Esta nota pretende analizar un poco más en profundidad el uso de productos cuya comercialización está aumentando de forma explosiva por la crisis de pánico masiva que produjo el coronavirus.
La situación actual de pánico ha creado una burbuja financiera (tamaño Uruguay obvio) en la que no se consiguen ni alcohol, ni gelificante, ni frascos ni válvulas (en cantidades industriales, al por menor sí) y estos productos han pasado a valer lo que indique el que los tenga en su poder. Algo así como la tulipomanía holandesa pero con menos glamour.
De los más comunes, varios presentan bajo apariencia de similitud muchas variantes en el mercado que no son iguales, pero son percibidas como tales por el público. Nos referimos por supuesto, a los microbicidas de uso diario para desinfección de las manos.
Al final, daremos una fórmula, aunque es dudoso que pueda fabricarse con costos más económicos que los que hay en plaza, ya que en el Uruguay la propia ANCAP vende uno de estos productos microbicidas.
El primer error en que se incurre es muy difícil de evitar, ya que se refiere al "alcohol en gel" como un bactericida, y tanto la gripe como el coronavirus son virus; un agente bactericida no sirve de nada (1) pero por suerte es solamente un error de denominación, y el alcohol en gel sirve para virus y otros, aunque es deficiente como agente fungicida (combatir hongos).
Por lo anterior, deseo remarcar una de las cosas que habitualmente no se tienen en cuenta, y es que los agentes microbicidas deberían ser útiles para el tipo de microbio que se desea combatir, y, de ser posible, inerte o inocuo para el usuario. Como no existen los almuerzos gratis, vamos a ver críticamente las opciones de que disponemos.
1) ALCOHOL EN GEL 70º
2) MICROBICIDAS EN BASE A CLOROXILENOL, CLORURO DE BENZALCONIO, CLORHEXIDINA, TRICLOSAN Y OTROS ANTISÉPTICOS.
3) COMBINACIONES DE 1 Y 2
4) PRODUCTOS DE TIPO COSMÉTICO, CON ACCIÓN MICROBICIDA AMPLIA O ESPECÍFICA PERO APROBADOS POR EL MSP COMO ESPECIALIDAD DE TOCADOR
Este tipo de productos se registran ante el M.S.P. como agentes domisanitarios, y hay que diferenciar desinfectantes, sanitizantes, desinfestantes y productos de limpieza general.
Contra lo que se cree, "desinfestante" no es un error de pronunciación, sino que refiere a productos de control de plagas, deterrentes o venenos para roedores, insectos, etc. Y no nos incumben en esta nota.
Los productos de limpieza general bajan la carga microbiana pero no garantizan eliminación.
Los sanitizantes están pensados para eliminar estadísticamente toda la carga (2) (según el espectro) pero en superficies inertes, mientras que los desinfectantes están pensados para aplicar en la piel.
Es importante saber que, si bien ahora el pánico es por un virus, sigue siendo importante poder controlar patógenos de otros tipos como bacterias, protozoarios u hongos y levaduras. Para eso lo mejor es mirar el rotulado. Y tener muy especial cuidado de elegir siempre productos que tengan número de registro ante el M.S.P.
Una pregunta que sigo esperando que alguien me haga (en calidad de químico farmacéutico), pero que ante mi desconcierto no lo han hecho, es por qué el alcohol de 70º es preferible al de 96º o rectificado, de mayor concentración. Por lo que parece, el público ha aceptado aquiescentemente que esa es la gradación que se usa y listo, cuando parece contraintuitivo que un producto menos concentrado sea más eficaz. La explicación de por qué en realidad es así, es que el alcohol actúa por coagulación de las proteínas, lo que se puede comprobar mezclando una clara de huevo con igual volumen de alcohol y viendo que pasa.
El problema con el de 96º, es que es tan agresivo para el colágeno de la piel que actúa sobre ésta antes de que pueda eliminar todos los microorganismos de la misma (de lo que se sigue que para limpiar una mesa de acero inoxidable es obviamente superior al diluido de 70º) y por eso si bien en teoría, y en ciertas aplicaciones es más eficaz, su eficiencia en la práctica es mucho menor.
El otro problema es que por debajo de 60º la eficacia también baja rápidamente, así que aquí vemos lo que más adelante explicaremos como "rango ventana", ya que el daño a la piel y la sensación de curtido de la que hablábamos es mucho menor con el alcohol 70º, pero si se sigue bajando la gradación, vuelve a perderse eficacia, pero esta vez a favor de la intuición. Como suele ocurrir en los casos en que se involucra la química, exactitud y precisión son dos valores más que deseables, imprescindibles.
