Por The New York Times | William J. Broad
¿Qué sucede cuando se retiran viejas bombas atómicas? El mes pasado, el gobierno de Biden anunció su intención de retirar el arma más poderosa de la nación del arsenal nuclear estadounidense.
La bomba en cuestión se llama B83. Es una bomba de hidrógeno que debutó en 1983, en la época en la que el presidente Ronald Reagan denunciaba a Rusia como “un imperio del mal”. El gobierno fabricó 660 de esas armas letales, para que fueran lanzadas por bombarderos rápidos. La B83 medía casi 4 metros de largo, tenía aletas y contenía una fuerza explosiva aproximadamente 80 veces mayor que la de la bomba de Hiroshima. Su trabajo consistía en arrasar emplazamientos militares reforzados y búnkeres de mando, incluidos los de Moscú.
¿Qué pasará ahora con la B83? La cantidad existente de estas bombas es un secreto federal, pero no el destino probable del arma, el cual podría sorprender a cualquiera que asuma que deshacerse de un arma nuclear significa que desaparecerá de la faz de la tierra.
Por lo general, las armas nucleares retiradas del arsenal estadounidense no se funden, pulverizan, trituran, sepultan ni destruyen de alguna otra manera. En cambio, se desarman de forma minuciosa. Sus partes, incluidos sus letales núcleos de plutonio, son almacenadas en un laberinto de búnkeres y galpones repartidos por todo Estados Unidos. Cualquier instalación individual dentro de este gigantesco complejo puede fungir como una especie de tienda departamental de piezas usadas de las cuales podrían surgir (y de hecho lo hacen) nuevas armas.
“Es como un Safeway gigante”, afirmó Hans M. Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Estadounidenses, un centro de investigación privado en Washington. “Entras con un código de barras y obtienes lo que necesitas”.
Un arma que los planificadores nucleares quieren fabricar con los diseños y piezas recicladas es la W93, la cual fue anunciada como la primera ojiva nueva para el arsenal nuclear desde la Guerra Fría. El gobierno de Biden anunció el nacimiento del arma en marzo y estimó que podría costar hasta 15.500 millones de dólares. La ojiva terminada se instalará sobre misiles submarinos a partir de 2034 o alrededor de ese año. A pesar de haber sido descrita como “nueva”, el plan oficial del gobierno establece que el arma estará “anclada en componentes nucleares previamente probados”, no en nuevas piezas explosivas.
“Es peculiar cómo circulan estas cosas”, afirmó Kristensen. “Es un ‘whack-a-mole’ nuclear. Tumbas uno y automáticamente emerge otro”.
El reciclaje no tiene una influencia directa en el tamaño total del arsenal nuclear de la nación, ya que las partes explosivas reutilizadas suelen emplearse para fabricar armas de remplazo, no nuevas. Ese es el caso de las W93, que remplazarán o complementarán viejas ojivas submarinas.
Aun así, ese reciclaje indigna a quienes abogan por un mayor control armamentístico. Durante mucho tiempo, han alegado que otras naciones ven el almacenamiento de piezas de armas explosivas como una señal de que Estados Unidos busca fabricar enjambres de nuevas ojivas. Esa percepción, aseguran, podría alimentar nuevas carreras armamentistas y la proliferación nuclear.
“Deshacerse de esas armas sería algo positivo”, afirmó Frank N. von Hippel, físico nuclear que asesoró al gobierno de Clinton y que en la actualidad es profesor en la Universidad de Princeton. “Indicaría que no tenemos expectativas de reconstruir nuestro arsenal”.
Pero para los belicistas, las piezas almacenadas son cruciales para la cobertura de apuestas nucleares. Últimamente, citan el creciente arsenal nuclear de China como una amenaza en desarrollo que podría requerir de un rearme atómico.
“Es importante conservar estas piezas”, afirmó Franklin C. Miller, un experto nuclear que ocupó varios cargos federales durante tres décadas antes de retirarse del servicio gubernamental en 2005. “Si tuviéramos el complejo manufacturero que solíamos tener, no tendríamos que depender de las piezas viejas”. Miller agregó que otras potencias nucleares pueden y de hecho fabrican nuevas piezas atómicas.
Más allá del debate sobre las armas, los críticos del reciclaje atómico advierten que el complejo de almacenamiento nuclear es un desastre a punto de ocurrir. Tiene un largo historial de accidentes y fallas de seguridad que podrían conducir a una catástrofe nuclear.
“Es peligroso”, aseguró Robert Alvarez, un experto nuclear que de 1993 hasta 1999, durante el gobierno de Clinton, fue asesor político del Departamento de Energía, el cual administra la infraestructura atómica de la nación. “Y se está volviendo cada vez más peligroso, ya que las cantidades almacenadas se han incrementado”.
Los núcleos de plutonio de las bombas de hidrógeno retiradas son motivo de especial preocupación, afirman Álvarez y otros. Estos núcleos, cuyo tamaño es similar al de una toronja, suelen ser llamados “pozos”. Estados Unidos tiene en la actualidad al menos 20.000 pozos almacenados. Están resguardados en el mango de Texas, en una enorme planta conocida como Pantex. El plutonio es letal para los humanos en pequeñas cantidades, y eso complica enormemente su resguardo.
Si son seleccionados para su reciclaje, los pozos de las bombas B83 entrarían en búnkeres de plutonio en la planta Pantex que ya están saturados y sobrecargados. Álvarez informó que las lluvias torrenciales en 2010 y 2017 inundaron una importante zona de almacenamiento de plutonio en Pantex. Las reparaciones, agregó, cuestan cientos de millones de dólares. El Pentágono no ha manifestado apoyo público a la vieja arma. Las autoridades afirman que un reacondicionamiento diseñado para extender la vida útil del arma sería costoso y, en cualquier caso, pondría en peligro a los bombarderos porque tendrían que volar muy cerca de los objetivos.
Las armas más nuevas utilizan orientación satelital, por lo que los bombarderos pueden lanzar sus armas desde lejos. Por ejemplo, la B61 modelo 12 tiene un cerebro computarizado y cuatro aletas manejables que le permiten concentrarse en objetivos en ubicaciones profundas. Será desplegada en Europa en las próximas semanas y es el remplazo designado de la B83. Y sí, sus piezas explosivas provienen del contenedor de reciclaje atómico. Algunos componentes de la B83, la cual puede explotar con una fuerza 80 veces mayor que la bomba de Hiroshima. (Departamento de Defensa vía The New York Times)