El mundo espera la vacuna contra el coronavirus como si fuera un antídoto que nos permitirá volver automáticamente a la "vieja normalidad". La realidad puede ser sin embargo más compleja, nos advierte el inmunólogo y doctor en bioquímica Álvaro Díaz. 

Álvaro es uno de los colaboradores del excelente sitio Coronabicho.uy, que ofrece artículos extensos y de calidad sobre el nuevo coronavirus. El sitio es dirigido por el matemático Antonio Montalbán y la ingeniera Natalia Bottaioli.

En su artículo, Díaz intenta responder las principales preguntas en torno a las vacunas y predecir un desenlace probable con la información disponible al comenzar octubre.

Su trabajo incluye aportes de Gonzalo Moratorio (Facultad de Ciencias, UdelaR, e Instituto Pasteur), Alejandro Chabalgoity (Facultad de Medicina, UdelaR), Gustavo Salinas (Facultad de Química, UdelaR, e Instituto Pasteur) y Gregorio Iraola (Instituto Pasteur).

El artículo entero puede leerse aquí (lo recomendamos, aunque lleve un tiempo) pero en esta nota se resumen los principales conceptos en diez preguntas que plantea el inmunólogo.

¿Por qué hay tanto optimismo sobre que alguna vacuna va a funcionar?

Díaz recuerda que para el virus de la gripe hay que darse una nueva "versión" de la vacuna cada año (y sólo disminuye el riesgo de contagio a la mitad) y que para el virus del SIDA los científicos llevan casi 40 años tratando de encontrar una que sea efectiva.

Afortunadamente, agrega, lo que sabemos del virus SARS-CoV-2 parecería indicar que las vacunas contra la COVID-19 no presentan las dificultades de las de la gripe ni de las del SIDA.

Si bien tanto la gripe como la COVID-19 son causadas por un virus respiratorio con genoma de ARN, que muta con frecuencia, el inmunólogo señala que no necesariamente la COVID-19 necesitará una nueva versión todos los años.

"Si bien todos los virus con genoma de ARN mutan más rápidamente que los de genoma de ADN (y, por lo tanto, pueden evolucionar más velozmente), dentro de los de genoma de ARN los coronavirus son los que mutan más lentamente. Esto tiene que ver, por un lado, con que los coronavirus tienen genomas hechos de una única y muy larga molécula de ARN, mientras que el virus de la gripe tiene un genoma hecho de varias moléculas de ARN, mucho más cortas, que por un mecanismo de ‘barajar y dar de nuevo' dan lugar a muchas variantes del virus rápidamente", afirma.

Por otro lado, "los coronavirus tienen un mecanismo de corrección de los errores que se generan al copiar su genoma (es decir, de posibles mutaciones) que no está presente en otros virus de ARN como el de la gripe".

O sea, en los coronavirus la velocidad de mutación es menor que en otros virus de ARN. De hecho, "es posible desarrollar vacunas efectivas (y que no necesitan ser actualizadas todos los años) contra algunos virus de ARN, como sucede con el sarampión (cuyo genoma consiste en una sola molécula de ARN)".

¿Ya se sabe que las vacunas contra el COVID-19 funcionan?

Las fases iniciales de los ensayos clínicos arrojan datos positivos. Sin embargo, no alcanzan para asegurar que las vacunas protegen contra la infección. Adicionalmente, además de saber si protegen, hay que saber que no causan efectos secundarios no deseados. Todo esto se sabrá más definitivamente cuando las vacunas concluyan la fase III de sus ensayos en humanos, fase a la que muy pocas vacunas han llegado hasta el momento y ninguna ha terminado, apunta Díaz.

De las más de 180 vacunas en estudio, hay ocho de las que ya se conocen datos de las fases iniciales de los ensayos clínicos. Estas primeras fases (llamadas fases I y II) involucran decenas o centenas de voluntarios y sirven para tener datos iniciales sobre posibles efectos no deseados, y para saber si efectivamente se inducen anticuerpos contra el virus. Todos los resultados de ensayos de fase I y II que se han informado son positivos: los efectos no deseados son más o menos leves (del tipo dolor de cabeza, cansancio o fiebre en algunos vacunados), y claramente se generan anticuerpos neutralizantes contra el virus.

"Esto puede llevarnos a pensar: "¡ya está!", pero (¡lamentablemente!) no es así", advierte el inmunólogo.

Para descartar aquellos efectos no deseados que podrían aparecer en un porcentaje bajo de los vacunados (¡pero que, si se vacuna a la mitad de la población mundial, podrían afectar a muchas personas!), son necesarios los ensayos clínicos de fase III, que involucran a decenas de miles de personas, agrega el artículo.

