Por The New York Times | David Gelles
Mientras esta semana los líderes mundiales, los directores de empresas y los dirigentes de organizaciones sin fines de lucro llegan a Davos, Suiza, para asistir a la reunión anual del Foro Económico Mundial, a unos 1600 kilómetros de distancia seguirá desarrollándose una encarnizada guerra.
La invasión de Rusia a Ucrania, misma que ya lleva casi un año, ha reordenado el panorama político, tenido repercusiones en la economía mundial y reinstaurado una guerra de trincheras en Europa.
Sin embargo, más allá del terrible sufrimiento humano y el enorme daño provocado a Ucrania, su pueblo y sus ciudades, uno de los mayores impactos de la guerra ha tenido lugar en los mercados energéticos de todo el mundo y, por extensión, en el combate contra el cambio climático a nivel mundial.
Durante gran parte del año pasado, los efectos de la guerra ocasionaron un aumento en el precio de los energéticos en muchas partes del mundo, principalmente en Europa, donde tuvo mayores afectaciones.
Aun sin ese mercado, Rusia sigue siendo un gigante de los energéticos. Además, el carbón ha tenido un resurgimiento, cosa que disminuye la esperanza de alcanzar las metas para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero.
No obstante, el panorama no es del todo sombrío y después de casi un año desde que comenzó la guerra, la historia no es tan sencilla. La invasión de Ucrania ha tenido resultados desiguales en lo que respecta a la energía y el cambio climático, sobre todo a largo plazo.
De acuerdo con el Índice de Precios de la Energía Doméstica, el cual realiza un seguimiento del costo de los energéticos, las facturas del gas subieron casi al doble y los costos de la electricidad se dispararon más o menos un 70 por ciento en toda Europa durante los primeros seis meses de la guerra.
Los costos se elevan por diversas razones. Los países europeos comenzaron a desvincularse de los combustibles fósiles rusos en un intento de causar daños a la economía del presidente ruso, Vladimir Putin. A su vez, Rusia redujo drásticamente sus exportaciones de petróleo a los países europeos y, en julio, recortó sus exportaciones de gas natural a Europa.
Pero por el poco suministro en el mercado global, Rusia logró seguir siendo un exportador preponderante incluso sin Europa y, a lo largo del año pasado, vendió más de su suministro a China y la India.
“A corto plazo, Rusia ha podido ganar gracias al aumento de los precios del petróleo”, señaló Daniel Yergin, vicepresidente de S&P Global e historiador de temas relacionados con los energéticos.
Además, debido a que los países europeos tenían problemas para comprarles gas y petróleo a otros proveedores, los costos de los energéticos comenzaron a repuntar, lo cual obligó a muchos países a recurrir al carbón.
“La crisis energética actual les ha dado a países como China y la India un motivo para acelerar sus planes relacionados con el carbón”, comentó Jason Bordoff, decano cofundador de la Escuela para el Cambio Climático de Columbia en la Universidad de Columbia.
En general, el panorama no era bueno para el clima, el cual sigue calentándose con rapidez como resultado del consumo de combustibles fósiles.
La gran mayoría de los climatólogos afirman que con el fin de limitar la magnitud del calentamiento, debemos hacer la transición a energías renovables lo más pronto posible.
Los precios elevados y el poco suministro provocaron que se elevara la producción de combustibles fósiles y, durante algún tiempo, parecía como si se fueran a tirar por la borda los avances de varias décadas en el combate al cambio climático.
Pero quizás no sea así.
Aunque en los últimos meses Rusia logró vender su gas y su petróleo en otros lugares, ha perdido el mercado europeo para el futuro previsible.
“Putin ha arruinado 22 años de integración económica con Occidente y también ha cerrado las puertas de su mercado más importante, que es Europa”, aseveró Yergin. “Este es el último aliento de Rusia como superpotencia energética”.
Algo más importante es que la guerra —y la repentina incertidumbre de Rusia como exportador de energéticos— ha motivado a muchos países a acelerar el desarrollo de energías renovables.
Desde Inglaterra hasta España, pasando por Albania, los países de todo el continente europeo están apresurándose a implementar a niveles sin precedentes las energías solar y eólica.
“A pesar del hecho de que se está quemando un poco más de carbón en Europa, el continente está redoblando sus esfuerzos en el desarrollo de energías limpias. Pese a que la India le está comprando a Rusia todos los combustibles fósiles baratos que puede, Asia está invirtiendo en energías limpias”, explicó Rachel Kyte, decana de la Escuela de Derecho y Diplomacia Fletcher de la Universidad Tufts.
“Tenemos esta historia de sobresalto por el suministro a corto plazo, pero la moraleja es que no hay que depender de los combustibles fósiles, sino desarrollar tantas energías limpias como sea posible”.
La Unión Europea está trabajando para agilizar los permisos de los proyectos de energías renovables; los países están apresurándose a construir granjas solares y eólicas, y algunos países, entre ellos Alemania, están frenando sus planes de eliminar poco a poco la energía nuclear.
“En general, la crisis energética que estamos viviendo ahora, que es la más grave que hemos visto desde la década de 1970, va a acelerar la transición a las energías limpias”, señaló Bordoff. “Es probable que a corto plazo tenga un impacto negativo sobre las emisiones, pero que a la larga su impacto sea positivo”. Pero hay salvedades.
Aunque Europa y Estados Unidos, por ejemplo, tienen el dinero para construir con rapidez instalaciones para las energías solar y eólica, los países más pobres de África y Asia están teniendo problemas para satisfacer sus necesidades más inmediatas.
“Temo que esta crisis energética acelere la transición a las energías limpias en el mundo desarrollado, pero no en el mundo en desarrollo”, señaló Bordoff.
Además, el año pasado también Estados Unidos tuvo una historia de crisis energéticas a corto plazo y de inversiones en energías renovables a largo plazo. El precio de la gasolina aumentó en 2022 cuando se tensaron los mercados del petróleo. Las reservas de petróleo se redujeron cuando el gobierno de Biden intentó bajar los precios de la gasolina el año pasado, pero estas tendrán que ser reabastecidas en el transcurso de los próximos años.
Al mismo tiempo, el presidente Joe Biden promulgó la Ley de Reducción de la Inflación, la cual incluye una cifra sin precedentes de 370.000 millones de dólares para el gasto y las bonificaciones fiscales destinados a combatir el cambio climático.
Aunque los precios se han estabilizado y, hasta ahora, a Europa le ha beneficiado que el invierno sea relativamente benigno, no deja de preocupar el futuro. Incluso si los países europeos adoptan las energías renovables, tendrán que pasar años antes de que esas fuentes de energía puedan remplazar por completo a los combustibles fósiles.
“Europa ya está saliendo adelante en este invierno. Ahora la gran preocupación, de la que oiremos en Davos, es el próximo invierno, cuando ya no tenga reservas del gas ruso para almacenar”, explicó Yergin. Civiles ucranianos llevan agua y alimento a través del pueblo de Posad-Pokrovske, que fue el frente de combate que se mantuvo cerca de Jersón desde el inicio de la guerra con Rusia, en Ucrania, el 9 de diciembre de 2022. (David Guttenfelder/The New York Times)
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