Por The New York Times | Becky Ferreira
Los cráteres de impacto que se encuentran por toda la Tierra y que se produjeron más o menos en la misma época podrían estar relacionados con los restos caídos de un anillo, según sugiere un nuevo estudio.
Si hace 466 millones de años hubiéramos mirado hacia arriba desde la Tierra, podríamos haber visto un anillo brillante que se extendía por el cielo, afirman algunos científicos.
Un estudio publicado este mes relaciona el aumento de cráteres de impacto durante el período Ordovícico, un período anterior a que los animales vivieran en tierra firme, con un anillo formado por restos de asteroides que rodeó nuestro planeta durante millones de años.
Los científicos llevan mucho tiempo especulando sobre el origen del evento de meteoros del Ordovícico, cuando la Tierra fue bombardeada por rocas espaciales a un ritmo inusualmente alto, lo que produjo decenas de cráteres y sedimentos repletos de meteoritos. Investigaciones anteriores implicaban a un gran asteroide que se fragmentó en el cinturón principal entre Marte y Júpiter y envió metralla rocosa al sistema solar interior, donde salpicó a nuestro planeta.
Pero, ¿y si este antiguo objeto estalló en pedazos a nuestras puertas? El grupo de investigadores liderado por Andy Tomkins, catedrático de ciencias de la Tierra y planetarias de la Universidad de Monash, Australia, imagina un asteroide que pasó a miles de kilómetros de la Tierra, lo suficientemente cerca como para ser despedazado por la gravedad del planeta. Los restos de la desintegración se unieron formando un anillo alrededor del ecuador, un escenario que podría estar relacionado con cambios drásticos en el clima y la biodiversidad de la época.
“Se me ocurrió la idea cuando leí un artículo de divulgación científica sobre que Fobos y Deimos, las lunas que rodean Marte, se habían formado a partir de restos de un anillo alrededor de Marte”, dijo Tomkins, cuyo estudio se publicó en Earth and Planetary Science Letters. “Eso me hizo pensar cómo se vería, en el registro geológico, si la Tierra también hubiera tenido un anillo en el pasado”.
Tomkins y su equipo trazaron un mapa de los lugares de la Tierra en los que se habrían situado 21 cráteres del Ordovícico en aquella época. Si los restos hubieran procedido del cinturón de asteroides, los cráteres deberían haberse distribuido por todo el planeta. Pero los cráteres estaban agrupados alrededor del Ecuador, lo que sugiere que fueron hechos por meteoritos que cayeron de un anillo ecuatorial.
“Eso es lo que los delató”, dijo Tomkins. “Todos están bastante cerca del ecuador, y es muy difícil que eso ocurra por procesos normales de craterización por impacto”.
El equipo argumenta que, hasta ahora, no hay evidencias de que Marte y la Luna experimentaran picos similares de craterización por impacto en esa época, lo que sugiere que la localización de los restos estaba restringida a la Tierra. Además, los investigadores señalaron meteoritos ordovícicos de Suecia que muestran una baja exposición a la radiación del espacio, lo que significa que las rocas cayeron a la Tierra decenas de miles de años después de la desintegración de su cuerpo progenitor. En cambio, los restos procedentes del cinturón de asteroides suelen estar expuestos a la radiación espacial durante millones de años.
El equipo también se planteó si la sombra proyectada sobre la Tierra por el anillo enfrió el planeta, lo que habría desencadenado una gran edad de hielo llamada glaciación hirnantiana que sacudió la trayectoria de la vida. Tomkins dijo que esta conexión era más especulativa, pero que merecía un estudio más profundo.
Estos “múltiples pedazos de evidencia” se combinan en lo que “creemos que es una hipótesis plausible”, dijo Tomkins.
Birger Schmitz, catedrático de geología de la Universidad de Lund, Suecia, elogió el enfoque novedoso y creativo del equipo, pero dijo que se necesitaban más datos.
“El artículo adopta una perspectiva completamente nueva, lo que sin duda nos permitirá dar un paso adelante en la comprensión de lo que ocurrió en el Ordovícico”, afirmó Schmitz, quien también está afiliado al Observatorio de la Montaña Púrpura en China.
Gretchen Benedix, catedrática de ciencias de la Tierra y planetarias de la Universidad de Curtin, Australia, calificó el estudio de “incitante”, pero no quedó convencida. Señaló que los meteoritos podrían haber impactado lejos del ecuador sin dejar huellas geológicas. También se mostró escéptica sobre el vínculo propuesto entre el anillo y la glaciación hirnantiana.
“Hay muchas afirmaciones hipotéticas en todo esto, y eso no es malo”, dijo Benedix sobre el estudio. “Pero creo que hay física y química por resolver”.
Con ese fin, Tomkins y sus colegas esbozaron métodos para poner a prueba su hipótesis, incluyendo estudios de meteoritos ordovícicos en diferentes latitudes y modelos más complejos de cómo un asteroide en desintegración podría formar un anillo terrestre.
“Lo que más me gusta es que los autores presentan una idea que se puede poner a prueba”, dijo Schmitz. “Buscando minerales meteoríticos en sedimentos de distintas latitudes, obtendremos una respuesta a si la Tierra tuvo efectivamente un anillo”.
De momento, resulta cautivador imaginar una Tierra pasada, habitada casi en su totalidad por vida marina, anillada por los restos de una roca espacial fragmentada.