Además, que las vacunas induzcan anticuerpos neutralizantes no quiere decir que efectivamente nos protejan de la infección. El problema de saber si las vacunas candidatas efectivamente protegen se resuelve en los ensayos de fase III. "En estos ensayos, los miles de participantes son divididos en dos grupos: uno en el que reciben la vacuna y otro en el que reciben un pinchazo con el mismo líquido en el que está la vacuna, pero sin vacuna (el famoso placebo). Ninguno de los participantes sabe qué recibió. Luego de algún tiempo, se analiza si efectivamente hubo menos infectados entre los que recibieron la vacuna que entre los que recibieron el placebo", informa Díaz.

¿Cuándo van a estar listos los primeros resultados de fase III?

"Los directores de Pfizer y BioNTech dijeron que para mediados o fines de octubre podrían tener los datos necesarios para la aprobación de su vacuna, una de las más avanzadas en la carrera. Sin embargo, hay muchas variables que determinan la duración de los ensayos clínicos, por lo que es imposible poner una fecha realista. De todos modos, es muy probable que antes de fin de año ya se conozcan resultados de más de uno de estos ensayos clínicos", anticipa el inmunólogo.

Para finales de setiembre, teníamos nueve vacunas candidatas que han comenzado ensayos de fase III. Estos ensayos estarán terminados recién a finales de 2021. Sin embargo, en el contexto actual de emergencia mundial, se espera que los organismos reguladores de Estados Unidos y Europa aprueben vacunas en base a datos parciales de estos ensayos de fase III, siempre que estos sean lo suficientemente positivos.

"Algunos laboratorios están haciendo declaraciones públicas en las que prometen resultados para fines de octubre. En el mejor de los casos, están haciendo proyecciones aventuradas sobre el nivel de contagio futuro en los lugares en que se desarrollan sus ensayos y sobre la eficacia de sus vacunas; en el peor de los casos, están buscando cínicamente que sus acciones suban. Globalmente, una previsión prudente es que las primeras evidencias sólidas de protección por vacunas surgirán a fin de 2020", agrega.

¿Con un pinchazo alcanzará?

Seguramente no, responde Díaz. Es más probable que las primeras vacunas en ser aprobadas sean en dos dosis, espaciadas entre dos semanas y un mes. De todos modos, no es improbable que, con más tiempo, aparezcan vacunas en una sola dosis.

La gran mayoría de los ensayos clínicos de fases I y II de los que hay datos usan vacunación en dos dosis, espaciadas entre dos semanas y un mes. En el caso de la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, si bien la apuesta principal fue ir a una sola dosis, las pocas personas en el ensayo que recibieron dos dosis respondieron notoriamente mejor. En consecuencia, el ensayo de fase III de esta vacuna utiliza dos dosis, apunta.

Sin embargo, el vacunar usando dos dosis es el doble de caro y limita a la mitad la cantidad de personas que pueden ser vacunadas prontamente, ya que la capacidad mundial de producción de vacunas no va a llegar a satisfacer la demanda, al menos durante 2021.

Con respecto a cuánto va a durar la protección, Díaz dice que si bien hoy por hoy solo se puede especular, lo más probable es que los anticuerpos generados por las vacunas que se aprueben mantengan niveles efectivos durante al menos un par de años.

Las nuevas vacunas genéticas ¿cambian nuestro genoma?

"Los portavoces de la seudociencia están diciendo muchos disparates. Lo que sí es verdad es que buena parte de las vacunas candidatas más avanzadas se basa en tecnologías que hasta ahora no han sido empleadas en vacunaciones masivas de seres humanos. Las tecnologías en sí no son tan nuevas y vienen siendo usadas en otros contextos desde hace años. De todas formas, esto requiere que seamos más cautelosos", dice.

"Dos tecnologías nunca antes usadas en vacunas para humanos de manera masiva son utilizadas por cinco de las vacunas candidatas que están en fases avanzadas: ARN mensajero (Moderna y Pfizer/BioNTech/FosunPharma, de USA, Alemania y China) y vectores adenovirales (AstraZeneca de Reino Unido y Suecia, Instituto Gamaleya de Rusia, CanSino de China). Sobre esto se escriben y dicen en las redes coloridos e irresponsables disparates, como que las vacunas nos van a ‘re-escribir el genoma', haciendo que ‘dejemos de ser humanos'", dice Díaz.

Las vacunas genéticas se basan en hacer entrar información en algunas de nuestras células para que éstas produzcan una proteína "extraña" (en el caso que nos ocupa, la proteína de la espícula -o spike, en inglés- del SARS-CoV-2, que es la que le permite al virus colonizar nuestras células). Esta información, que está en forma de ARN mensajero o de ADN, según de qué vacuna se trate, ingresa a algunas de nuestras células, pero queda separada de nuestro genoma y, al cabo de un tiempo, se pierde, porque ese ARN o ADN es naturalmente degradado, dentro de las células vivas o cuando las células mueren (y son reemplazadas por células nuevas). Entonces, el genoma en sí no es alterado. Además, no hay posibilidad de que esa información sea transmitida a nuestra descendencia, explica.

