Por The New York Times | Amanda Hess
No seguí el juicio por difamación entre Johnny Depp y Amber Heard; más bien, el juicio me siguió a mí.
Hace unas semanas, las imágenes de la sala del juzgado comenzaron a saturar mis redes sociales. Las plataformas que me proveían de tutoriales relajantes para decorar pasteles y memes sobre terapia psicológica con temática de “Los Soprano” ahora me hacen entregas regulares del proceso, todas con el mismo tono: la glorificación de Depp y la burla de Heard. Heard se suena la nariz durante su testimonio y aparece un video de TikTok en el que se le acusa de haber inhalado cocaína en el estrado. Depp ajusta un cable de teléfono cerca de Camille Vasquez, su abogada, y el gesto se reproduce en cámara lenta y se exalta como un acto de caballerosidad. Los abogados de Heard presentan una serie de mensajes de texto agresivos que intercambió la pareja y una chica hace un video de TikTok en el que absorbe las palabras de Depp con una reverencia jadeante y orgiástica.
El actor demandó a su exesposa con el argumento de que ella lo difamó en un artículo de opinión del Washington Post de 2018 en el que se autodenominó una “figura pública que representa la violencia doméstica”. En respuesta, la también actriz lo contrademandó y alega que Depp la difamó cuando su abogado la acusó de perpetrar un “maltrato falso”. Muchos de los principales incidentes del juicio ya se ventilaron en los tribunales en 2020, cuando Depp demandó al tabloide británico The Sun por llamarlo “golpeador de esposas”. Perdió ese caso, ya que el juez dictaminó que las denuncias de maltrato de Heard eran “sustancialmente ciertas”. Pero no me enteré de nada de eso, ya que ese juicio no se transmitió en vivo ni se reprodujo de manera obsesiva en internet.
En la década de 1990, el juicio de O.J. Simpson por homicidio inauguró una nueva era de noticias sensacionalistas de 24 horas, en la que el culto a las celebridades y la violencia doméstica se fundían en un incesante espectáculo nacional. El juez Lance Ito defendió más tarde su decisión de permitir que ese juicio fuera televisado. “Si se sacan las cámaras de la sala, entonces creo que se oculta en cierta medida la verdad a la gente”, explicó, y agregó que un periodista que informa sobre el juicio podría sesgar, de manera inconsciente, los acontecimientos por “el efecto de filtrado de los propios prejuicios de cada persona”.
Casi treinta años después, el juicio Depp contra Heard deja claro que la presencia de una cámara en un tribunal es una invitación a adaptar el proceso de forma deliberada, incluso con alegría, al capricho del espectador. Plataformas como TikTok y YouTube parecen estar hechas para manipular materiales visuales en bruto al servicio de un culto a la personalidad, una campaña de acoso o una oportunidad de marca.
Se puede esperar que un juicio por difamación en el que ambas partes son estrellas de cine desate un intercambio de memes de degradación en ambos sentidos, pero eso no es lo que está sucediendo aquí. Los comentarios en línea sobre el juicio pasaron enseguida de ser un guion dramático de “lo que tú dices contra lo que yo digo” a una campaña de desprestigio en internet contra Heard. Siendo uno de los rompecorazones más legendarios de Hollywood, Depp ya gozaba de una gran cantidad de fanáticos. Pero, a partir del juicio, su campaña ha atraído el apoyo de activistas por los derechos de los hombres, figuras de los medios de comunicación de derecha, activistas de #BoycottDisney deseosos de sacar provecho de la condición de Depp de estrella caída de la franquicia de Disney, conspiradores de abusos sexuales, detectives que resuelven crímenes reales desde el sillón, cualquier persona que desconfíe de “los medios de comunicación convencionales” y un montón de oportunistas deseosos de sacar provecho de la amplia difusión del juicio.
Cuentas de TikTok y canales de YouTube aparentemente inofensivos y dedicados a los comentarios jurídicos o al análisis del lenguaje corporal se han volcado de lleno a crear contenidos a favor de Depp. Un matrimonio de abogados especializados en lesiones personales ahora se dedica a publicar videos cortos en los que bailan y dan mensajes sobre el juicio para hacer reír a los seguidores de Depp; un tiktokero que antes hablaba casi exclusivamente sobre el anime ahora acumula millones de visitas con videos de mensajes de texto falsos de Heard que hace aparecer sobre un logo de Disney. TikTok es una plataforma que premia a los usuarios que se suben sin pensarlo mucho al tren de las tendencias ascendentes, por lo que figuras tan inofensivas como Lance Bass y el búho de Duolingo han creído conveniente contribuir con sus propias burlas sobre Heard en la plataforma. Si sigues el juicio en las redes sociales, es poco probable que encuentres alguna defensa de Heard.
