Una de las consecuencias menos conocidas del cambio climático es el incremento de los niveles de acidez del agua de mares y océanos, con un gran impacto sobre la flora y fauna marinas y que pone en jaque el futuro de uno de los mariscos más apreciados: las ostras.
"Las ostras, como el resto de los moluscos bivalvos, usan calcio y carbonato para hacer sus conchas. La acidificación del agua dificulta este proceso y hace que las pequeñas ostras mueran antes de poderse construir la concha", explicó la profesora de Ciencias Planetarias de la Universidad de Davis (California, EE.UU.) Tessa Michelle Hill.
Hill, geoquímica y oceanógrafa, participó en una conferencia sobre el incremento de los niveles de acidez en el mar organizada por la Fundación Nacional de la Prensa de EE.UU. en San Francisco junto al cofundador y vicepresidente de la empresa dedicada al cultivo de ostras Hog Island Oyster Co, Terry Sawyer.
"El ciclo de producción para las ostras es de alrededor de un año y medio, pero en los últimos tiempos ha habido casos en los que hemos llegado a tener una mortalidad del 100 % de la 'cosecha'", apuntó Sawyer, quien indicó que el momento más delicado es la primera semana de vida del bivalvo.
El responsable de que los mares de todo el planeta sean cada vez más ácidos es el exceso de dióxido de carbono (un 30 % de todas las emisiones a la atmósfera de este gas son absorbidas por el océano), lo que hace que el pH (escala en la que se mide la acidez) baje considerablemente.
Así, por ejemplo, según datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), el nivel de acidez de las aguas de las Islas Canarias (España) pasó de una media de 8,10 pH (menor acidez) en 1990 a una media de 8,07 (mayor acidez) en 2010, un patrón que se repite en mares y océanos de todo el mundo.
"Estos niveles de acidez son una gran amenaza para cualquier ser vivo que tenga concha: ostras, mejillones, erizos de mar, lapas, percebes... y también para pequeños crustáceos que a su vez constituyen la principal dieta de peces más grandes", apuntó Hill.
Las ostras que sobreviven y crecen en aguas con altos niveles de acidez desarrollan una concha más pequeña y frágil que se rompe con mayor facilidad, y el equipo de Hill está estudiando si, además del caparazón, el propio animal es también más pequeño, algo que ya se ha comprobado que ocurre en el caso de los mejillones.
Tal es la magnitud del problema que Sawyer, cuya empresa fue fundada en la Bahía de Tomales (California) hace 36 años y da empleo a 260 personas, duda de la viabilidad de futuro de la industria, puesto que las alternativas halladas hasta la fecha resultan muy costosas y limitan la producción.
Este es el caso de las eclosionadoras, tanques de agua construidos sobre tierra en los que se controla el crecimiento de las ostras mientras desarrollan su concha antes de depositarlas en granjas acuáticas en el mar, un proceso que permite protegerlas de la acidez, pero encarece mucho su cultivo.
Además de dificultar o incluso impedir la construcción de conchas en los bivalvos, los altos niveles de acidez en el agua también afectan el comportamiento y la reproducción de otros animales marinos.
La acidificación, sin embargo, también tiene "ganadores" en los ecosistemas marinos, ya que las algas y otras plantas acuáticas se benefician del exceso de dióxido de carbono, que les permite crecer más rápido y lograr un mayor tamaño.
"Tenemos que cambiar y adaptarnos a toda velocidad, o en caso contrario en poco tiempo nos quedaremos sin negocio. Una de las estrategias que estamos siguiendo es potenciar la venta y los platos basados en especies ganadoras como las algas", remachó Sawyer.
EFE