Por The New York Times | David Leonhardt
Pronto estará disponible una nueva generación de tratamientos contra la COVID-19 y son más importantes de lo que muchas personas creen.
Tienen el potencial de reducir de un modo sustancial la hospitalización y la muerte. Y es probable que sean eficaces contra la variante ómicron, según creen muchos científicos, incluso si ómicron debilita las vacunas contra la COVID-19 a la hora de prevenir infecciones. Como me dijo Monica Gandhi de la Universidad de California en San Francisco, los tratamientos son “un gran avance”.
En términos más simples, los tratamientos pueden ayudar a convertir la COVID-19 en una enfermedad respiratoria más común, similar al resfriado o la influenza, en vez de una que está matando a unos 1000 estadounidenses por día y dominando la vida diaria de millones de personas.
Hay dos tratamientos en camino, uno de Pfizer y otro de Merck, y tendrán beneficios médicos y psicológicos. No solo pueden reducir la enfermedad grave de COVID-19, sino que también pueden reducir los temores y ayudar a que la sociedad vuelva a la normalidad, reduciendo los enormes efectos secundarios sociales y económicos de la pandemia.
Tanto el tratamiento de Pfizer como el de Merck son regímenes de píldoras que las personas toman durante cinco días después de una prueba positiva de COVID-19. Las píldoras evitan que el virus se replique dentro del cuerpo y son muy similares a los tratamientos que revolucionaron la atención médica del VIH en la década de 1990.
La versión de Pfizer, que quizás estará disponible de manera generalizada a principios del próximo año, parece ser la más efectiva: redujo el riesgo de hospitalización o muerte en un 85 por ciento en un ensayo durante la investigación. La versión de Merck, que debería estar disponible antes, redujo el riesgo en un 30 por ciento.
Un panel de expertos de la Administración de Medicamentos y Alimentos votó esta semana, por un estrecho margen (13-10), para recomendar la aprobación del tratamiento de Merck. La agencia aún no ha dicho cuándo sus expertos podrían votar sobre Pfizer.
“Estos cambiará nuestra capacidad de controlar la COVID en todo el mundo en 2022”, dijo Gandhi.
Quitarle los colmillos a la pandemia
En verdad, para la mayoría de los estadounidenses el virus ya fue debilitado y sería sorprendente que ómicron cambiara eso. La tasa de letalidad de los adultos vacunados menores de 50 años es casi cero, según datos de Minnesota y el condado de King, Washington (que publican estadísticas detalladas); la tasa de hospitalización es similar a la de una influenza típica. Para los niños, vacunados o no, los riesgos son aún menores.
Pero sé que muchos estadounidenses siguen aterrorizados por la COVID-19. Después de casi dos años de vivir una pandemia, volver a la normalidad puede ser difícil, en especial con la genuina incertidumbre sobre la variante ómicron. Una vez que el uso de los tratamientos sea más amplio, estos pueden ofrecer tranquilidad, como última línea de defensa contra la COVID-19 grave.
Por supuesto, los beneficios médicos serán incluso mayores que los beneficios psicológicos para las personas que siguen siendo vulnerables al virus.
Las muertes ocurren sobre todo entre los no vacunados, aunque los estadounidenses vacunados mayores de 65 años, en especial aquellos con problemas médicos existentes, también corren cierto riesgo. También lo corre un pequeño porcentaje de estadounidenses más jóvenes, como los que se han sometido a un trasplante de órganos o están recibiendo algunos tratamientos contra el cáncer.
Una de las principales ventajas de las píldoras es que las personas pueden tomarlas en casa. Los tratamientos actuales de COVID-19, como los anticuerpos monoclonales, a menudo se administran en un hospital.
Otra ventaja es que no atacan la parte del virus que más cambia con cada nueva variante: la proteína de la espícula. Es por eso que los científicos esperan que los tratamientos funcionen incluso a medida que evoluciona el virus.
Las vacunas siguen siendo cruciales
Pfizer proyectó que producirá dosis suficientes para tratar a 20 millones de personas en el primer semestre del próximo año y 60 millones adicionales en el segundo semestre. El gobierno de Biden acordó comprar 10 millones de los tratamientos, conocidos como Paxlovid, a un costo cercano de 530 dólares cada uno. Los estadounidenses quizás no tendrán que pagar mucho de su bolsillo, si es que de hecho tienen que hacerlo.
Como una idea aproximada de la escala, 10 millones de tratamientos habrían cubierto a todos los estadounidenses de 65 años o más que dieron positivo por COVID-19 en el último año, y habrían quedado millones de dosis restantes.
Merck proyecta que producirá más de 10 millones de ciclos de su medicamento, llamado molnupiravir, para fines de este año y al menos 20 millones más en 2022. El gobierno federal acordó comprar 3,1 millones de esos ciclos a un costo cercano a los 700 dólares cada uno. Un portavoz de Merck dijo que el gobierno proporcionaría el medicamento a los pacientes sin costo.
Ambos tratamientos presentarán desafíos logísticos. Lo más probable es que las personas necesiten demostrar que dieron positivo en la prueba de COVID-19 y luego recibir una prescripción médica. Al menos durante los próximos meses, solo las personas vulnerables, las que son mayores o tienen afecciones médicas serán aptas. Y los tratamientos implican un programa detallado de administración: tres píldoras, dos veces al día, durante cinco días, en el caso de Pfizer, y dos píldoras adicionales por día en el caso de Merck.
Lo ideal es que el tratamiento comience dentro de los cinco días posteriores a la aparición de los primeros síntomas de COVID-19.
Las personas que pueden acceder a las píldoras y tomarlas según lo prescrito pueden marcar la diferencia. En el ensayo de investigación de Pfizer, el tratamiento redujo el riesgo de hospitalización en más o menos un 90 por ciento entre las personas que lo iniciaron dentro de los tres días posteriores a la aparición de los síntomas. No ocurrió ninguna muerte entre los pacientes que lo recibieron.
“Estos tratamientos no van a acabar por sí solos con la pandemia ni van a ser tan impactantes como las vacunas”, me dijo Rebecca Robbins, que cubre productos farmacéuticos para The New York Times. “Pero si pueden llegar a las personas con la suficiente rapidez y eso es importante, tienen un potencial muy real para salvar vidas y aliviar la carga de los hospitales”. Se realiza el hisopado de un paciente en un sitio de pruebas COVID en Filadelfia, Misisipi, el 24 de agosto de 2021. (Emily Kask / The New York Times)