Cabe señalar que no hay solo una cámara en la sala del tribunal de Virginia. El sistema de cámaras, operado por Court TV, filma los procedimientos desde múltiples ángulos, que cambian en todo momento para proporcionar tomas simultáneas: del estrado de los testigos y del juez o de las partes y de la galería, que está repleta de fanáticos de Depp que se forman durante la noche para conseguir asientos.
La cantidad de material que se graba todos los días permite a los espectadores escudriñar cada centímetro de la sala con un celo conspirativo, ya que los gestos vacíos y los comentarios sin sentido se convierten en dudosas pistas del caso; las reacciones de Heard se convierten en GIF humillantes o se hace ver a Depp como un chico malo encantadoramente imperturbable en el tribunal (¡Garabatea en la sala! ¡No se acuerda de los nombres de sus propias películas!). Las pruebas que sustentan las afirmaciones de Heard, como un video que grabó del actor sirviéndose una copa de vino gigante y rompiendo copas con agresividad en su cocina una mañana, son despojadas de su valor probatorio y se convierten en memes. Cada día del juicio comienza con los fans de Depp reuniéndose en línea y bromeando sobre cómo Depp toma “megacopas” de vino en el desayuno. Cualquiera que comparezca ante el juez corre el riesgo de que se le convierta en un héroe popular de internet o se le tilde de mentiroso. La abogada de Heard, Elaine Charlson Bredehoft, ha sido bautizada como “Karen” (nombre que alguna vez se usó para denominar en específico a las mujeres blancas racistas y que con el tiempo se ha generalizado como un insulto misógino para toda ocasión), y se dice que es una seguidora encubierta de Depp. Por su parte, Vasquez aparece como una posible pareja sentimental de Depp, aclamada como una sensación de internet por sus interacciones “íntimas” con su cliente. Parece que todas las mujeres involucradas de manera tangencial en el caso han sido imbuidas de una imaginada lujuria por Depp. Shannon Curry, la perito en psicología que el equipo de Depp llamó al estrado, ha sido celebrada por “intercambiar miradas” con Depp mientras declaraba; hasta el esposo de Curry ha sido convertido en un memorable personaje de ficción conocido como “el hombre de las mantecadas” desde que ella mencionó que le llevaba esos panecillos a la oficina. Por otra parte, los partidarios de Depp acosaron a dos de los testigos expertos de Heard en WebMD, un sitio web para profesionales médicos, y llenaron sus perfiles con calificaciones de una estrella. Aunque no puedan influir en el juicio como tal, los espectadores pueden moldear la opinión pública en tiempo real. Una vez que un escenario de ficción ideado por los fanáticos cobra suficiente impulso para alcanzar la velocidad de escape, se eleva a los tabloides de la prensa convencional, donde abundan los reportajes sobre los coqueteos de Depp en la sala del juzgado y las frases épicas de los testigos. Antes, los periodistas de chismes tenían que inventarse las historias de los famosos, pero ahora las narraciones se extraen directamente de las redes sociales y se consagran como el canon de Hollywood. Los sitios web de chismes reproducen la actividad banal de las celebridades en internet como contenido conmovedor favorable para el actor: Jennifer Aniston siguió a Johnny Depp en Instagram como una “sutil señal de apoyo”, afirmó la revista, y, en respuesta, Depp siguió a Aniston en un “dulce gesto”.
Pero cuando Julia Fox apoyó a Heard en Instagram, no tardó en aparecer en artículos en los que se hablaba sobre su hipocresía y su “evidente estupidez”. Cuando una celebridad no proporciona material dudoso, simplemente se inventa: hace poco, un YouTuber editó y dobló las imágenes del juicio para que pareciera que el coprotagonista de Heard en “Aquaman”, Jason Momoa, había aparecido en el estrado para llamar la atención de la abogada de Depp.
Resulta tentador ignorar todo esto, negarse a alimentar esta maquinaria con más atención. Pero al igual que el “Gamergate”, que tomó una oscura controversia de la comunidad de jugadores de videojuegos y la convirtió en una campaña de acoso antifeminista en internet y en un movimiento de derecha más amplio, este circo nihilista es un suceso que puede radicalizarse. Cuando el juicio termine esta semana, la elaborada campaña de las masas para desprestigiar a una mujer se mantendrá, ahora con una base de apoyo conectada y un manual de estrategias de acoso comprobadas. Todo lo que se necesita es un nuevo objetivo.