Por The New York Times | Jeremy W. Peters
En general, las ideologías políticas de las personas dictaron sus sentires: los conservadores lo celebraron como una victoria para la libertad de expresión. Los liberales se preocuparon de que la desinformación se propagara de manera rampante si Musk seguía adelante con su plan de desmantelar el monitoreo de contenido que realiza la red social.
Sin embargo, al parecer nadie pudo decir con certeza cuál es el tipo de filosofía política del enigmático multimillonario.
Esto se debe a que Musk, de 50 años, quien nació en Sudáfrica y apenas se volvió ciudadano estadounidense en 2002, expresa opiniones que no encajan a la perfección en el marco político binario de izquierda o de derecha de este país.
A menudo, se le describe como libertario, aunque esa etiqueta no logra captar cuán paradójicas y arbitrarias pueden ser sus creencias políticas. Nunca han faltado sus opiniones sobre los temas más pertinentes y divisorios del día, desde los confinamientos a causa de la COVID-19 (los llamó “fascistas”) hasta las restricciones a la inmigración (“Estoy muy en desacuerdo”, dijo).
No hay mucha consistencia en la miscelánea de sus declaraciones públicas o sus profusos comentarios en Twitter… salvo que con frecuencia se alinean con sus intereses comerciales. Y, a pesar de la intensa reacción partidista frente a su oferta no solicitada para comprar Twitter, su ideología política opaca nos dificulta saber si el entusiasmo y el temor en torno a la manera en que dirigiría la empresa están justificados.
Musk ha despotricado contra los subsidios federales, pero sus empresas se han beneficiado de miles de millones de dólares en exenciones tributarias y otros incentivos de los gobiernos estatales, locales y federal. Se ha opuesto de forma enérgica a la sindicalización, como cuando criticó al gobierno de Joe Biden por haber propuesto un crédito fiscal para los vehículos eléctricos que fueran producidos por trabajadores sindicalizados.
Musk es el cofundador de una compañía de fabricación de autos eléctricos, Tesla, que renunció a los consejos comerciales del gobierno del expresidente Donald Trump después de que este se salió del Acuerdo de París. Sin embargo, hace poco se enemistó con ambientalistas por solicitar un aumento inmediato en la producción nacional de petróleo y gas, aunque no le fuera de utilidad a sus negocios en las industrias de los autos eléctricos y la energía solar.
Musk es un entusiasta manifiesto de la Primera Enmienda. No obstante, intentó obligar a un periodista a testificar en una demanda de difamación en su contra y a menudo ha tenido reacciones desbordadas frente a las críticas. Hace cuatro años, formuló un plan para crear un sitio web donde se calificara la credibilidad de los periodistas, al cual iba a llamar Pravda, un guiño extraño a la publicación propagandística de la Unión Soviética (no pasó mucho con eso). Y un capitalista de riesgo escribió a detalle sobre la ocasión en que Musk canceló su pedido para un nuevo Tesla después de que el inversionista se quejó sobre un evento de la marca.
Musk comentó que era un independiente registrado cuando vivía en California, el estado que dejó entre gritos y titulares para irse a Texas porque dijo que su clima empresarial se había vuelto demasiado inhóspito. Ha descrito su ideología política como “moderada”, pero “eso no quiere decir que sea moderado en todos los temas”. Musk no respondió a una solicitud para ofrecer comentarios.
Sus preocupaciones sobre la manera en que Twitter censura contenido hace eco de las de activistas y políticos conservadores que han argüido que las empresas de redes sociales son malos árbitros de la verdad y no deberían involucrarse en vigilar el discurso. Una persona que ha trabajado de cerca con Musk mencionó que el empresario cree firmemente en que, en una democracia que funciona, todo el mundo tiene derecho a decir “la cosa más estúpida que quiera”. Esta persona, quien habló desde el anonimato para no violar la confianza de Musk, agregó con frialdad: “Algo que él hace a veces”. Pocos asuntos han alimentado tanto su ira como las restricciones a causa del coronavirus, las cuales obstaculizaron las operaciones de producción de Tesla en California y lo empujaron más hacia la decisión que tomó el año pasado de mudar las oficinas centrales de su empresa a Texas. Sin embargo, esa maniobra fue más bien simbólica, pues Tesla sigue teniendo su principal planta de producción en Fremont, un suburbio del área de la bahía de San Francisco, California, y una gran oficina en Palo Alto.
A lo largo de la pandemia, los arrebatos de Musk estallaron de manera dramática cuando atacó a los gobiernos locales y estatales por las órdenes para permanecer en casa. En un inicio, Musk desafió las regulaciones locales que cerraron su fábrica de Tesla en Fremont. Describió los confinamientos como “encarcelar por la fuerza a las personas en sus casas” y publicó una queja unificadora con tintes libertarios en Twitter: “LIBEREN A ESTADOS UNIDOS AHORA”. Musk amenazó con demandar al condado de Alameda por los confinamientos antes de ceder en su esfuerzo.
En una entrevista del otoño de 2020 con Kara Swisher, columnista de la sección de Opinión de The New York Times, Musk expresó su consternación en torno al hecho de que, para él, la pandemia había producido temores irracionales en muchos estadounidenses. “Todo esto ha disminuido mi fe en la humanidad”, opinó.
Al mismo tiempo, mientras el país llevaba seis meses perdiendo los estribos durante un brote que parecía no tener un final a la vista, las empresas de redes sociales se vieron presionadas a tomar medidas más proactivas para limitar la propagación de información falsa sobre la COVID-19 y la elección presidencial en sus plataformas.
Y cuando las nuevas políticas de moderación de contenido tras las elecciones de 2020 comenzaron a afectar a los usuarios de Twitter —donde Musk tiene 82 millones de seguidores—, se puso del lado de muchos conservadores y aliados del expresidente que acusaron a la empresa de redes sociales de censurar de forma arbitraria.
Muchas cuentas que propagaban desinformación sobre la COVID-19, las vacunas y el fraude electoral han sido suspendidas o eliminadas. Ha sido vetada gente como Alex Jones, un conspiracionista que negó la masacre de Sandy Hook, y Trump, quien usó Twitter para alentar a sus simpatizantes a marchar al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Los simpatizantes del expresidente celebraron su posible regreso a Twitter. Un congresista republicano de Texas, Troy Nehls, tuiteó: “Hagamos Twitter grandioso de nuevo”. Por su parte, Trump, quien está promoviendo su propio negocio de redes sociales, Truth Social, comentó la semana pasada que no cree que regresará a la plataforma.
“Twitter se volvió muy aburrido. Se deshicieron de muchas de las buenas voces”, se quejó en una entrevista en Americano Media, un medio informativo en español.
Sin embargo, debido a que Musk tiene una filosofía política en esencia no confesional, algunas personas de la derecha son menos optimistas. Ann Coulter, una presencia frecuente en Twitter, señaló que el empresario multimillonario le parecía “en su mayor parte apolítico” y “en su mayor parte como que quiere promoverse a sí mismo”. La línea de ensamblaje en una fábrica de Tesla en Fremont, California, el 28 de junio 2018. (Justin Kaneps/The New York Times)