¿Qué tan difícil va a ser distribuir las vacunas?

Algunas vacunas candidatas avanzadas requieren ciertas temperaturas de almacenamiento particulares, lo que "seguramente va a enlentecer su distribución a ciudades, pueblos y comunidades rurales donde se necesiten", informa el artículo.

Otras de las vacunas candidatas avanzadas precisan temperaturas de almacenamiento convencionales (de entre 2 y 8 grados), que son más accesibles. En el otro extremo, la vacuna de SinoVac (virus inactivado), según declara la empresa, resiste hasta 28 días a 37 grados, lo que haría posible que su transporte se haga a temperatura ambiente.

¿Cuánto incide la política en esta carrera?

Rusia asegura haberle ganado a los países occidentales la carrera por una vacuna. Trump está prometiendo una vacuna para el mes de octubre, por más que la mayoría de los científicos lo vean poco probable. "La ciencia se está encontrando con enormes presiones políticas, y esto sólo trae desconfianza", reflexiona el docente.

Lo que logran las aprobaciones para vacunas rusas, por ejemplo, "es reclutar a poblaciones indebidamente informadas (algunos rusos en la tercera edad, imaginamos) o sin opción de protestar (los militares chinos) a ensayos de fase III que no llevarán el nombre de tales".

Considera que en el caos de Estados Unidos "no parece imposible que en este contexto, el gobierno actual de Estados Unidos apruebe una vacuna en forma prematura, y que la decisión sea luego revertida por la siguiente administración, si Trump pierde las elecciones".

¿Quién se vacuna primero?

El reparto de las vacunas que se produzcan primero es un gran problema, advierte Díaz. Pueden pasar años antes de que tengamos vacunas para los 8 mil millones de personas de todo el mundo. Muchos países ya están reservando dosis para todos sus ciudadanos. Otros tendrán que decidir cómo repartir las primeras que obtengan.

El docente recuerda que la Organización Mundial de la Salud y el Serum Institute de India (el productor de vacunas con la mayor capacidad en el mundo) estimaron que harán falta 4 o 5 años para producir las vacunas necesarias para inmunizar a la humanidad. En el artículo original, Díaz explica cuáles son las alternativas para facilitar el acceso global a las vacunas.

¿Hasta cuándo tendremos que convivir el covid-19?

Aunque tal vez falte mucho para que un gran porcentaje de la población tenga acceso a una vacuna, es posible que para cuando la vacunación comience, el COVID-19 sea visto como menos letal que al comienzo de la pandemia, anticipa el bioquímico.

Por ejemplo, algunos países de Europa occidental, incluyendo a España, Francia y Reino Unido, están experimentando ahora una segunda ola de contagios de dimensiones similares a la de marzo-mayo, pero con la diferencia de que ahora muere una proporción muchísimo menor de las personas infectadas. Entre otros factores, porque los sistemas de salud están mejor preparados. "Si esta última tendencia se afianza, quizás una vez que las personas añosas y con otros factores de riesgo estén vacunadas, dejaremos de ver al COVID-19 como una amenaza terrible, al menos en los países con sistemas de salud funcionales, como el nuestro", dice Díaz.

¿Nos espera un 2021 tan raro como el 2020?

"Es imposible predecir el futuro, pero si tratáramos de imaginar un escenario probable, diríamos que va a haber vacunas contra el COVID-19 seguras y al menos razonablemente efectivas, y cuya protección dure al menos un par de años. Esto no implica el final de la pandemia ya que, en el mejor de los casos, pasarán un par de años antes de que se pueda vacunar a suficientes personas como para alcanzar la inmunidad de rebaño en la mayoría de los países y comunidades del mundo", responde el inmunólogo.

"Si intentáramos usar la bola de cristal para Uruguay en particular, diríamos que la primera mitad de 2021 será aún de tapabocas y distancia social pero con vacunación de los ancianos y de otros grupos de mayor riesgo, y que en la segunda mitad de 2021 irán recibiendo vacunas las personas en algunas franjas etarias gradualmente menores. En este período, las medidas de precaución seguirán siendo recomendables, porque las vacunas no necesariamente protegerán en un 100%, y porque aún habrá mucha gente no vacunada. Sin embargo, imaginamos que en este período el miedo colectivo al virus habrá bajado mucho, y las autoridades tendrán dificultad para convencer a la población de mantener las precauciones. Esto podría generar una ola de infecciones entre la gente aún no vacunada, sin que eso implique un gran número de muertes", concluye.