Por The New York Times | David Yaffe-Bellany and Erin Griffith
SAN FRANCISCO — Este mes, en una conferencia de criptomonedas en Denver, un grupo de cantantes ataviados con monos de color naranja brillante tomaron el escenario para interpretar lo que un sitio web de la industria más tarde describió como un himno para los creyentes de las criptomonedas, un “‘Blowin’ in the Wind’ para la cadena de bloques”.
El coro de la canción enlistaba a los villanos más infames del criptomundo, desde el empresario malhablado Do Kwon hasta el fundador deshonrado de FTX, Sam Bankman-Fried, intercalados con improperios.
“En el próximo mercado alcista, prometemos no usar casas de cambio centralizadas dirigidas por estos tipos tóxicos”, continuaba la canción.
Tras un 2022 desastroso, en el que una procesión de firmas prominentes de criptomonedas se desmoronó, la industria está en busca de una nueva imagen audaz. Ejecutivos como Kwon y Bankman-Fried —otrora celebridades bienamadas en el sector, con cientos de miles de seguidores que esperaban con anhelo cada uno de sus tuits— ahora son personas no gratas. Sus antiguos admiradores arguyen que estos criptovillanos en realidad jamás encarnaron los valores centrales de la industria, incluso antes de que colapsaran sus empresas.
En las firmas sobrevivientes, los altos ejecutivos están buscando nuevas maneras para comercializar productos de los que ahora muchos consumidores desconfían y para distanciarse de antiguos colegas y mentores que podrían enfrentar años en prisión. Algunas empresas están tratando de sacar provecho del creciente interés en la inteligencia artificial, con sistemas de criptomonedas que incluyen extensiones complicadas de IA. Otros quieren remplazar la palabra “cripto”, con el argumento de que la nomenclatura original de la industria ha quedado mancillada sin remedio.
Las compañías de criptomonedas estaban “avanzando poco a poco hacia un cambio de narrativa” incluso antes de que la casa de cambio de Bankman-Fried quebrara en noviembre, afirmó Todd Irwin, director de estrategia en Fazer, una agencia de desarrollo de marca que tiene clientes en la industria. “Luego del incidente de FTX, el plan se aceleró muchísimo”.
La iniciativa de limpieza de imagen es una rutina bien conocida en una industria que ha experimentado ciclos repetidos de bonanzas y bancarrotas a lo largo de su corta historia. Los primeros promotores del bitcoin tuvieron que convencer al público y a los reguladores de que las criptodivisas eran más que solo una herramienta práctica para los narcotraficantes. Un gran auge del sector en 2017 vino seguido de un largo periodo de escrutinio por parte de las autoridades, pues empresas emergentes que sonaban prometedoras fueron expuestas como fraudes.
Hasta el momento, el examen de conciencia más reciente ha logrado poco para cambiar la suerte de la industria. Desde el colapso de FTX, los reguladores estadounidenses han anunciado multas y otras medidas restrictivas contra varias criptoempresas importantes. Las quiebras repentinas de dos socios bancarios de confianza, Silvergate Capital y Signature Bank, les han propinado un nuevo golpe a las empresas emergentes de criptomonedas, pues les ha dificultado continuar sus operaciones comerciales básicas en Estados Unidos.
Además, la industria sigue batallando para demostrar el valor práctico de su tecnología ante un público cada vez más escéptico.
“Crear una nueva imagen de marca no resuelve el problema fundamental”, advirtió Lee Reiners, exsupervisor en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York que ahora es profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad Duke. “¿De qué sirve esto? ¿Qué problema resuelve? Son puras relaciones públicas”.
Hace un año, abundaba el dinero en la industria de las criptomonedas. En abril, en su complejo residencial en las Bahamas, Bankman-Fried organizó una conferencia de una semana donde los asistentes bebieron champán y festejaron en las playas. Entre los invitados estuvo Su Zhu, fundador del fondo de inversión libre de criptomonedas Three Arrows Capital, que se declaró en quiebra unas cuantas semanas después, cuando un descalabro bursátil hizo que la valoración de todas las principales criptomonedas cayera en picada.
