Machu Picchu no fue solo el hogar de la realeza y la élite social inca. Allí también vivieron y murieron trabajadores y sirvientes que, según el análisis de su ADN de hace más de 500 años, llegaron a la ciudad desde todos los puntos del imperio e incluso de la Amazonía.
Un estudio que publica Science Advances, encabezado por Lucy Salazar de la Universidad de Yale (EE. UU.), secuenció y analizó el ADN antiguo logrado de restos dentales de 34 individuos enterrados en Machu Picchu.
Además, se comparó con el de otras tantas personas enterradas en yacimientos cercanos a Cusco y Valle de Urubamba y con 30 genomas modernos de Sudamérica, para comprobar su grado de parentesco.
Los estudios sugieren que Machu Picchu estuvo habitada principalmente por sirvientes, conocidos como “yanacona” (hombres) y “aclla” (mujeres), entre 1420 y 1532, los cuales se consideraba que eran étnicamente diversos, provenientes de tierras lejanas conquistadas por los incas.
“Los resultados sugieren la existencia de una comunidad de criados diversa en Machu Picchu, en la que personas de diferentes orígenes genéticos vivían, se reproducían y eran enterradas juntas”, escriben los autores.
El análisis mostró que los individuos procedían de todo el Imperio inca, algunos incluso de la Amazonía, y solo dos personas (madre e hija) estaban biológicamente emparentadas, lo que demostraba que habían sido llevados allí como individuos y no como parte de un grupo familiar o comunitario.
La distribución de los enterramientos indicaba que la vida de estos sirvientes probablemente no estaba estructurada en torno a sus orígenes étnicos.
El investigador Jason Nesbitt, de la Universidad de Tulane (EE. UU.) que participó en el estudio, indicó que estos datos refuerzan investigaciones hechas en Machu Picchu y otros sitios incas. El análisis del ADN respalda la documentación histórica y los estudios arqueológicos de los artefactos hallados asociados a los enterramientos.
EFE