Para peor, existe una evidencia científica suficiente de que el alcohol etílico (el común en Uruguay) no tiene la misma eficacia que el isopropílico (más común en productos importados de U.S.A.) en cuanto a la muerte de algunos tipos de bacterias, por lo que su eficacia es significativamente menor. (Aunque, insisto, el coronavirus es eso, un virus).
Otro tema que debemos entender es que para considerar que un antiséptico es eficaz, debe poder lograr un rango de muerte de la población de microbios muy alto, de 99,999% es el mínimo aceptable, y eso significa que quedan viables una unidad cada cien mil, por lo que una eliminación de 99,99%, que admite una ineficacia estimada de uno en diez mil es peligrosamente insuficiente, ya que las poblaciones en todas las partes exteriores del cuerpo se cuentan por millones o miles de millones por cm2 variando muchísimo de lugares como la boca, el colon, las manos o los ojos (3).
Para complicar más el cuadro, existe lo que se llama "flora normal" de cada lugar como las distintas zonas de la piel: axilas, ingles, codos, manos o de las mucosas: oral, rectal, óptica, vecinal, uretral, etc. Esos microorganismos habituales, viven con nosotros en la relación conocida como "comensalismo", una suerte de sociedad en la que nosotros los alimentamos y proporcionamos un medio dónde pueden medrar, pero ellos no nos atacan, y, aún mejor, su presencia repele que esos lugares sean colonizados por microorganismos patógenos que sí podrían afectarnos.
Si la acción se excede en eficacia, el antiséptico, puede ocurrir luego que la zona que quedó no desinfectada sino aséptica, se colonice por estos patógenos, como en el caso de las áreas orales o genitales, con la levadura Candida albicans, por ejemplo.
En cuanto a los de tipo 2), suele ser más utilizados en los productos de limpieza domiciliaria conocidos como "domisanitarios" que sí regula el M.S.P. como vimos, y los institucionales (de uso en hospitales, sanatorios, etc.) con las famosísimas marcas líderes de los que son "cloroxilenol", "clorhexidina" o "cloruro de benzalconio", que con muy poco esfuerzo se pueden identificar.
Un concepto interesante que surge es el ya mencionado de "ventana", y que define el rango de concentraciones que va desde la mínima efectiva hasta la máxima que se puede usar sin efectos no deseados, como los ya citados de tipo cosmético o en algunos casos, inclusive, toxicidad. Si tomamos la clorhexidina, su "rango ventana" es demasiado estrecho como para que se pueda usar cómodamente fuera de un ambiente profesional.
Uno corre muchos riesgos de matar la flora normal con este agente, y por eso se prohibió en enjuagues bucales, siendo reemplazado por el triclosán, más difícil de formular, pero más ajustado en su relación de fuerza antiséptica con la sustantividad (tiempo durante el que dura su acción) y el respeto de la flora oral normal.
En el caso de los antisépticos de uso externo, sobre la piel únicamente, el efecto indeseable más común -ya redundamos suficientemente- es el ajamiento de la piel y una desagradable sensación correosa en las manos luego del uso. Obviamente esto es consecuencia del mecanismo de acción que ya comentamos del alcohol, y porque suelen contener o tienen muy poca cantidad de componentes humectantes, emolientes o nutritivos, como es el caso de los del tipo 4), a los que el M.S.P. sí registra y controla. De hecho, los últimos son los únicos con las suficientes garantías para su uso humano eficiente, o sea, a la vez eficaz y seguro. Es importante destacar que la clorhexidina de uso doméstico no presenta agresividad contra la piel.
Como suele ocurrir en temas de tipo farmacéutico/clínico, hay un balance de varios aspectos a considerar, siendo la relación eficacia/inocuidad/precio la más simplificada posible. Y se explica fácil: al menor costo posible, hay que tener la mayor eficacia y la menor aparición posible de efectos indeseados o colaterales. A la maximización de eso es a lo que se llama "eficiencia".
En cuanto al tercer componente, el costo, el precio suele hablar por sí mismo y solamente establece, si se cuenta con el antedicho registro, un tema de preferencias. También se cae en la falacia sobre la que nos advierte Serrat, que es no entender que "no es lo mismo lo bueno que lo necio y que no hay que confundir valor y precio".
Vamos ahora a un par de consejos tipo de economía doméstica por si alguien prefiere asegurarse la calidad (no muy comprensible para un químico, dada la ausencia de control de calidad) de un producto hecho en casa.
