Hace unos 1.000 años, un pequeño grupo de polinesios navegó miles de kilómetros por el Pacífico hasta llegar a una isla remota a la que llamaron Rapa Nui y donde levantaron una emblemática civilización de la que todavía hoy quedan vestigios, unas enormes estatuas de piedra conocidas como “moai”.
Se dice que con el tiempo, la población de Rapa Nui se disparó hasta niveles insostenibles y acabó con los recursos de la isla: talaron todos los árboles, mataron a las aves marinas y agotaron los suelos, y para cuando llegaron los europeos en 1722 (el día de Pascua, de ahí el nombre de Isla de Pascua), esta civilización se había derrumbado y solo quedaban unos pocos miles de personas.
Hoy un estudio científico cuestiona esta narrativa y defiende que la población de Rapa Nui no cometió ecocidio ni llegó a niveles insostenibles, sino todo lo contrario: aquellos polinesios encontraron formas de hacer frente a las limitadas condiciones de la isla y mantuvieron una población pequeña y estable durante siglos.
La prueba: un sofisticado inventario de ingeniosos “huertos rupestres” donde los isleños criaban batatas altamente nutritivas, alimento básico de su dieta y suficiente para mantener a unos pocos miles de personas.
El estudio, publicado en la revista Science Advances, ha sido liderado por Dylan Davis, de la Escuela de Clima de Columbia (Nueva York).
“Estos huertos demuestran que la población nunca podría haber sido tan grande como algunas de las estimaciones anteriores”, y que “esa gente fue capaz de ser muy resistente con unos recursos limitados modificando el medio ambiente para obtener productos”, subraya.
Isla de Pascua, el lugar más remoto de la Tierra
La Isla de Pascua es posiblemente el lugar habitado más remoto de la Tierra, y uno de los últimos en ser colonizado por los humanos, si no el último. La masa continental más cercana es Chile central, a casi 3.000 km al este. A unos 5.000 km al oeste se encuentran las tropicales Islas Cook, donde se cree que zarparon colonos alrededor del año 1200 de nuestra era.
La isla está formada por roca volcánica, pero a diferencia de las exuberantes islas de Hawái y Tahití, las erupciones cesaron hace cientos de miles de años, y los nutrientes minerales aportados por la lava se han perdido.
Además, la isla es más seca que sus hermanas tropicales y para complicar más las cosas, su perímetro está rodeado de inmensos acantilados, lo que significa que los isleños tenían que trabajar más para pescar que los habitantes de las islas polinesias rodeadas de lagunas y arrecifes accesibles y productivos.
Para afrontar esta situación, el estudio defiende que los colonos emplearon la técnica “jardinería de rocas” o “acolchado lítico”, que consiste en esparcir rocas en superficies bajas protegidas para proteger la tierra de la niebla salina y el viento y plantar boniatos.
Esta técnica, de hecho, ha sido utilizada por indígenas de Nueva Zelanda, de las Islas Canarias y del suroeste de Estados Unidos, entre otros lugares.
La población de Rapa Nui
Algunos científicos sostienen que la isla tuvo que albergar a muchos más habitantes de los cerca de 3.000 que vieron los colonos europeos por primera vez y diversos estudios basados en el rendimiento de los cultivos y otros factores sostienen que la población rapanui pudo ser de 17.500 o 25.000.
Para hacer este estudio, el equipo pasó cinco años analizando el terreno de las rocallas y sus características y, a partir de estos datos, entrenaron una serie de modelos de aprendizaje automático para detectar huertos mediante imágenes de satélite e infrarrojos, que no solo destacan las rocas, sino también los suelos con más humedad y nitrógeno, esenciales para los huertos.
El equipo concluyó que los jardines rocosos ocupan solo unas 188 hectáreas, menos de la mitad de la superficie de la isla y que toda la dieta se basaba en boniatos, estos huertos podrían haber dado sustento a unas 2.000 personas.
Sin embargo, según los isótopos hallados en huesos y dientes y otras pruebas, la población del pasado probablemente obtenía entre el 35% y el 45% de su dieta de fuentes marinas, y una pequeña cantidad de otros cultivos menos nutritivos, como plátanos y caña de azúcar.
Si se tuvieran en cuenta estas fuentes, la capacidad de carga de la población habría ascendido a unos 3.000 habitantes, la cifra que observaron los primeros europeos.
Para Carl Lipo, de la Universidad de Binghamton y coautor del estudio, aunque la idea del auge y caída de esta civilización “sigue calando en la opinión pública”, es difícil que eso ocurriera dadas las características de la isla.
EFE
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