Ahora, Bankman-Fried enfrenta cargos por su gestión de FTX que podrían valerle décadas en prisión si lo declaran culpable, y los ejecutivos de la industria siguen lidiando con las repercusiones.
Este año, Steven Saxton se conectó a una llamada con un banco para hablar sobre su empresa emergente de criptomonedas, Gorilla Labs, que planea ofrecer una “stablecoin”, un tipo de criptomoneda diseñada para mantener un valor de 1 dólar.
«Mi director de tecnología dijo “cripto” como cinco veces durante la conversación y yo pensaba: “Solo di ‘cadena de bloques’”. Estos tipos pueden ser muy sensibles a ese término, y podría ponerlos nerviosos», relató Saxton.
Pero incluso el término “cadena de bloques” —usado para nombrar al libro de contabilidad de acceso público donde se registran las transacciones con criptomonedas— podría tener connotaciones negativas. En enero, la empresa de minería de criptomonedas Riot Blockchain se cambió el nombre a Riot Platforms. Otras empresas eliminaron el término “cripto” de sus materiales publicitarios y lo remplazaron con palabras más ambiguas como “descentralización”.
“Solo están usando otro atuendo para ir a la misma fiesta”, mencionó Irwin, el experto en desarrollo de marca.
Esta iniciativa de mercadotecnia se extiende hasta el mundo de la inteligencia artificial, que ha sustituido a las criptomonedas como la tendencia de moda en Silicon Valley tras el lanzamiento de ChatGPT, el chatbot que se volvió viral. El valor de una serie de criptomonedas relacionadas con la IA aumentó y las firmas de criptomonedas con nombres como DogAI y CryptoGPT están tratando de incorporar la tecnología en boga a su oferta.
Ninguna criptoempresa está más presionada que la enorme casa de cambio Binance, la cual enfrenta investigaciones del gobierno en varios frentes, así como inquietudes cada vez mayores respecto a su estabilidad financiera y su falta de cooperación con los reguladores. Este mes, el director ejecutivo de la casa de cambio, Changpeng Zhao, tomó una medida para vincular a Binance con una tendencia más atractiva. Develó Bicasso, un producto que usa tecnología de inteligencia artificial para crear obras de arte en la forma de tókenes no fungibles, los artículos de colección digitales conocidos por su sigla en inglés, NFT. Para algunos ejecutivos de las criptomonedas, el ritual de limpieza de imagen no basta. Algunas empresas emergentes han abandonado por completo las criptomonedas en favor de otros tipos de tecnología.
A finales de 2021, Troy Osinoff cofundó Zurp con la esperanza de simplificar las inversiones complejas con criptomonedas para los consumidores comunes y corrientes. Zurp recaudó 5 millones de dólares, produjo una lista de espera de 120.000 personas y estaba preparando su lanzamiento para el verano pasado cuando el colapso de Luna, una criptomoneda popular, detonó una crisis más general en el mercado.
Como consecuencia, muchos de los rivales de Zurp resultaron afectados, y Osinoff decidió poner en pausa el lanzamiento, ya que le preocupaba que los mercados de criptomonedas no fueran un lugar seguro para depositar los fondos de sus clientes.
Al poco tiempo, Zurp optó por un tipo más convencional de tecnología financiera. La empresa empezó a desarrollar una tarjeta de crédito que ofrece beneficios adaptados a la generación Z y planea presentarla en los próximos meses. Osinoff comentó que todavía espera poder incorporar alternativas de criptomonedas a la oferta de Zurp, pero no lo hará hasta que los ánimos sean más positivos.
“De por sí es difícil lograr que la gente se interese en las criptomonedas. Solo estamos esperando a que se normalice”, concluyó. Tras un año miserable, las empresas de criptomonedas están buscando maneras para reinventar productos en los que muchos consumidores ya no confían. (Chris Gash/The New York Times)