Después de haber bajado de categoría, el huracán Milton volvió a convertirse en un potencial riesgo para la población de Florida, en Estados Unidos, donde se espera que llegue este miércoles.
Así, el meteorólogo José Serra explicó a Montevideo Portal cómo se categorizan los huracanes y cuáles son los daños que pueden causar, según la escala de Saffir Simpson.
Las categorías
Los huracanes se clasifican en cinco categorías. La primera, la más leve, implica velocidades de viento de entre 119 y 153 km/h. Por lo general, este tipo de huracanes no genera daños a las estructuras de edificios, tampoco a los árboles ni al alumbrado. Sin embargo, puede causar inundaciones en zonas costeras, aunque los daños no son “muy graves”.
Para que un huracán sea de categoría dos, se requieren rachas de viento de entre 154 y 177 km/h. Puede generar daños en techos y aberturas, en puertos —desprendimiento de amarras—, en los árboles y en la cartelería.
Los vientos de un huracán categoría tres van desde los 178 a 209 km/h, y la marea puede alcanzar hasta cuatro metros de altura. Los daños potenciales son en edificios pequeños y casas; genera inundaciones y un avance mayor de agua hacia el continente.
En tanto, un huracán de categoría cuatro tiene rachas de viento de entre 210 y 250 km/h. Además, puede generar que la marea alcance los 6,5 metros de altura. Este tipo de huracán genera daños generalizados en estructuras de edificios, inundaciones, y cede las protecciones al avance del agua, así como la intensidad del viento.
En tanto, un huracán categoría cinco, como Milton, implica rachas de viento que pueden ir desde los 251 hasta los 400 km/h. Asimismo, la marea puede alcanzar los 10 metros de altura. En estos casos, la población debe someterse a “evacuación masiva”, ya que los vientos de más de 300 km/h arrancan los árboles y las casas de sus cimientos. Las inundaciones, además, pueden superar varios metros de altura.
Por qué se llama Milton
Los científicos identificaron que registrar este tipo de desastres naturales con nombres cortos, que sean fáciles de escribir y de recordar, mejoraba la comunicación y generaba menos confusiones.
Así, en 1953, Estados Unidos comenzó a registrar las tormentas con nombres femeninos, mientras que en 1978 utilizó también masculinos.
La lista de nombres está a cargo de la Organización Mundial de Meteorología. Además, para huracanes atlánticos existe una lista de nombres femeninos y masculinos que rota durante períodos de seis años.