Por The New York Times | Shira Ovide
La tecnología ganó.
Una prueba de esa victoria es que es difícil definir qué es “tecnología”. La tecnología se parece más a una capa de pintura nueva sobre todas las cosas que a un conjunto definible de productos o industrias. La sanidad es tecnología. El entretenimiento es tecnología. Las escuelas son tecnología. El dinero es tecnología. El transporte es tecnología. Vivimos gracias a la tecnología.
La tecnología también se encuentra en una fase liminar en la que la promesa de lo que podría llegar a continuación coexiste con la complicada realidad de lo que está ocurriendo ahora.
Estamos lidiando con las ventajas y los inconvenientes de la popularidad aún relativamente reciente de los teléfonos inteligentes en miles de millones de bolsillos, de las compras en línea y de los megáfonos de las redes sociales que nos ayudan tanto a crear comunidad como a separarnos. Mucha gente también se adelanta a un futuro en el que las computadoras podrían predecir cada vez más el cáncer, emitir conexiones a internet desde el espacio, controlar las armas y desdibujar la línea entre lo real y lo virtual.
La fase de “¿Ahora qué?” de la tecnología está chocando con la etapa de “¿Qué habrá a continuación?”. Es emocionante e inquietante a la vez.
Es confuso saber cómo dar forma a la tecnología que existe hoy para que sirva mejor a las necesidades humanas y también hacer lo mismo con un futuro imaginado que quizá nunca llegue. La entrega de paquetes mediante drones y los vehículos autónomos fueron algunas de las tecnologías que los expertos predijeron que serían relativamente comunes a estas alturas. (Ambas están todavía lejos de serlo). Es razonable esperar que algunas de las innovaciones prometidas hoy tarden en generalizarse, si es que alguna vez lo hacen .
Lo más inusual de este momento de “lo que viene” en la tecnología es que está ocurriendo relativamente ante la mirada de todos, con miles de millones de personas y agentes de poder que observan o participan.
Steve Jobs y Apple idearon el primer teléfono inteligente moderno casi en secreto, aunque la gente hablaba del iPhone mucho antes de que se presentara en 2007. En la actualidad, Apple y otros miles de empresas están probando vehículos autónomos en carreteras públicas, con los reguladores y el público mirando por encima de sus hombros.
Este es un ejemplo de lo que ocurre cuando la tecnología ya no se limita a aparatos brillantes o a píxeles en una pantalla. Cuando la tecnología está integrada en todo, no nos sorprende. Antes, tal vez, la tecnología parecía algo que los elfos mágicos de la tecnología inventaban en sus talleres y entregaban para que los humanos la adoraran. Ya no. La tecnología es normal, no mágica. Y, como todo en el mundo, puede ser bueno y malo.
Eso puede resultar a veces decepcionante, pero también es saludable. Todos nos hemos vuelto un poco más sabios sobre los efectos matizados de la tecnología en nuestras vidas. La tecnología no es ni la causa ni la solución de todos los problemas de la vida. (Sí, ñoños de “Los Simpson”, los veo).
Uber y otros servicios similares de transporte a la carta son útiles tanto para los pasajeros como para las personas que quieren un trabajo flexible. Estos servicios también han contribuido a atascar las carreteras, a pesar de las primeras promesas de que aliviarían el tráfico, y podrían haber ayudado a popularizar una forma de trabajo peligrosa. La tecnología en nuestros hogares nos ha ayudado a desenvolvernos en el trabajo, la escuela y la vida social durante los últimos dos años. Sin embargo, es muy difícil hacer funcionar una estúpida impresora.
La tecnología no causó la pandemia de coronavirus ni inventó las vacunas y las distribuyó a miles de millones de personas. Las redes sociales han contribuido a las divisiones sociales en Estados Unidos, pero son solo una de las fuerzas de la polarización. La tecnología quizá no es la respuesta mágica al cambio climático ni al aumento de los índices de violencia en algunas partes de Estados Unidos. La tecnología puede ayudarnos a encontrar la comunidad que necesitamos, pero no puede hacer el difícil trabajo de mantener esas conexiones.
Espero que nos hayamos vuelto escépticos, pero no cínicos respecto a las fuerzas de la tecnología. Podemos creer que la tecnología puede ayudar y también podemos tener en cuenta que a veces puede hacer daño. Y a veces la tecnología no importa mucho. La tecnología por sí sola no cambia el mundo. Nosotros lo hacemos.
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