica es la segunda causa de mortalidad para las aves migratorias.
“La migración es una etapa de riesgo en la vida de las aves, que suelen recorrer cientos o miles de kilómetros, a veces quemando la mitad de su masa corporal por el camino. Encontrar un buen lugar para descansar y alimentarse es fundamental para que las aves migratorias sobrevivan y prosperen una vez que llegan a su destino”, subraya Kyle Horton, biólogo de la Universidad Estatal de Colorado.
La luz artificial se convierte en el principal indicador de dónde aterrizar para las aves, que suelen migrar de noche, y al mismo tiempo en una “trampa ecológica”, ya que provoca colisiones y las atrae a las ciudades que no son lugares seguros de parada por problemas como la mala calidad del aire o la abundancia de depredadores.
Los investigadores apuntan a que bajar el brillo, suavizar el color de las luces o incluir calcomanías con puntos o líneas cuadriculadas puede ayudar a evitar colisiones al revelar la barrera a las aves.
Por su parte, este estudio ha proporcionado los primeros mapas a escala continental de los “puntos calientes” en la migración de las aves en Estados Unidos, para que a partir de ellos se puedan establezcer planes de conservación y abordaje de la contaminación lumínica.
EFE