El primero es que muchos de los geles de alcohol suelen tener exceso del componente gelificante, así que, si el frasco se gasta por la mitad, con volver a llenarlo con alcohol eucaliptado (que A.N.C.A.P. garantiza es de 70º) al rato se vuelve a constituir un gel, algo más licuado, pero utilizable. Por supuesto, no puede repetirse la maniobra ad infinitum, pero sí ahorra algo, en especial si adiciona glicerina, para que sirva de humectante.
Si se siente más arriesgado, he aquí la fórmula y el secreto de los geles de alcohol:
GLICERINA 8 mL (una cucharada sopera aprox.)
ALCOHOL 70º 90 mL (nueve cucharadas soperas aprox.)
RESINA DE CARBÓMERO 1 cucharadita de té
TRIETANOLAMINA 99% 0,2 mL (una cucharadita de té)
Instrucciones generales: La base de 100 mL puede multiplicarse para hacer mayores cantidades, sin problemas. Una vez terminado, lo esencial es conservarlo en un frasco bien tapado para evitar la evaporación del alcohol y no exponerlo al calor intenso para evitar la inflamabilidad del mismo. Hay que recordar: sigue siendo alcohol. No utilice nada de metal que no sea acero inoxidable, de ser posible, solamente vidrio y plástico.
Si bien difícilmente comprado al menoreo el carbómero y la trietanolamina 99% pura sean lo suficientemente baratos como para que valga la pena hacer menos de 10 o 20 litros, pero si bien hasta esa escala no varía apreciablemente la operación, hay que ver si se va a consumir tanto. Sí se requiere, en ese caso, de una balanza, obviamente, porque las estimaciones de cantidades en cucharadas no son aplicables, y el costo de estropear 100 mL difícilmente sea comparable con el de hacerlo con 20 L...
Modus operandi:
1) El carbómero, el agente base del efecto gel, es muy hidrofílico (se agruma igual que la gelatina), y hay que evitar que se moje (porque se arruina) y disolverlo con cuidado en el alcohol agitando continuamente en un recipiente lo suficientemente grande como para no volcar nada. El alcohol de 70º disponible en Uruguay, ya comentamos que es el eucaliptado, así que el olor del producto ya se sabe cual va a ser. El resto del carbómero guárdelo en frasco cerrado hermético y sin exponer a la humedad.
Si se siente arriesgado, la proporción que se suele usar, de 65mL de alcohol 96º y 25 mL de agua desionizada para lograr 90 mL de alcohol 70º (no, los volúmenes no son aditivos, porque se disuelven parcialmente entre sí) es realizable si se dispone de una forma de medir volumen razonablemente buena (una jarra pyrex graduada por ejemplo) en la casa, y en ese caso, uno puede incluso ensayar con alguna esencia aromatizante vegetal para lograr un producto más agradable de usar.
2) Una vez terminado lo anterior, agregar la glicerina y homogeneizar agitando con una espátula de plástico o un agitador de cocina común.
3) Al final (y este es el gran secreto por el que van a pedir mi cabeza) se agrega la trietanolamina que es lo que vuelve la textura un gel: a diferencia de una gelatina que se gelifica al enfriar y se licúa al calentarse, el carbómero reacciona por cambios de acidez, y la trietanolamina lo vuelve alcalino. Hacerlo lentamente y agitando despacio.
4) Si se desea un poco de color, el azul o verde alimentario que se consigue en supermercados es perfectamente adecuado, pero no use más de una o dos gotas.
Listo, con la misma actitud que en los programas de bricolaje apenas gastando unas diez o veinte veces más que comprándolo en una farmacia, puede tener en sus manos un producto de calidad inverificable para la protección de la salud de su familia. Al menos, no se diferenciará demasiado de los productos adquiridos sin registro.
Lo anterior es meramente una ilustración de las viejas relaciones de marketing llamadas costo/beneficio y costo/riesgo. Lo más común es que si una elección agranda una, disminuya la otra, y son de nuevo las tres variables de la eficiencia: costo, beneficio y riesgo. La elección, es personal, pero si busca evitar contagios, yo que Ud.....
Q.F. Bernardo Borkenztain
Twitter @berbork
Email borky@montevideo.com.uy
(1) Importante, recordemos que LOS ANTIBIÓTICOS SON INÚTILES CONTRA LOS VIRUS.
(2) Lo cual quiere decir un factor de mortalidad microbiana de 99.999%
(3) Es interesante notar que como el tracto gastrointestinal es un tubo con orificio de entrada y salida comunicados con la piel, se lo considera "fuera" del organismo, de la misma manera en que el agujero de un donut está dentro de la figura (llamada "toro" en realidad) pero fuera de la masa. Por dentro, si estamos sanos, el medio es estéril, sin microorganismos o en un proceso dinámico de ataque contra los que logran entrar, con todavía otros que logran esconderse, pero eso es para otra nota.